No es fábula, la amenaza de intervención directa o simulada contra Venezuela es una realidad clara. Está en marcha y las columnas de tanques y aviones mediáticos así lo demuestran. No disponemos para nuestra defensa de armas sofisticadas, ni poderosos ejércitos que garanticen nada. La única defensa que tenemos radica en nosotros, en nuestra unidad y convicción. ¡Sólo el pueblo salva al pueblo! Nunca como ahora se hace más contundente la conseja de que “pueblo unido jamás será vencido”. Es, por tanto, en la unión del pueblo donde esta nuestra posibilidad de supervivencia. Conciencia, claridad de objetivos, pasión, decisión, reciedumbre, convicción y firmeza, he aquí la clave para nuestra defensa.
Nada es más nocivo contra esa unidad necesaria que el desencanto, la desilusión, el desaliento o la decepción que anida en el pueblo cuando el postulado teórico o la promesa rueda por el suelo aplastado por el mal ejemplo de un funcionario corrompido, indolente, soez e incluso saboteador. Con temblor y horror estamos viendo el impacto que funcionarios enriquecidos, exhibiendo la riqueza con desfachatez grotesca, tienen sobre la fe y la esperanza de un pueblo cuyo único y último refugio es su fe en Chávez. A la larga de poco servirá la indiscutible moral del Comandante, le gente terminará perdiendo la fe. Casos y casos, abundan en los periódicos, las pantallas de los televisores o los programas de radio. Una procesión de miserias, de gente llorosa que reclama haber sido engañadas y manipuladas por funcionarios de cuarta o quinta categoría. Desfile de miserias explotado hasta el desgarramiento por los medios conspiradores, Algo demoledor que se debe terminar. No habría mensajero sino hubiese mensaje. Es verdad que los medios hurgan en las miserias…pero las encuentran porque las hay.
La flamante Asamblea Nacional tiene una indeclinable tarea. No hay excusas. Estoy persuadido de que, tirios y troyanos, en su corazón, estarán de acuerdo. Hay que legislar de suma urgencia contra la corrupción. Una ley inapelable, dura y eficaz que posibilite y de vida a una verdadera contraloría social. ¿Cómo? De la única manera que se puede. El pueblo organizado debe tener el derecho de exigir cuentas y, además, obtener y verificar resultados. Sin recovecos jurídicos. Invirtiendo la carga de la prueba. Cualquier persona cuyo nivel de vida sea superior a sus ingresos legítimos debe demostrar el origen de esos bienes y entre tanto es culpable. Para la tranquilidad de muchos, así lo hizo el sistema fiscal de los EE.UU., por años. Con todo respeto visitaban la vivienda de un ciudadano y éste debía demostrar el origen de sus riquezas o ser procesado por un inclemente sistema judicial fiscal.
Un funcionario que devenga un sueldo de dos o tres millones de bolívares al mes debe demostrar el origen de una camioneta de 40 millones o un apartamento de 200. Si estos bienes son bien habidos…disculpe usted la molestia, la patria se lo agradece… y si no puede demostrarlo, usted es culpable, se le confiscan sus bienes y va preso. Nada que no hubiese propuesto el mismo Simón Bolívar, sólo que él, más profundo y radical no proponía la cárcel sino el paredón.
Mientras no se haga, estos canallas seguirán destruyendo los sueños de libertad, justicia e igualdad de un pueblo. Estos canallas seguirán llevando agua a los molinos de la contrarrevolución. Estos canallas, además, seguirán proveyendo de piedras a las resorteras de quienes disparan a la Revolución desde este lado de la trinchera. Otro frente que hace vida en los medios revolucionarios y que siembran desazón con cada oportunidad que se les presenta. Si no se hace algo radical, seguirán causando división, desaliento y tristeza. Estos canallas corruptos facilitarán el camino para el retorno de los brujos. No podemos permitirlo.
Debe cambiarse un sistema jurídico que permite dos aberraciones imperdonables. De un lado, que las denuncias legítimas no hallen el curso debido, y del otro, que cuanto conspirador, abierto o disfrazado, haga denuncias al boleo para después no confirmarlas sino causar el efecto mediático pretendido. Sólo durante el 2005, miles, ¡léase bien!, miles de denuncias mediáticas jamás fueron confirmadas por los “denunciantes” cuando fueron invitados a confirmarlas. La inmensa mayoría escurrió el bulto tras la pantalla de fuentes que no deben revelarse, o el muy socorrido…a mí me dijeron.. ¡Ya basta!. Compatriotas de la Asamblea Nacional…a grandes males, grandes remedios…¡dispongan ustedes de las cámaras!.
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