Por 47 horas, dejamos de ser república, vale decir, una forma de Estado donde la soberanía o máximo poder lo tiene el pueblo; y pasamos a ser monarquía, un sistema de siglos anteriores donde la mencionada soberanía la tiene su majestad el monarca. Ese primordial artículo 2 constitucional que rige las bases de nuestra vida democrática fue sepultado.
Con la lectura del famoso decreto, Pedro Carmona disolvía las cinco ramas del poder público y toda noción de Estado de Derecho, mientras la alta sociedad aplaudía esa fiesta democrática. En la línea más repulsiva de aquel estoraque leído en cadena nacional, la eliminación de la Constitución era evidente al decir que toda norma que fuera contraria al presente decreto, quedaba anulada.
Ni constitucionalistas de ese entonces, ni medios de comunicación, ni iglesia, replicaron frente a semejante aberración inconstitucional porque la dictadura les resultaba simpática y una vez más quedó comprobado que la supuesta lucha opositora por la libertad y la democracia es una simulación mediática de quienes en verdad aspiran asaltar el poder político de la nación para repartirse sus grandes riquezas.
Hoy decimos, ningún venezolano de buena voluntad desea una nueva ruptura del sistema democrático, de allí la importancia de retomar el diálogo.