El artículo de Nicmer Evans intitulado: ¿Hay esperanzas? Plantea una insoslayable verdad en cuanto a que estamos en una crisis por demás palpable y que nuestra base social sigue siendo grande y luchadora, pero no estoy de acuerdo con Nicmer en que “La esperanza está en esa base crítica y autocrítica que se organiza…” o en “…la preocupación de los militantes revolucionarios por dar respuesta a las demandas sociales, aún a pesar de la ineficiencia e ineficacia de las instituciones públicas…” A mi manera de ver ésto y el resto de lo que describe Nicmer como esperanzador, no son más que la herencia que nos dejó Chávez, y que podemos perder en cualquier momento.
Cuando Chávez le tendió la mano a nuestro pueblo y le abrió los ojos, en ese momento sí abrió una esperanza de transformación; cuando le arrancó la mácula que el capitalismo le puso a las expresiones: revolución y socialismo; desempolvó el anti-imperialismo, el color rojo y sobre todo sacó de la fosa de la indiferencia al nacionalismo y al amor patrio. Chávez levantó una esperanza. Nosotros lo que pudiéramos estar presenciando en este momento, es la muerte de esa esperanza, cuando vemos, como dice Nicmer “…de sectores que anteriormente coreaban la consigna “Con hambre y sin empleo, con Chávez me resteo” y que hoy muestran gran molestia por los niveles de ineficiencia e ineficacia de las instituciones públicas, la incapacidad de contener la tan mentada “guerra económica” y el desate, después de haber solicitado una ley habilitante para luchar contra ella, de la corrupción que se refleja en lo ostentoso y vulgar de la riqueza de algunos funcionarios y exfuncionarios que en su vida, con el salario de empleado público, hubiesen soñado acumular…” Y en esta foto tomada por Nicmer, lo que a mi juicio, toca la médula del problema es cuando expresa: “…la sordera se multiplica, la desconexión de la dirigencia con la base revolucionario y con el pueblo se incrementa, ya que entre otras cosas se limita o restringen los espacios críticos y autocríticos…”. Y en este punto, aprovecho para exponer mi segundo aporte al Tercer Congreso Nacional del PSUV.
La esperanza la tengo yo en este III congreso del partido, porque estoy convencido que la herramienta más eficiente para vigilar el buen rumbo de la revolución, es el partido. Un partido que no esté dirigido por quienes dirigen el gobierno, porque eso mata la crítica. Un partido que al estar en cada rincón de la geografía nacional sea el verdadero sensor de la eficiencia y eficacia del gobierno en sus distintos niveles; además de ser coadjutor de la organización e impulso del poder popular. Un partido que practique en lo interno, la democracia que pregona por fuera (eso elimina la hipocresía en la acción y el doble discurso). El partido debe ser los oídos y ojos del gobierno y la mejor conexión con el resto del pueblo.
Ya basta que el partido siga siendo una simple herramienta electoral, porque el resto del tiempo está acéfala debido a que su dirigencia está dedicada a la acción de gobierno, y por supuesto no tienen tiempo para dirigir el partido.
Es el partido que en permanente contacto con el pueblo y en permanente formación de sus cuadros a través del trabajo político, la discusión y el estudio fortalece la acción del gobierno.
Claro; yo parto de una visión socialista de partido, porque si lo que tenemos es un gobierno anarquista o de derecha, entiendo que no crean en el partido.
Quiero dejar claro que el partido no es un fin, es una herramienta y el gobierno también lo es. El fin es la nueva sociedad socialista. La combinación, en equilibrio, de pueblo-partido-gobierno es la que nos va a garantizar el fin.