Yo también conocí al Gabo

La muerte del gran cuentacuentos de Aracataca, casi tan anunciada como la de Santiago Nasar nos dejó una vez más la certeza de la talla de seres vergatarios que paren nuestras mujeres y nos hace exclamar ¡Qué buenos somos!!! Recordando a Francisco Mata el querido cantor de Las Piedras de Juangriego.

El Gabo no fue el padre, ni el inventor del Realismo Mágico como se dice por ahí. El Realismo Mágico es la savia cultural de nuestros pueblos. Es esa esencia única producto de la más extraordinaria, a veces terriblemente dolorosa y otras realmente maravillosa fusión de culturas y de razas, de que ha sido escenario Nuestramérica a partir del día en que nos integramos (o nos integraron) a la aldea global. Es decir a la redondez de la tierra. El no fue más que el luminoso artífice de lo real maravilloso.

Otros brillantes traficantes de esa pócima maravillosa son Jorge Luís Borges, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Nicolás Guillén, Lezama Lima, Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y tantos más. Otros como Rubén Blades y los muchachos de Calle trece o Santana y tantos pintores, poetas y cantores.

Pero no corresponde a un neófito como yo disertar ni mucho menos pontificar sobre tema tan peliagudo. Lo que si me atrevo a afirmar ante los jurados celestiales si fuere necesario, es que Gabriel García Márquez es uno de los avatares de los nuevos tiempos, uno de los grandes oficiantes de la más seria y creadora jodedera del Caribe.

Pero volviendo al punto. La partida del Gabo ha generado además de la gran cantidad de textos, homenajes y reportajes, del cual cabe destacar el excelente documental publicado por APORREA. También como con ningún desaparecido o fallecido, una avalancha de amigos que han escrito sobre su experiencia cuando lo conocieron. Principalmente se trata de personas que coincidieron con él en actividades culturales o eventos internacionales en general de diverso tipo, quienes narran los pormenores y particularidades de esos encuentros. Así carezcan de mayor trascendencia para algunos, pero para ellos son tesoros muy bien guardados en sus corazones.

Tendría yo unos veinte años y vivía en la casa de mi hermano José Agustín en la urbanización Campo Alegre de Chacao e iba a salir un día como a las siete de la noche a reunirme con los amigos en la esquina de la cuadra. Camino hacia la puerta de la casa estaba allí, colocado sobre la mesa del comedor un libro cuya carátula era blanca, con unos extraños arabescos azules que lo atravesaban a lo ancho: era Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Ahora cuarenta y tantos años después, es que vengo a enterarme de que aquella era una portada improvisada porque la ilustración que estaba encargada, no había llegado a tiempo para la impresión.

Al ver que estaba allí la famosa obra que era la sensación del momento. La novela de la que todo el mundo hablaba, me picó la curiosidad y me puse a hojearlo, leí las primeras páginas y lo hice hasta la cinco o la siete más o menos. Cuando regresé a dormir a eso de las nueve de la noche, tomo de nuevo el libro y lo sigo leyendo en donde lo había dejado. Me sorprendió el amanecer, cuando el último Buendía con rabo de cochino, muere en la bañera devorado por las hormigas, cumpliéndose así finalmente en la última página la profecía de Melquíades.

Viendo ahora recientemente el video de APORREA me sorprende que García Márquez dice que su técnica es encantar, hipnotizar al lector desde la primera página, para así no soltarlo hasta el final. Y pienso de inmediato: “eso fue lo que hiciste conmigo aquella noche” debo confesarlo: fui seducido por la magia del Gabo para siempre y fue allí donde empecé a conocerlo.

Después leí buena parte de su obra, cuentos y otras novelas que no voy a enumerar aquí, precisamente para no alargar tanto el asunto. Lo que si voy a contar es que a mis manos llegó, no sé cómo un Long play, que contenía en una de sus caras el texto de “Un señor muy viejo con unas alas enormes” y por la otra “Blakaman el bueno, vendedor de milagros” ambos íntegramente leídos por su autor. Aquel disco fue elemento obligado de nuestras rumbas en mi casa en Macuto por mucho tiempo, hasta que como tantas cosas hermosas se desaparecieron como llegaron. Como por arte de magia.

También soy amigo de Daniel Castro Pulguita, del Cherokee, el Guatu y Julio Sánchez, de Luis Báez Tamakún, de Adriana, de Mortadela y El Terry, de Elio Hernández, Simón Ribas y Andrés el rayao, de Marcela Lozada y de Ruri, de Raúl Bracho y Catalán, de Milagros, de Cacique, Pablo Zambrano y de Zulay Quintero. Yo digo como Simón Díaz en su canción más urbana y más caraqueña: “Porque soy pana de Julián…. soy llave de Martín…..así como verás….soy chévere de aquí…..” Y del Gabo como lo somos todos, porque él es un compañero en la ruta de la liberación nuestramericana.

 



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Edmundo Iribarren


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