Los cambios revolucionarios que se producen en febrero de 1999 abren una etapa de actividad desbordante de clases sociales y fuerzas políticas en presencia. Venezuela va a realizar una transformación para ponerse al ritmo de la sociedad socialista, para echar por la borda el lastre de tantos años de gobiernos ruinosos y mal concebidos de la burguesía. Sin embargo, por causas que intentaremos ver, las estructuras arcaicas permanecen en pie tras quince años de choques y conmociones. ¿Perderemos la revolución? Desde ese momento, los políticos puntofijistas y sus derivados pactaron con las clases tradicionalmente dominantes en el país y con el imperialismo para crear el caos.
Contra lo que algunos comentaristas ligeros hayan podido afirmar, la Venezuela de estos años revolucionarios no conoció ningún colapso económico. El desarrollo de las fuerzas de producción siguió su proceso desigual, pero ininterrumpido. La producción petrolera tomo nuevo auge. La balanza comercial va disminuyendo progresivamente su déficit hasta cambiar su signo negativo por el positivo. El volumen total del comercio exterior también aumentó, salvo el “bache” experimentado por el golpe de facto en 2002. Y téngase en cuenta que esta recuperación comercial, coincidía, con una crisis económica del capitalismo imperialista.
Las antiguas inversiones que repatriaban sus beneficios a los países de origen, así como el aumento considerable de la Deuda exterior en esa época de los gobiernos IV republicanos, hicieron que la balanza de pagos fuera desfavorable. Los sucesivos gobiernos creían cerrar las brechas abiertas con el remedio momentáneo de nuevas inversiones y crédito exterior, medidas que, a la larga, no hacían sino gravar más y más la economía y la Hacienda venezolana.
Obvio es decir que los fenómenos de desarrollo más arriba indicados en modo alguno cambiaron las bases de la economía venezolana. Por ello no es extraño oír que esos años fueron “malos para los negocios”. Se entiende por “negocios” la especulación y el movimiento de Bolsa de títulos de la Deuda, las transacciones de bienes inmuebles, etc. En efecto, las clases del antiguo régimen detentadoras de riqueza se mostraron reacias a toda actividad económica, afluyeron a cambiar el bolívar contra el dólar y, por razones políticas hostilidad contra el gobierno Bolivariano.
Otros lucrativos negocios como el de la construcción (algunos adinerados querían emular las hazañas de la época mayamera) se resintieron cada vez más. Añádase a eso que el Gobierno tuvo que suspender el dólar libre, la pluralidad de bancos de emisión fue suprimida y dicha función se convirtió en privilegio del Banco Central de Venezuela. Medida esta como tantas otras, dictada por las necesidades inmediatas.
Los capitales estaban a precios fabulosos. Distraídos en las continuas operaciones de Cadivi, y en la compra y venta de efectos públicos, donde obtienen cuantiosas ganancias, no se prestan a favorecer la industria, ni la agricultura. La acumulación agraria había engendrado un capitalismo usurario. En cuanto al problema de la agricultura, siguió siendo para los gobernantes liberales tan sólo un problema de represión y de fuerza pública. Durante esos años, el nivel de vida de la población trabajadora, tanto del campo como de la ciudad, soportaba las consecuencias de un liberalismo a ultranza que dejaba las manos libres al patrón.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!