El camarada Pedro Ortega Díaz pareciera haber dado un frenazo cuando en un artículo publicado en Últimas Noticias reconsidera la afirmación hecha anteriormente, según la cual, "para el socialismo es fundamental la expropiación de los medios de producción". El tema es candente y quizás su planteamiento pudiera ser inoportuno. No lo se, sí se, que inoportuno o no, esa es una verdad rotunda que deberá afrontarse más tarde o más temprano. Se quiera o no, el proceso bolivariano transcurre sobre una estructura capitalista que garantiza la propiedad privada de los medios de producción consagrada en la propia Constitución Nacional. El temor histórico a la eliminación de la propiedad privada, así a secas, sin vaselina ni matizaciones, ha sido utilizado por el aparato propagandista capitalista desde los primeros días aquellos en los cuales "un fantasma recorría.". No en vano el Manifiesto recoge ese guante dando debida respuesta. Lo cierto es que hasta hoy, ha podido más la inmensa maquinaria de propaganda capitalista sembrando miedos que la revolucionaria por despejarlos. No hemos tenido la capacidad para presentar claramente la diferencia entre derecho de propiedad de bienes particulares y el de propiedad de medios de producción. Al menos no ha tenido éxito con el gran público.
En Venezuela se está, en el mejor de los casos, en un proceso de transición que, entre otras cosas, evidencia el dominio de las superestructuras capitalistas por parte del sistema. Sin colocar el acento único en las relaciones de producción, lo cierto es, que son estas el real fundamento de toda sociedad. Existe una interdependencia entre la infraestructura y las distintas expresiones de la superestructura, de modo que, estas obedecen a la clase dominante para conservar su hegemonía. Es a través de ellas que se produce el proceso de penetración de la sociedad, allí donde se desarrolla la actividad cultural e ideológica: iglesias, escuelas, partidos políticos, sindicatos, familia, generando todo el sistema de valores, actitudes, creencias, etc. En ellas, las relaciones de producción y con ellas el Estado, -instrumento aún a su servicio en buena parte de la burocracia- generan el consenso para sostener el orden establecido. Véase como, la revolución bolivariana, además de todos los peligros que ha de enfrentar desde afuera, tiene en sus entrañas un enemigo formidable en el burocratismo y la corrupción que impiden que el Estado funcione al servicio de la causa popular.
La sociedad venezolana, dividida en clases antagónicas, no ha logrado aún, ni lo podrá hacer por un tiempo, que el grupo social dominante no controle los factores articuladores de la conciencia social en cuanto controla el poder económico. La revolución bolivariana ha de trabajar en todos los frentes de la superestructura en tanto se generan los cambios en las relaciones de producción. Entre ellos, uno fundamental para ir conformando una visión unitaria del mundo, una ideología orgánica que de paso a un sistema capaz de generar consenso entre los grupos sociales, es el sistema educativo.
La educación en manos de iglesias, con la católica a la cabeza, conforma un gigantesco sistema de creencias y acciones, auténtico bastión del poder económico. La ideología religiosa expresa un reflejo distorsionado de la realidad y de las fuerzas sociales al convertirlas en fruto de fuerzas sobrenaturales. La educación religiosa sirve amplia y eficazmente al propósito de vincular la opresión social de las masas, el empobrecimiento de las mayorías y el enriquecimiento de unas minorías con fenómenos sobrenaturales que no están bajo el dominio de los hombres. Esta deformación de la realidad cumple una función al servicio de la clase capitalista dominante, por ejemplo, al otorgar naturaleza sacrosanta a toda autoridad establecida, reconocer virtudes como la pobreza material y la resignación u otorgar un carácter sagrado a la propiedad privada. La educación religiosa, y en general, el sistema educativo actual, excepción hecha de las misiones educativas, afirma y atornilla en la mente de los explotados sentimientos de impotencia y resignación, de un lado, y del otro un sentimiento de esperanza en que algún día, quien sabe, tal vez, no dependiendo de sí mismo, su situación cambiará.
El sistema educativo tradicional usado por las clases dominantes, impide el desarrollo de la conciencia social al hacer aceptables que la mayoría de la población deba aceptar una limitada instrucción ya que los peldaños superiores están destinados a quienes, natural o sobrenaturalmente, están llamados a escalarlos. ¿Qué otra cosa son las universidades privadas o incluso, el sistema brutal que convirtió las universidades públicas, -UCV y USB a la cabeza- en casas de estudios para las clases privilegiadas?.
Camarada Pedro Ortega Díaz, no tema, no dijo usted nada que no fuera verdad, acaso no sea estratégicamente conveniente difundirlo a tambor batiente, está bien, pero, hacia allá tenemos que caminar, por allá pasa el socialismo del Siglo XXI, sin las deformaciones conocidas, es verdad, pero por ahí mismo ha de pasar camarada. ¡Eso sí! ¡A Dios rogando y con el mazo dando, camarada! Haciéndonos presente en todos los espacios de la superestructura en que el poder, -ese poder que sigue en manos del capitalismo- nos lo permita o se lo arrebatemos.
¡HUGO PARA TODOS Y TODOS PARA HUGO!
¡LA BARRICADA SÓLO TIENE DOS LADOS.!