La satanización de las organizaciones populares que en algún momento tuvo como centro a los círculos bolivarianos, se traduce hoy como una estrategia general de persecución a cualquier organización comunitaria con vocación social. Los colectivos a los cuales pertenezco, como colectivos de investigación en el área de la comunicación de la Universidad Bolivariana, o colectivos de investigación sobre el movimiento social y el poder en la Escuela de Comunicación de la UCV, o colectivos sociales como Alexis Vive en el 23 de Enero, intentan ser satanizados y perseguidos por la derecha rancia, que detrás de las barricadas terroristas comunicacionales, apuntan cual francotiradores sobre la organización de la gente común, de la gente del pueblo, de la Multitud.
Esta política tiene como finalidad la unificación de los odios para direccionarlos hacia un enemigo común, microfísico, que es fácilmente identificable y que resume todos los miedos que han sido lanzados por la propaganda fascista. A partir de allí se genera la fantasía de las hordas chavistas y los círculos del terror que asaltarán la propiedad bien ganada de las clases altas, acabando con la tradición y los espacios sacrosantos de la diferenciación.
La media devino terrorista y con ello se supera al enemigo nacional con una amenaza que puede estar en cualquier lado y tener cualquier forma. Recordemos la alharaca que se armó en Caracas cuando se habló de convertir los campos de golf en parques públicos, o cualquier anuncio llevado a cabo por Chávez que tuviese relación con democratizar la cultura, los espacios para la vida.
Los operadores mediáticos del fascismo siempre están encargados de desmontar estas iniciativas, ridiculizándolas, tildándolas de populistas, caricaturizándoles y en fin, utilizando cualquier método que movilice las emociones primarias y reconecte el miedo, porque el fascismo para sostenerse necesita de una permanente inyección emocional, así como un heroinómano necesita su dosis diaria. Por eso el fascismo vive en y de la pequeña política tal y como lo apuntara Gramsci: del chisme, el rumor, la acusación sin pruebas, la descalificación y la promoción del prejuicio. Los grandes objetivos nacionales de la propuesta fascista siempre son nebulosas, generalidades, porque el fascista siempre tiene una agenda oculta.
El fascismo sintetiza los miedos moleculares y los recompone como política. Todo ello a favor de direccionar las pasiones colectivas hacia un peligro que acecha. En Venezuela organizan grupos violentos que desconocen a las grandes mayorías populares; grupos que pretenden acabar con las Misiones Sociales y todos los logros de la Revolución Bolivariana, creados bajo el mandato del Comandante Supremo Hugo Chávez.
En Venezuela el fascismo criollo busca la intervención militar norteamericana como factor de manejo de la renta petrolera, a favor de los gringos. El uso de paramilitares para el control territorial, disfrazado de hampa; la escasez; el acaparamiento; las largas horas en cola, y en general toda la incertidumbre y descontento social que producen, para sumir a la población en un estado de indefensión muy parecido al que se vive en una ciudad sitiada, en estado de tensión por la cercanía de un conflicto bélico. Recordemos el paro petrolero y cómo la dirección fascista del conflicto le importó poco el hambre del pueblo y las enfermedades de la gente.
Apuestan a que la ausencia general de alimentos, energía e insumos médicos se conviertan en descontento y rabia que pudiese ser canalizado contra el gobierno, provocando un estallido social. Ya hace unos años subestimaron la conciencia del pueblo y se equivocaron, pero hoy una vez más juegan con las mismas armas del desabastecimiento, pero en una política por goteo. Para ir cansando poco a poco al pueblo. Así lo hicieron en el Chile de Allende, en la Nicaragua de Ortega y han tratado de aplicarlo hasta en la Rusia de Putin, se trata de armas estudiadas y aplicadas con éxito en el libro “De la dictadura a la democracia” de Gene Sharp, producido por la institución Albert Einstein. Con estas tácticas han logrado dividir países, aniquilar etnias, acorralar procesos de cambio, aplastar y asesinar a militantes y políticos revolucionarios de todo el planeta.
El fascismo construye los cuerpos, los reparte en el territorio, los controla, es la política que administra la vida de los sujetos desde la microfísica. El sujeto que realiza el fascismo está empujado a agredir individualmente a quienes están en contra de sus prejuicios, desde la arrogancia. Por ello vemos el neo-nazismo agrediendo a la diferencia en las calles de la Europa moderna. Por eso el fascista siente el deseo de atacar individualmente, por necesidad de realización de su miedo. Es un dispositivo que gobierna la realidad desde la disociación.