Las claves del socialismo, están presentes en las prácticas colectivas cotidianas, la cooperación, el amor y lo común. Pero no se trata tan sólo del ejercicio de una voluntad ético política, el socialismo es, en primer lugar, el resultado de las condiciones materiales “producto del movimiento de lo real”. Advierte I.. Mészáros que “la revolución socialista no pode ser concebida como un acto único. No importa cuán radical es su intención. Debe ser consistentemente autocrítica, es decir, una Revolución Permanente. Así, el objetivo real de la transformación socialista-más allá de la negación de El Estado y las personificaciones de El Capital- sólo puede serlo el establecimiento de un orden metabólico social alternativo autosuficiente. Para Marx, el socialismo es, “el reino de la libertad que siembra de comunismo a la vida cotidiana”.
En su crítica a Lukás Historia y Conciencia de Clases, István Mészáros habla de un socialismo que sea abolición de la propiedad privada de los medios de producción; “una adecuada imagen de la totalidad”, al liquidar su efecto de superficie: La división jerárquica del trabajo. Esto no se logra por la creación de nuevas formas abstractas de propiedad, como la propiedad estatal, donde los trabajadores son meros acompañantes del proceso; sino apostando por un nuevo modo de producción. Se aproxima a Gramcsi, al postular la necesaria revisión de la experiencia de las comunas y los consejos obreros, entre los que destaca El Bienio Rojo de Turín, de 1920 al 23. El socialismo es, para él, una visión de la totalidad por medio de la acción directa de los trabajadores, en la posesión de la propiedad en términos de Marx; además de la producción, el control, y la decisión; a partir de la posesión (que no la propiedad, ahora en manos de la sociedad, léase bien) efectiva de los medios de producción, para la abolición progresiva pero inmediata de las jerarquías y la división del trabajo. Esto quiere decir, generalización de las tareas, reducción de la jornada, planificación centralizada, pero con participación democrática directa por parte de los trabajadores de La Comuna.
Así comienza I. Mészáros, el capítulo 19 sobre La Comuna y La Ley del Valor, en su libro Más Allá del Capital. Advierte: “Un fracaso en la puesta bajo control de las fuerzas que reproducen los inocuos parámetros estructurales del capital y su régimen de toma de decisiones jerárquica, condena al socialismo, en el mejor de los casos al estancamiento y al fracaso”. Se pregunta: ¿Puede la fábrica ser vista bajo la visión positivista de una supuesta y pretendida “neutralidad técnica”? ¿La empresa capitalista y su lógica, puede producir en y para el socialismo? ¿Cambiar la propiedad privada hacia propiedad estadal es garantía de socialismo? ¿La tecnología obedece a un principio metafísico de “libre intercambiabilidad”? ¿En qué consisten entonces las nuevas relaciones sociales de producción?
Se responde, que la lógica del socialismo soviético es perversa y profundamente burocrática, porque asegura que la transición se mantenga indefinidamente; y que la lógica burocrática de la división técnica y jerárquica del trabajo, quede intacta en el mundo de la producción al filtrarse completa hacia el partido.
La crítica de Mészáros se extiende al texto de Lukás, Presente y Futuro de la Democratización. En donde, según Mészáros, confina la transformación revolucionaria del modelo productivo, “al asunto de una categoría metafísica: La división realista del trabajo entre Estado y Partido. Este es el origen de las elites burocráticas en los socialismos fracasados del Bloque del Este. Allí se puede ser capitalista en la producción y socialista en el reparto; garantizada la operación por la ética de los funcionarios y la dirección vigilante del partido”. La visión de la lógica capitalista bajo el espejuelo de una pretendida “neutralidad técnica” de las fuerzas productivas, hace ininteligible la totalidad del proceso; triunfa el particularismo, al reproducir a perpetuidad la división del trabajo, parte esencial de la producción de Valor de Cambio.
Esta miopía apuesta al Estado y deja de lado al Marx de Los Grundrisse: “La organización del trabajo directamente general de La Comuna, convierte en irónico seguir hablando de trabajo en donde hay actividad humana libre y general”.