En mi país, Venezuela, sistemáticamente se ha hablado de crisis como un estado permanente de condiciones sociopolíticas, y en especial económicas. Recuerdo que desde siempre, pero más aún desde el viernes negro (fuerte devaluación de la moneda en el año 1983), y aún más desde el “Caracazo” (fuerte protesta social no controlada del año 1989), la incertidumbre sobre nuestra identidad nacional, y el rol histórico de nuestra nación en el mundo ha generado un resquebrajamiento entre lo que podríamos llamar “expectativas creadas” y “expectativas satisfechas”.
Traduciendo estas frases, puedo insinuar que las “expectativas creadas” son aquellas ilusiones que se generan como consecuencia de las posibles acciones que ofrecen realizar los actores políticos de poder institucional dentro del sistema político, y las “expectativas satisfechas” son aquellas ilusiones efectivamente logradas, en función de generar mejor calidad de vida a los ciudadanos.
De aquí es posible que se puede desprender una nueva duda, ¿qué es un sistema político?, nuevamente, y sin pretender hacer teoría política, podría afirmar que un sistema político, es aquel conjunto de actores, instituciones y valores ciudadanos que en una pretendida armonía, generan la estabilidad recesaría para producir condiciones para el desarrollo, es por ello que en la estabilidad de un sistema político se concentra gran parte de la llamada “gobernabilidad”.
La amplia separación o apertura de la brecha existente entre las expectativas creadas y las expectativas satisfechas, conduce a las condiciones idóneas para la generación de un estado de crisis dentro del sistema político. A su vez, esta crisis puede ser de dos tipos centrales (entre tantas categorizaciones que pudiera darle). La primera sería una crisis convulsionante y la otra de tipo estructural. La primera es una crisis coyuntural, que el ideado sistema puede atender rápidamente para reestablecer el orden, el segundo tipo de crisis es una crisis tan profunda que el sistema solo puede aproximarse a posibles soluciones que terminan siendo atenuantes transitorios que van generando mejores condiciones para ejecutar soluciones a mediano o largo plazo, pero generalmente termina generando grandes desestabilizaciones que solo se pueden superar cambiando el sistema en si mismo, lo que no garantiza la vuelta a la armonía necesaria para el desarrollo.
En Venezuela, desde que se dijo que el gobierno de Rafael Caldera (segundo período de gobierno, como consecuencia de una coalición llamada “chiripero”, que podríamos definirlo como un gobierno socialcristiano junto a algunos sectores de izquierda moderada entre 1993 y 1998) era un gobierno de transición, teóricos políticos venezolanos como Eladio Hernández, han hablado de la necesaria transición del sistema político venezolano sin hablar de los objetivos de este sistema.
Para ese momento, y aún en la actualidad, le antepuse al profesor Hernández la necesaria transformación más que la consolidación de una transición, ya que la transformación es una aventura con objetivos y una transición tal como fue definida por Hernández para ese momento, no planteaba ningún objetivo claro. Las crisis para generar transformaciones son populares, las transiciones son crisis manipuladas para la imposición de objetivos generalmente no populares.
En este momento Venezuela vive una profunda transformación, como consecuencia de una crisis estructural, esta transformación pretende aproximar las expectativas creadas con las satisfechas, a través de una serie de políticas con un objetivo claro, un objetivo socialista en proceso de construcción desde lo popular, y quien vive una verdadera crisis es el sistema de partidos políticos venezolano.
Según la caracterización que acabo de realizar, dentro del sistema político existen actores que generan la supuesta estabilidad y consolidan la seudogobernabilidad necesaria para el desarrollo, y uno de esos actores en conjunto son los partidos políticos, además, dentro de esta teoría sistémica, donde todo pretende tener un orden preciso, existe la posibilidad de ordenar subconjuntos y llamarlos sistemas en si mismos, ese es el caso del sistema de partidos políticos, que forma parte de un sistema más amplio, el sistema político, que posee sus propias dinámicas, y necesita de su propia armonía para aportar al sistema superior.
Desde Duverge se afirma que el centro fundamental de equilibrio de un sistema político democrático radica en su sistema partidos políticos, pero lo que no contó Duverge fue en que tipo de democracia el sistema de partidos era lo fundamental. En una democracia representativa los intermediadotes entre los ciudadanos y el Estado lógicamente son imprescindibles para garantizar la estabilidad, pero en un laboratorio para el desarrollo de una democracia participativa, los intermediadotes parecieran tener otro lugar ya no tan fundamental.
En especial, aquellos partidos poco adaptables a los cambios y carcomidos por un sistema de corruptelas producidas por la concentración de poder que genera la mediación excesiva de las demandas ciudadanas, no podían menos que implotar ante la consolidación de una democracia participativa, que pareciera ya no necesitar de esa vieja estructura, tal como ha sido concebida.
En este saco implosivo ya han caído los partidos tradicionales de Venezuela, tales como Acción Democrática, COPEI, MAS, y partidos nuevos pero viejos en sus estructuras, tales como Proyecto Venezuela o Primero Justicia, y es posible que partidos como el MVR (Movimiento Quinta República), PPT (Patria para Todos), o PODEMOS, puedan inevitablemente caer en este dilema si no se dimensiona una nueva forma de estructurarse y se deslastran de modelos partidistas del pasado.
Este análisis continuará…
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