Por fin, el instante supremo y más angustioso, la voz de su destino grita: “¡Basta!”. El 26 de marzo a los treinta y nueve años, sale de la cárcel de Yare. El pueblo venezolano sólo tiene ojos para él. El Destino le devela ahora para siempre el destino de la vida, y ofrenda al que tanto sufrió, y supo ser fuerte en el sufrimiento, un segundo de dicha infinita. Chávez comprende que la simiente de sus días de pasión empieza a dar cosecha interminable. En su voz, estallan de pronto, como una tormenta, palabras de éxtasis y de arrebato, para anunciar la misión sagrada de la reivindicación del pueblo de Venezuela. El triunfo se aprieta en un instante fugaz, (11-A 2002) como antes el suplicio, y su Cristo le envía un rayo. Más esta vez no es el rayo que derriba; es la chispa que arrebata a este Gigante, sobre un corcel de fuego, a la eternidad.
La tradición es una muralla de piedra hecha de pasados que ciñe al presente. Quien tenga anhelo de futuro, por fuerza ha de saltarla, pues la Patria no tolera altos en el conocer. Y aunque aparentemente quiere el orden, en el fondo sólo ama a quien pasa por sobre él para crear un orden nuevo. Ella misma es la que engendra en unos pocos, esos revolucionarios que abandonan las tierras familiares del alma, para lanzarse a las oscuras tierras de lo desconocido, en busca de zonas nuevas del corazón, de mundos nuevos del espíritu. A no ser por estos audaces transgresores, la Humanidad viviría prisionera de sí misma, encerrada en un círculo sin escape. Sin este gran mensajero en que se adelante a sí propia, cada generación ignoraría sus caminos. Sin este gran soñador, nuestro pueblo no entrevería nada de su profundo sentido.
Entre estos transgresores de fronteras de nuestros días, ninguno tan grande como el Gigante Chávez, ninguno que haya atalayado tantas tierras como este impetuoso, este genio desmesurado, para quien, según sus mismas palabras, “lo inconmensurable y lo infinito era tan necesario como la misma Vida”. No se detiene ante nada; “por doquier he traspasado los límites”, decía orgulloso. Y casi es empresa imposible referir sus gestas, sus peregrinaciones a través de las tierras del Mundo, sus descensos a las fuentes más escondidas de lo inconsciente, sus ascensiones a las cumbres vertiginosas de la introspección. Su planta pisó todos los caminos no trillados, y se sentía más a gusto donde mayor fuera la confusión y más tenebroso el laberinto. Jamás antes de Chávez, sondeó tan profundamente en nuestra América el mecanismo y la mística de su alma, ni su mirada se hizo tan alerta ni tan clara, a la par que tan misterioso y tan divino su sentimiento. Sin él, sin este gran infractor de todas las medidas, nuestro pueblo sabría menos de su misterio ingénito, y no podríamos mirar a lo porvenir como hoy miramos desde las alturas de la Obra de este Gigante.
La primera frontera que allana el Gigante Chávez, el primer horizonte que nos abre, es su Venezuela. Es él quien revela nuestra Patria al Mundo, ensanchando con ello nuestra conciencia Bolivariana; el primero que nos enseña a conocer el alma del pueblo como fragmento, y fragmento precioso, del alma de nuestra América. Antes de él, Venezuela era para el mundo una linde, el norte, el tránsito a Suramérica, una mancha en el mapa, un país con mucho petróleo, un trozo de pasado, de nuestra propia infancia bárbara ya vencida. Es Chávez quien nos descubre la fuerza de futuro encerrada en esta tierra del Arauca Vibrador, quien nos hace sentir a Venezuela como una posibilidad, como una estrofa en el gran poema de nuestra América. De este modo, Chávez enriquece el corazón de nuestra Patria con un conocimiento y una esperanza. Hasta Chávez, no se ilumina a nuestros ojos el horizonte de Venezuela con el anuncio de nuevas posibilidades, y él es quien inflama el genio de esta nación nueva y casi nos hace anhelar que esa gota candente de infancia cósmica y de génesis que hay en el alma del pueblo venezolano prenda fuego en el mundo fatigado, estancado, de la vieja Venezuela. Y el fuego donde otros se abrasan es para su sentimiento calor tibio y grato: este Gigante con el alma enferma, le acercan a los misterios más hondos del alma. Mira de cerca al cáncer, hasta sentir su aliento en la mejilla, y se pasea como un sonámbulo por las cimas del sentimiento, donde caen, desvanecidos e impotentes, los despiertos y los sabios.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!