El recién convocado Congreso ideológico del PSUV, no puede – ni debe- ser minimizado o ignorado, tanto por la oposición como quienes militan en el proyecto bolivariano. Para la oposición representa un reto, pues en el Congreso se debatirán las líneas de acción estratégica del principal partido que sostiene al Gobierno de Nicolás Maduro. Ocurre además en un momento de gran tensión interna, entre las diversas fuerzas y componentes que conforman la Mesa de la Unidad, que se debate entre tendencias ansiosas de poder. Para los militantes del Proyecto Bolivariano, el Congreso debe abarcar algunos tópicos significativos, entre ellos la naturaleza del partido y su estructura, la forma de coexistencias de las tendencias ideológicas y finalmente, el accionar en la construcción del poder popular y la política anti-capitalista. Cada uno de esos elementos, merece un comentario preciso.
Con respecto a la naturaleza del partido y su estructura, lo primero sería plantearse la modificación profunda de lo establecido en el Libro Rojo, en su artículo 4, sobre los principios organizativos, donde se establece el centralismo democrático como principal elemento. Es esté un factor profundamente perturbador del funcionamiento democrático de la organización, pues ese centralismo democrático ha sido asumido en forma ortodoxa, donde las decisiones de lo que se ha dado Alto mando Cívico-militar – que es una estructura inexistente formalmente- han sido ejecutadas y obedecidas en forma inmediata y ciega. Por otra parte, el propio articulado establece la “necesaria rendición de cuentas ante la propia dirección y ante el pueblo”, aspecto éste que ha sido permanentemente ignorado, atentando contra la propia estructura declarativamente democrática del PSUV. Sobre los métodos de toma de decisiones, es imprescindible la eliminación de la cooptación establecida en el artículo 5 del Libro Rojo, pues ha quedado demostrado que su aplicación se ha traducido en un anquilosamiento de ciertas tendencias ortodoxas y pragmáticas, que atentan contra el carácter declarativamente revolucionario y socialista de la organización. Un aspecto clave de la organización, es el establecido en el artículo 9, de los deberes del militante, sobre todo en lo referente a la formación dentro del sistema ideológico del PSUV. Este aspecto es quizás uno de los más ignorados. Ningún – o pocos- miembros de las direcciones regionales, municipales y parroquiales ha cumplido con este aspecto, señalando una peligrosa tendencia pragmática que viene imponiéndose, bajo la denominación del “tareísmo” y el burocratismo ortodoxo, que cobija – y mimetiza- la corrupción en las funciones públicas.
El PSUV debe lidiar con el hecho muy peligroso que la estructura del Estado capitalista, burocrático y clientelar ha ido absorbiendo la propia estructura organizativa. Eso queda comprobado tenazmente en los delegados electos, casi un 80% son funcionarios nacionales, estadales o municipales que yuxtaponen las funciones políticas del PSUV con funciones públicas. Sobre el peligro de esto, ya había hablado Gramsci en innumerables partes de sus escritos políticos.
Un segundo aspecto, es el referido a las formas de coexistencia entre las tendencias ideológicas que existen hacia lo interno del PSUV. Esas tendencias son de dos tipos. Una primera – que en mi criterio debe ser impulsada- que se produce acerca de los “ritmos” y dinámicas de construcción de la praxis revolucionaria, es decir, sobre las formas de construcción de la acción anti-capitalista en las estructuras no sólo económicas, sino en lo que Ludovico Silva – y Marx antes- denomino el discurso de la dominación. Esta tendencias se presentan entre quienes tienen una visión ortodoxa y dogmática, impregnada de la experiencia cubana y soviética y de quienes postulan una alternativa en la construcción de un socialismo democrático – no socialdemócrata- del socialismo del siglo XXI. La segunda tendencias, es la surgida entre quienes no postulan un debate ideológico, sino otro debate sobre espacios de poder y beneficios, típicamente liberales (aunque no lo declaren así). En esta tendencia entran los burócratas y clientes, que ven la acción del PSUV y su secuestro por la estructura del Estado, como una oportunidad para enriquecimiento y la reproducción de espacios de poder de dominación. Es quizás de donde proviene el mayor peligro para el futuro de esa organización política. La relación entre las tendencias debería ser resuelta mediante procesos de consulta interna ampliamente democráticos, pero eso significaría primero democratizar la propia estructura interna del PSUV que nació estigmatizada por la cooptación no democrática, en la elección de los dirigentes regionales, municipales y parroquiales.
Finalmente, queda el tema de la construcción del poder popular, que pasa por la democratización interna y la imposición del poder popular como el mecanismo esencialmente democrático de toma de decisiones públicas y por supuesto, el tema de la política anticapitalista. En este punto debe reconocerse el fracaso en la construcción de una alternativa anti-capitalista y que se demuestra en el hecho que la estructura económica del país es cada vez más dependiente de la lógica rentística. De hecho el problema que enfrentamos ahora es que la exportación de petróleo aporta el 98% de los dólares de la economía y los sectores “productivos” solo el 2%, pero consumen –y piden- a través del SICAd cerca del 80% de los dólares del Estado.
Dr.