Misión conciencia: "Inventamos o Erramos"

No tengo duda respecto a que la transformación de la superestructura es con mucho más difícil y lenta que la socialización de la infraestructura económica. No en vano se corresponde con un complejo sistema de ideas y creencias cuyo cambio no puede decretarse. Hay que limpiar y resembrar mucho. Esto es cierto. No lo es menos qué, aún la tarea más gigantesca y desproporcionada reducirá su dificultad sólo si se emprende con resolución. La Revolución Bolivariana debe lidiar con sus originalidades, ser creativa y eficaz, no puede sentarse a pensar que es primero, si la gallina o el huevo. Debe avanzar a todos los frentes. En la medida en que lo haga, ambos frentes (estructura y superestructura), irán posibilitando el éxito del conjunto. ¿Qué no hay referentes? ¿Y quien dijo que la Revolución Bolivariana está llamada a repetir modelos exclusivos?. Ahí está el desafío. Recordemos a Simón Rodríguez: "Inventamos o erramos". ¡Vamos a inventar!.

Además de los formidables enemigos que a lo externo enfrenta la revolución bolivariana, en la medida en que pasan los días y la excepción se hace norma, un gran enemigo aflora con fecundidad violenta: el hombre viejo saturado de egoísmos, ambiciones y cuantos antivalores ha atornillado en sus corazones la superestructura educativa y cultural capitalista. Abundan los ejemplos de iniciativas revolucionarias que, hoy por hoy, naufragan en estos océanos de lodo. Cientos y miles de cooperativistas quienes, una vez colocados en la posibilidad de administrar recursos y generar plusvalía se apropian de ella. En nada se diferencian de cualquier capitalista clásico: figuración, privilegios y explotación de quienes asume como esclavos. Da pena y rabia ver un cooperativista apearse de una camioneta, último modelo, conducida por un proletario chofer. Centenares de cooperativas falsas que literalmente se han robado los dineros del pueblo. Cómo lo veo, tenemos un proyecto social en manos de hombres viejos. Vino nuevo en odres viejos. El vino nuevo del socialismo requiere de odres nuevos o se revientan los odres y se derrama el sabroso y rico vino nuevo.

En la forja del hombre nuevo se juega el futuro la revolución. La Misión Conciencia es fundamental para ello. Ha de enseñarse a responder la pregunta moral del ¿Qué es bueno?, y ¿Qué hacer?. La primera pregunta surge de la razón y orienta la decisión hacia la búsqueda de un ideal objetivo. A partir de ella, construye el hombre la respuesta normativa a sus acciones. De esta pregunta que reflexivamente debe formularse el hombre ante cualquier decisión surge otro grupo de preguntas que condicionan la bondad y el carácter socialista del acto: ¿Es bueno para mí?, ¿Es bueno para mi grupo?, ¿Es bueno para todos?, y por último, ¿para qué es bueno?. Las preguntas constituyen la polaridad subjetiva de la acción. De la respuesta dependerá el mantenimiento de la coherencia del hombre consigo mismo y con el sistema de valores sociales. Estás preguntas, sin las cuales no puede calificarse de auténticamente humana ninguna conducta, están condicionadas por el hecho natural y la cultura.

En principio el hombre tiende a sentirse satisfecho si su conducta es semejante a la de los demás o es socialmente aceptada. De este modo, el colectivo, mediante su aprobación o rechazo social posee gran importancia en la formación de una escala de valores. He ahí un arma estupenda en manos del colectivo: la contraloría social, la aprobación o desaprobación de las conductas de los individuos. Nadie debe convertirse en cómplice o propiciador, por acción u omisión de una conducta individual corrupta. Incluso, el peso de esta circunstancia se constituye en un condicionante aplastante de la conducta humana. Baruch de Espinoza, lo señala así: "La fuerza con que el hombre persevera en la existencia es limitada y resulta superada por la potencia de las causas exteriores".

Es aconsejable recordar que para Espinosa, "existencia" equivalía a la vida misma en términos de realización positiva y qué, por tanto, se refiere a las fuerzas que el hombre emplea en vivir, en términos integrales, su condición humana. Resulta pues que el hombre padece ante la posibilidad de tener una conducta que no sea socialmente aceptada. Esto es cierto y llama la atención sobre la importancia que tiene para el conjunto de la sociedad la transmisión de valores a través de los medios de comunicación y el sistema educativo en general pues los hace deseables y apetecibles. Nos recuerda la indefensión en que se encuentra la revolución y el pueblo ante estos monstruos formadores de valores y opinión. Señala, entonces, una tarea imprescindible: asumir con valor un cambio en los mensajes que se emiten desde los medios o en las escuelas y universidades.

Que el hombre se sienta cómodo si sus acciones son ampliamente aceptadas por el conjunto mayoritario de la sociedad, o por aquellos medios que poseen el poder de presentar como verdad el hecho virtual, es totalmente natural. Sin embargo, se posee una herramienta natural para la forja de este hombre nuevo, aún en medio de tantas dificultades: La condición particular del hombre lo hace intuir en forma natural lo que es bueno y lo que es malo, aunque el conjunto de la sociedad se mueva en otro sentido. El hombre posee una vocación al bien que detecta por el efecto de sus actos en los demás. Hay en el hombre una búsqueda del bien más allá de la moda social imperante al adquirir una cierta paternidad por los efectos de sus actos. De nuevo Espinosa nos presenta esta idea claramente: "Si alguien hace algo que afecta a los demás de alegría, será afectado en sí mismo de una alegría acompañada de la idea de sí mismo como causa, o sea, se considerará a sí mismo con alegría. Si, por el contrario, ha hecho, o dejado de hacer, algo que afecta a los demás de tristeza, se considerará a sí mismo con tristeza y causa de esa tristeza".

De modo que, frente a tantas razones para el pesimismo que pudiésemos albergar con sobrada razón, dados los niveles de amoralidad en que el capitalismo ha sumido nuestra sociedad, hemos de tener la seguridad de que existe en el hombre, en su propia naturaleza, una contradicción lo suficientemente poderosa como para esperar que, debidamente estimulado e informado por quienes debemos hacerlo, desarrolle las fuerzas necesarias para sobreponerse al colapso moral capitalista. La vocación de utilidad social que todo hombre tiene actuará como una fuerza poderosa que lo conducirá a ser mejor en medio de su sociedad y no sólo para sí mismo.

Debemos estar persuadidos de la presencia, aplastada a veces pero nunca totalmente vencida, en la naturaleza humana, de una vocación de bien y hemos de hacerlo, conscientes de la fuerza que la inclinación al egoísmo tiene, tanto en su propia constitución como en la sociedad que lo ha formado. Pero.si queremos un mundo nuevo hemos de hacerlo. A pesar de las dificultades, si trabajamos incansablemente, en primer lugar con el ejemplo, veremos imponerse la moral social como una necesidad de nuestras propias estructuras antropológicas. El ser humano está obligado, en medio de un combate que nadie niega y que muchas veces pierde, a ser dinámicamente ético. Nacemos sin estar hechos, y la moral no es sino el estilo de vida que da forma a nuestra propia existencia. Hemos de dotar al hombre de un cierto nivel de compromiso con una conducta socialmente útil y virtuosa o caeremos siempre bajo la servidumbre de la impotencia social para moderar y dirigir los afectos. Mañana será tarde. La revolución debe asumir los espacios que le permitan sembrar conciencia.


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Martín Guédez


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