Miranda y su segunda tragedia

Nos cuenta don Francisco Herrera Luque:

Referencias de la tragedia de Francisco de Miranda, el Precursor, quien, escarnecido por las humillaciones a que sometieron a su padre los mantuanos caraqueños, abandonó Venezuela a los 21 años, con el propósito de inscribirse en la Academia Militar de Segovia (España) y defender a su Rey de las ambiciones de los mantuanos. Hasta allá lo alcanzó la oligarquía criolla.

Español: ¿Es usted Francisco de Miranda?

Miranda: Así es, señor coronel…

Español: Hemos estudiado su solicitud para su ingreso a nuestra academia. Ello no va a ser posible…

Miranda: (Incrédulo) ¿Cómo dice, señor?

Español: No están claras vuestras pruebas de limpieza de sangre… Según informes del Ayuntamiento de Caracas, vuestro padre es canario del estado llano y vuestra madre, Francisca Rodríguez, es castiza, es decir hija de blanco y de mestiza… Le falta un paso más para ser gente en condición de blanca… Lo siento mucho, señor mío, pero la ley es la ley.

Francisco de Miranda no desistió de su propósito de ingresar al ejército español. Con el apoyo económico de su padre, el rico y humillado don Sebastián y valido de toda clase de argucias, logró finalmente comprar por 20.000 reales un título de capitán. Estaba, escrito sin embargo, que ni haciendo gala de su fidelidad al Rey lograría la estimación que tanto él como su padre buscaban por todos los medios. Ingresó al Regimiento de la Princesa. El jefe del batallón, un noble español de origen irlandés, de apellido O’Reilly, le tomó ojeriza desde el primer momento:

O’Reilly: (Agresivo) ¿Con que venezolano, no?

Miranda: Así es…

O’Reilly: (Encolerizado) “Así es” no es forma de responder… A mí se me trata de señor coronel…

Miranda: (Nervioso) Como usted diga, señor coronel…

O’Reilly: (Irritante) ¿Sois, entonces, indio?

Miranda: (Amoscado) No, señor coronel. Con el debido respeto, soy español, nacido en Indias; pero español. Venezuela es una provincia del Imperio.

O’Reilly: (Desbordado de ira) ¡Qué provincia ni que nada! Colonia y nada más que colonia es lo que es…

Miranda: Con el debido respeto le digo, señor coronel, que Venezuela no es colonia sino provincia española…

O’Reilly: (Rugiente) ¿Cómo os atrevéis a contradecirme? Ahora mismo vais a saber quién manda aquí… Ocho días en el calabozo a pan y agua… Os podéis retirar…

Miranda: Con su permiso, señor coronel.

O’Reilly: ¡Vaya con el indito! Ya le bajaré los humos.

El Regimiento de la Princesa marchó a Marruecos a combatir a los moros. Miranda se destacó por su valor y capacidad de ejecución, sin que mereciera de su jefe la menor distinción. Apenas regresaron a Málaga, O’Reilly lo destinó a ser intendente de cocina. Seguramente murmuraba el Precursor entre el bullir de las marmitas y el sonar de las ollas: ¡Qué duro destino el mío! ¡Despreciado por unos y por los otros!

A las pocas semanas de estar relegado a la cocina, O’Reilly, su implacable enemigo, cayó sobre él como una tromba: Ya me lo decía el corazón desde que os vi… No sois más que un ladrón… Faltan diez sacos de trigo de la despensa; y se os vio días atrás conversando con un mulero. Sólo vos sois el responsable. Tengo muchas pruebas contra vos… Daos preso. Se os seguirá proceso, y no cejaré hasta obtener vuestra condena y daros por supuesto de baja. ¡Ala, ala! A la cárcel con él.

El Precursor rumiaba una vez más su desdicha, cuando tuvo la buena nueva de que O’Reilly había sido transferido a otro destino. Lo sustituía un cordial y justo cubano de apellido Cajigal, quien comprendió la injusticia de que era víctima Miranda. Cajigal retiró las acusaciones, le otorgó la confianza y amistad que merecía y en algún momento le dijo:

La discriminación y el mal trato que España otorga a los criollos, dándoles el trato de gente de segunda clase, redundará tarde o temprano en su perjuicio. Ved mi caso. Soy hijo de un Virrey de México y de una mujer de la más alta nobleza cubana. Aunque no he sufrido tanto como vos, no creáis por ello que no he sido víctima de toda clase de afrentas por haberme olvidado de nacer en la Península. No hay un solo virrey, capitán general o alto dignatario de la Iglesia que no sea español…

Miranda: Acabo de comprender en este mismo instante los afanes de la nobleza caraqueña de romper con España y declarar a Venezuela independiente. Jamás pude imaginarme que éste sería el trato que la Metrópoli otorgase a los americanos. De persistir España en su actitud la veo derrumbarse.

Cajigal: Antes del advenimiento de los Borbones el trato era diferente. Los Austrias consideraban provincias a la España de ultramar.

Cajigal y Francisco de Miranda se hicieron íntimos amigos. Hasta que un día el hado adverso le participó por boca de Cajigal, que había acabado el período de buenos tratos:

Cajigal: (Con alegría) ¡Felicítame, Francisco, el Rey se ha dignado nombrarme Gobernador y Capitán General de Cuba! ¡Felicítame, hombre de Dios, y no te quedes anonadado!

Tal como lo pensó Miranda, con la partida de su protector volvieron las humillaciones y los malos tratos por parte de los oficiales de la Corona. En 1782 España y Francia decidieron apoyar a los patriotas norteamericanos. Carlos III envió una flota con 10.000 hombres; y Miranda, con el fin de encontrar mejores caminos, fue uno de los primeros en alistarse. La flota recaló en la Habana reanudándose la amistad con Cajigal. Miranda se cubrió de gloria en la toma de las Bahamas y fue uno de los héroes de Pensacola. Cometió un error, sin embargo: omitir en su informe el aporte de Gálvez, gobernador de Luisiana y hermano del Ministro de Guerra. El hombre vengativo urdió una intriga contra el Precursor, acusándole de vender secretos de guerra tanto a los ingleses como a los norteamericanos. Se dio orden de prenderlo y darle el trato de un traidor. Gracias a la ayuda de Cajigal pudo huir de Cuba y asilarse en los Estados Unidos, donde renunció para siempre a servir al Rey de España. Desde entonces hasta su muerte, toda su vida quedó consagrada a la causa de la libertad y signada por la gloria y la desventura. Es el único americano cuyo nombre está tallado en piedra en el Arco de Triunfo en París.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Patria Socialista o Muerte!

¡Venceremos!

                                                                                                                                                                                       

 



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Manuel Taibo


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