A Los Tres “Mosquiteros” de la MUD no les paran las guarimbas

Los Tres Mosquiteros, esta vez fueron tres, como al principio, antes que Alexandre Dumas, metiese en el medio a D´artagnan, para que fuesen cuatro y no quedasen nones, entraron ayer a la Casa Amarilla. Dejaron sus corceles amarrados a la pata de la ceiba de San Francisco, al cuidado de la multitud que les recibió victoriosos. Desenvainaron sus espadas para saludar a quienes les ovacionaban y llegaron con las mismas empuñadas a la puerta del recinto donde les esperaban expectantes. Al entrar, envainaron sus afiladas armas, como quien pone cese al guarimbeo. Al frente, cojeando de una pata, lo que parece ser muy coherente con eso de nunca pegar una desde que está al frente de la MUD, llegó Aveledo Athos, el más viejo en edad y más antiguo mosquitero. Se le vía radiante y mirando alrededor suyo de manera altiva como quien se siente mirado y admirado.

Cuando el periodista que pudo atravesársele, no sin ponerle en riesgo cayese por su poco disimulado cojear, le hizo una pregunta como quien interroga a alguien que tiene algo que decir, pero no sabe el periodista qué, estiró más el cuello, tomó pecho, aspirando profundo y habló como un general vencedor entrando en la cueva de la jefatura de los vencidos o la plaza dada por vencida. Dijo a qué había llegado. En efecto, uno quedó convencido que iba en busca de los trofeos del vencedor. Aveledo Athos, el primer mosquitero de aquellos que se hicieron presentes, podía asegurar que su entrada era triunfante y no podía menos que pedir cuánto quisiese. Las guarimbas –eso quiso él que los demás pensasen – lo habían llevado allí, con su esmirriada escolta, otros dos mosquiteros, a cobrar completo, un algo así como “¡Maduro vete ya! o no te queda otra cosa que “la salida ya”, dame lo mío.

Un poco más atrás, del lado izquierdo, quizás porque estuvo en las filas del chavismo, Porthos Falcón, con el paltó abierto, como quien va presto a desenfundar la pistola al primer movimiento, aunque la espada la llevaba envainada, se volvió aparecer, como otras tantas veces a tomarse la foto y siempre con su cara de “yo no fui”, muy bien administrada. Esperamos no vuelva a desaparecer; para que uno no crea que porque por los lados de la selva, más arriba de donde él ahora pernocta, hay mucho tigre que ronca y en las noches, ¡eso da miedo!

Porthos Falcón llegó callado. Con esas pocas ganas de hablar que uno le nota en la cara, que sugiere el estar siempre aburrido de sí mismo. Cuando Athos Aveledo terminó de hablarle al periodista en su tono triunfal y entró al salón de la Casa Amarilla donde Maduro, según su parecer, ante los cancilleres de UNASUR, debía entregarle los galones de jefe, Porthos Falcón, le siguió, más que como un mosquitero, como la mosca a la leche.

Mientras tanto, a la derecha, como siempre ha estado desde que estuvo en AD y ahora en representación de las fuerzas de Rosales, Omar Barboza, se mantuvo callado, pero con ganas de hablar y pedir, “lo mío me lo dejan en la olla”.

Hasta ahora, uno no sabe a ciencia cierta qué hablaron, pero supone que mientras se desarrollaba la reunión en la Casa Amarilla, de acuerdo a la entrada de Los Tres Mosquiteros, Maduro proponía “la comisión de enlace” para entregarle el poder al cuarto mosquitero, D´artagnan quien no se sintió dignado a aparecerse por allí. Mientras eso sucedía, las guarimbas, en una manifestación de buena fe, de amor por la paz y sujeción a los tres mosquiteros, quemaron en Valencia una cisterna llena de gasolina.

D´artagnan no estaba, no llegó nunca. Uno sabe, porque Alexandre Dumas nunca dejó eso en dudas, que es aquél quien por hábil, inteligente y gracioso, manda en ese grupo de cuatro, que por algo mal intencionado, suelen llamar de tres.

¿Quién es D´artagnan? De repente alguien pudiera pensar que eso es asunto complicado. ¿Es María Corina? Lo cree usted lector amigo o ella, junto a Leopoldo López, no son más, hablo de los dos, simples máscaras que usa el verdadero D´artagnan, para engañar a más de uno. Engaño que al mismo Athos Aveledo hace creer el general triunfador, un Sucre en la parte alta de Ayacucho, mirando a sus pies un inmenso ejército enemigo rendido a sus pies, después de rápidos y hábiles movimientos de sus tropas inferiores en número.

D´artagnan, el verdadero, el auténtico, el de las tantas máscaras, el suministrador de la inmensa cantidad de dólares que mueve a paramilitares y guarimberos que trabajan en doble turno y tiempo completo, se mueven de aquí a allá, según el plan escrito o suministrado al instante por diferentes vías, en fin, quien manda, no entró a la Casa Amarilla; sólo fueron tres tristes mosquiteros, que no garantizan cese la violencia o pare el guarimbeo. Ellos fueron allí, quizás hasta en contra de su voluntad, porque les mandaron y algo había que hacer para salvar el barco. Razón tiene Ramos Allup y por saberlo de antemano, procura no tomar un timón que ya está “amaestrado” y menos exponerse a firmar un compromiso que no sabe cómo y cuándo cumplirlo.

Las guarimbas declinan, por ahora, porque la derrota así lo impone. Volverán más tarde como “las oscuras golondrinas”; pero cuando cesen, hasta la próxima, no será por lo que firmen o digan los tres mosquiteros, sobre todo porque entre ellos no está D´artagnan. Los mosquiteros son cuatro y los tres, como los guarimberos, hacen lo que diga D´artagnan. Por ahora pedirán hasta “las águilas blancas”.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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