En el período capitalista, las causas principales de las guerras no son las diferencias religiosas o nacionales, sino los antagonismos económicos, a los cuales la clase burguesa de los diversos países son empujados por el modo de producción capitalista. De igual manera que sacrifican sin cesar la vida y la salud del pueblo sobre el campo de la batalla del trabajo, no tienen ningún escrúpulo en hacer verter la sangre del pueblo trabajador con vista a obtener nuevos beneficios por la conquista de nuevos mercados.
Si nos fijamos en la situación de nuestra América, y especialmente en el ejemplo de la Venezuela de Chávez, no podremos dudar un momento que las ideas de nuestro Proceso Revolucionario consiguen los beneficios más satisfactorios para el pueblo y que ningún partido político puede encontrar eco si no hace más o menos hincapié en la transformación de la sociedad capitalista. Nuestra misión debe ser espolear el Grandioso Movimiento legado por el Comandante Chávez y encauzarlo en la medida de nuestras fuerzas, pues sólo de ese modo lograremos formar un País potente y dar la batalla victoriosamente a nuestros enemigos. La necesidad más urgente es la organización de las masas, porque de la extensión de la organización depende la extensión de los beneficios. Desgraciadamente, hasta hoy no ha ocurrido así; unidos en la aspiración de combatir el orden o, por mejor decir, el desorden actual, no lo estamos en cambio en cuanto al modo cómo hemos de combatirlo. Entre los trabajadores no hay absolutamente ninguna querella, ya que su único enemigo común es la burguesía y que sólo el medio de evitar los conflictos es la abolición del sistema capitalista y de la propiedad privada.
Por eso, tenemos que comprometernos a trabajar en el solo camino en que el sistema capitalista se podrá derribar la socialización de los medios de producción, de distribucción y de cambio; no obstante, nuestras fuerzas siguen desunidas, nuestras relaciones con respecto a la burguesía no se han puesto en claro todavía; aún es la hora en que no se ha levantado una sencilla profesión de fe socialista que pueda servir a todos de norma, y así nos encontramos con que en muchos partidos del GPP, en vez de ayudarnos eficazmente unos a otros, nos estorbamos recíprocamente. Pues bien, es necesario a todo trance poner remedio a este mal, y como ello no podría conseguirse sino por medio de un Congreso Socialista. Este Congreso puede ser el precursor al cual se invite, de un modo público, a los partidarios de la doctrina socialista de todos los partidos. Esperamos que para ese día hayamos alcanzado la unidad y la fuerza necesaria para imprimir a todos los asuntos la debida orientación.
Los tiempos se hacen muy duros; necesitamos militantes enérgicos y no soñadores lunáticos que, en vez de protestar contra la miseria del Pueblo, no saben más que lamentarse. Una palabra más, antes de terminar: guardarse de los motines, de las conspiraciones, nuestros enemigos utilizarán todos los medios para provocar motines en la calle, etc., a fin de facilitarle la situación de intervención al imperialismo en nuestro país y, como ellos dicen, de restablecer el orden y realizar sus planes diabólicos. Una actitud tranquila y seria obliga a los tiranos a quitarse las máscaras. Y, ¡Entonces llega la victoria o la muerte!
Es preciso mantener sin debilidad la palabra Socialismo e inscribirla atrevidamente en nuestra bandera y enumerar luego los militantes que se agruparán en torno a esa bandera.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria, Socialismo o Muerte!
¡Venceremos!