La historia de Anayansi Jiménez compañera de Fabricio Ojeda cuando lo capturaron en 17 junio de 1966, es una de las tantas que componen el sin número de memorias que han sido borradas y silenciadas por el status quo desde que el terrorismo de estado se impuso en Venezuela en las décadas anteriores a 1999.
Anayansi fue la joven compañera de Fabricio que ayudó al movimiento insurreccional de los 60 a transportar insumos para la guerrilla, refugios y atención a los combatientes que se arriesgaban a bajar desde la montaña a la ciudad de Caracas y entre esos estuvo Fabricio, con quien había mantenido un contacto sentimental desde tiempos de estudiante en los momentos más difíciles del año 1962, brote de amor que nunca murió.
Cuando Fabricio llega clandestinamente a Caracas a finales de 1965 o principios de 1966 para continuar la lucha fuera del país y regresar para incorporarse de nuevo, que no para entregarse, como dijeron algunos, llega en búsqueda de ayuda de sus viejos colegas y amigos, es allí cuando Mario Matute Bravo le sede su casa en Playa Grande en Catia La Mar, la Guaira frente a las playas del agitado Mar Caribe.
A esa casa llega, con todos los resguardos de seguridad, Anayansi Jiménez, el día 14 de junio de 1966 y Fabricio la recibe con un verso: Esta mujer que siente lo que siente y está sangrando por mi propia herida, tiene la forma justa de mi vida y la medida de mi pensamiento. Un fragmento del poema Soneto enamorado de Francisco Luis Bernadez que deja claro la humanidad de quien le tocó primero infiltrarse en el monstruo de la dictadura de Pérez Jiménez y luego erigirse por méritos como Presidente de la Junta Patriótica a la edad de 29 años, el 23 de enero de 1958, para luego con dignidad subir a las montañas guerrilleras del occidente de Venezuela, a arriesgar su vida por lo que creía, una patria liberada.
El día viernes 17 de junio, ambos salen detenidos, esposados, desde aquella casa junto a Matute Bravo y Tulio Dugarte. Anayansi vería el mar, quizás buscando fortaleza en el infinito de las ideas que toda la vida ha cultivado en la utopía de una felicidad posible, la misma que soñó Bolívar.
La valentía que guardaba su pecho juvenil se enfrentaba a la incertidumbre del destino a la cual la dirigían los captores comandados por el mayor del Servicio de Inteligencia de la Fuerzas Armadas Jesús María Graterol Hernández, quien de inmediato fue ascendido a Teniente Coronel, premio con el que pagaban a quienes atrapaban a combatientes guerrilleros en los gobiernos farsantes de los partidos Acción Democrática o Copei, avaladores del terrorismo de estado.
¿Cómo se llama? ´preguntó el captor a la hermosa joven de rostro terso y cejas fruncidas No, se fue la respuesta como un rayo que sorprendió confusamente a Graterol Hernández. Ella mira a Fabricio y un breve gesto bastó para indicarle que aquella respuesta era la correcta, hasta que fueran llamados sus familiares para saber que habían sido detenidos.
Tres días pasan en aquellos espacios de encierro en el Palacio Blanco y Anayansi es retirada el día 19 hacia el Cuartel San Carlos, bajando del piso superior preguntó porque no se llevaban a Fabricio, a quien había visto desde el pasillo por última vez. Hubo una respuesta vaga: Ël también ira. Fue una mentira, nunca más lo vio.
Y nunca fue, lo próximo es haber escuchado la trágica noticia de la muerte del joven líder revolucionario por un supuesto suicidio el día 21 de junio de 1966.
Solo a través de la astucia de un periodista amigo de Fabricio Ojeda, un reportero de la revista Elite cuyo nombre queda grabado para la memoria como Víctor Manuel Reinoso, quien se hizo pasar por abogado defensor de Anayansi Jiménez Febres, para que el mundo supiera, que aquel a quien el Che Guevara nombrara como uno de los dignos combatientes de las guerrillas venezolanas, no se había suicidado sino que había sido asesinado porque el régimen le tenía temor a la estatura ética y épica de un líder revolucionario como Fabricio Ojeda.
Hoy la Comisión por la Justicia y la Verdad, la Fiscalía General de la Nación en Venezuela y el pueblo venezolano solicitaron un recurso de revisión que el Tribunal Supremo de Justicia aceptó para reabrir el expediente de la sospechosa muerte de Fabricio Ojeda y lograr la justicia por la que la misma Anayansi, igual que sus familiares, han esperado por más de 40 años.
Ella sigue igual, con las mismas ideas que le inspiraron amor por la patria de Bolívar y de Chávez y el recuerdo eterno de quien fuera su compañero de lucha y pasión por la vida y la esperanza de ver una Venezuela liberada, y soberana.- Ella sigue diciendo como lo escribió en aquella entrevista de 1966: Venezuela tendrá muchos Fabricios.