En sus inicios en Rusia, la base fundamental del desarrollo capitalista era la libre competencia. Cómo consecuencia de la guerra imperialista que involucraba a países avanzados industrialmente como Alemania, el capitalismo ruso es obligado a planificar la producción, la implantación del trabajo obligatorio, la distribución de los alimentos para que el pueblo pudiera comer, etc. Ante esa situación, el descontento por la guerra, la pobreza y la hambruna que estas habían generado, Lénin y el partido bolchevique, llegaron a la conclusión que las condiciones para la implantación del socialismo estaban dadas, sólo quedaba que la clase obrera, el proletariado explotado por el capitalismo, asumiera el poder y transformara la sociedad.
En los inicios de la revolución, Lénin nunca pensó eliminar la propiedad capitalista, sino darle facilidades para que pudieran trabajar dentro de un estado en el que el poder era sustentado por los obreros, campesino y soldados. Lénin pensaba que en el tránsito pacífico al socialismo, la burguesía podría coexistir con la revolución, y algunas decisiones del gobierno revolucionario lo evidenciaron, cómo el no eliminar las empresas privadas en los inicios de la transición.
El capitalismo que tenía otras ideas, provocó una guerra civil, apoyada por los ejércitos imperialistas que permanecían en las fronteras después de acabada la guerra (1918), guerra, cómo es lógico, no deseada por la revolución, pero que duró tres años, dejando a Rusia en una situación desastrosa, dónde murieron millones de personas y desató una migración al campo para sobrevivir a la miseria y el hambre. Marx nunca pensó que, en un país por su conformación principalmente campesina y destrozado por la guerra, pudiera construirse el socialismo.
En la situación que quedó Rusia después de la guerra civil, aislada, con el boicot de Occidente encabezado por EE.UU., hombres como John Reed, periodista estadounidense, poeta y escritor, autor del libro “Diez días que estremecieron al mundo”, uno de los fundadores del Partido Comunista de los trabajadores en EE.UU., perseguido por sus ideas, huyó a Rusia y participó de lleno en el inicio del nuevo estado, murió de tifus, siendo enterrado en los muros del Kremlin, cómo héroe, junto a otros personajes históricos de la revolución, bajo el epitafio: John Reed, Delegado a la Tercera Internacional, 1920. Cómo él muchos revolucionarios del mundo hicieron lo mismo, ir a Rusia a aportar con su trabajo, solidaridad internacional, ejemplo de hombres nuevos, desprendidos y capaces del sacrificio propio, por ayudar a otros.
En Moscú, que carecía de cloacas, las aguas fecales corrían por doquier, y proliferaban las enfermedades infecto-contagiosas como el tifus, haciendo estragos en la población, junto al hambre y la miseria, que habían aumentado a causa de la guerra. A pesar de ello, el país comienza a levantar cabeza y asume con entusiasmo la tarea de construir el socialismo. El adelanto que se logra en el levantamiento de la nueva sociedad es sorprendente a pesar del bloqueo de Occidente. En ello los sorprende la Segunda Guerra Mundial.
Al finalizar la guerra, con todas las calamidades que esta dejó, la URSS continúa construyendo el socialismo, sin abrirse a Occidente, se cierra en si misma, aislándose del resto del mundo, lo que facilita la propaganda anticomunista, fuera de la URSS y dentro de ella, permitiendo la estrategia del imperialismo internacional de crear una amenaza virtual sobre la URSS que la obliga a ponerse a la defensiva, gastando grandes recursos en defensa y en la carrera espacial, motivada ésta por la posibilidad de lograr supremacía sobre EE.UU. lo que equivalía a la supremacía del socialismo sobre el capitalismo, este desvío de recursos se refleja en el descuido a muchos problemas sociales, que el país tenía aún por resolver.
Junto a la burocracia stalinista, reflejada en todos los estamentos del estado, y la persecución de la disidencia, se crea un estado dogmático, que estranguló el nacimiento del hombre nuevo, exigiéndole sacrificios, mientras las nuevas elites políticas aparecen en escena, entrando en contradicción con uno de los preceptos del socialismo, la igualdad social. Algo no marchaba bien en la cuna del socialismo. A la desaparición de la URSS, con el imperio celebrando, Eduardo Galeano dijo: “Nos han invitado a un entierro que no es el nuestro. Ese socialismo que murió, no es nuestro muerto, porque el socialismo que nosotros defendemos, y que nosotros queremos construir no es el socialismo que se construyó en la Unión Soviética, no es el socialismo burocrático estatista, represor en muchos casos, es un socialismo esencialmente democrático, con plena participación popular.”
Lo que nos deja este vistazo, muy sucinto, sobre el desarrollo de la construcción de socialismo en la URSS, para proyectarlo sobre su construcción en Venezuela, es que en la URSS hubo problemas para implantarlo, no solamente desde el punto de vista ideológico, aplicación de las teorías marxista, sino también por los vicios burgueses y los errores políticos en la dirección del estado, que terminó con la persecución de los que disentían en cómo construirlo, lo que demuestra que es necesario conocer el desarrollo de la historia aprender de las experiencias para no incurrir en los mismos errores, aplicándose, cómo tantas veces he dicho, el análisis científico cómo herramienta, teniendo en cuenta que los factores económicos y las relaciones de trabajo y producción son decisivas en los acontecimientos históricos.
Debemos cambiar los esquemas y adaptarlos a los nuevos tiempos, analizando la evolución histórica para aplicarla al presente, según nuestra realidad. No podemos copiar fórmulas de terceros países, aunque, para ellos, hubieran sido acertadas. Debemos, tenemos que ser originales y recordar a Simón Rodríguez: ¡O inventamos, o erramos! Debemos masificar la discusión, la formación ideológica y la misión conciencia, imprescindible para que la inquietud llegue al mayor número de personas, pues de ellos, de sus ideas, saldrán las fórmulas para la construcción del nuevo socialismo, el socialismo del Siglo XXI.
Cómo ejemplo de evolución histórica, podemos decir que, mientras el primer país que implantó el socialismo, se aisló del mundo. Venezuela después de sufrir un golpe, huelgas, paro petrolero, con el apoyo del imperio, si no el más grande de la historia, el más poderoso, decreta la transición al socialismo, abiertos al mundo, sin esconderse, esgrimiendo los deseos de igualdad y justicia social, extensivo a la patria grande, América.
En Venezuela, mediante la concertación, se ha establecido un diálogo con las empresas, sus dueños y trabajadores, para dar vida a la llamada cogestión, instrumento, entre otros, del salto adelante, para la transformación del estado capitalista en modelo endógeno socio-popular. Sectores radicales del proceso lo critican por ser contrarios, según ellos, a los preceptos marxistas, donde los medios de producción deben ser del estado. Ver la realidad venezolana como un ente individual y no como parte de un todo, relación político-económico/nacional-internacional, es un error que podría aislarnos del resto del mundo.
Una de las estrategias del gobierno venezolano ha sido la de menguar una burguesía que se sentía fuerte y apoyada y renuente a colaborar con el proyecto bolivariano y que después de las derrotas sufridas, desde el golpe de estado, está dispuesta a colaborar, al no tener oportunidad de dominar la situación en las urnas, mediante el diálogo y las políticas que, en materia económica, se han puesto en práctica. Esta situación se da con mayor fuerza en los pequeños y medianos empresarios, que han sido los más afectados por el neoliberalismo globalizador, que colaboran decididamente en los programas del gobierno dentro de la “Construcción del nuevo modelo productivo rumbo a la creación de un nuevo sistema económico”.
Por último dejar la inquietud, que los hombres y mujeres que formamos la base social y moral de la sociedad, habremos ganado la mitad de la batalla cuando percibamos que la justicia, que empieza a despertar, termine por presidir la vida republicana, recordando a Bolívar: ¡La justicia, es la reina de todas las virtudes republicanas! Por eso es imprescindible que la misión conciencia y la formación ideológica, vayan en sintonía con la misión justicia. La justicia debe reinar por encima de todas las cosas, para que con ella reine la conciencia y la incondicionalidad revolucionaria. Que tengamos la seguridad que nadie quedará impune de sus felonías en perjuicio de la revolución y el socialismo.
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