El perspicuo historiador colombiano Jorge Ricardo Vejarano, en conferencia dictada en el salón de sesiones de la Academia de Historia, de Bogotá, dice acerca de la Convención de Ocaña: Es necesario tener en cuenta que en nuestra geografía política aquella Convención marca el pico más agudo, la eminencia indiscutible, el divortio aquarum de dos corrientes ideológicas que de allí se derivan y pesaron y seguirán pesando inexorablemente en los destinos de los pueblos que formaron la Gran Colombia. Hacia un lado corrieron y corren las maneras autoritarias del campamento, las prácticas expeditivas, el culto del hecho, la reverencia al hombre de mano pesada y palabra sin réplica. Hacia el otro lado corre ¡Ah!, nosotros, colombianos, sabemos bien lo que corre. La democracia basada sobre un exagerado legalismo. El culto del derecho, la Academia de la exégesis, la red inmovilizadora de los Códigos, el Pontífice de la toga y aún en veces de la chicana y el sofisma oficiando augustamente entre el disimulo y la reserva mental. El porvenir dirá en cuál de los dos ambientes se formará primero una verdadera conciencia moral. Bolívar y sus amigos, Santander y los suyos personifican en la Convención las dos ideologías. (Nota de J.E. Machado)
Luego del fracaso de la Convención de Ocaña, donde se reunieron los Congresistas para quitarle al Libertador el mando. El Congreso quedó sin efecto y como la Constitución de Cúcuta había sido derogada no había más autoridad que Él. Un levantamiento popular en Bogotá capitaneado por el Gobernador de Cundinamarca, que había recibido su mando del Consejo de Ministros y del propio Congreso, declaró sin lugar la Convención de Ocaña y con el apoyo del pueblo y de las fuerzas vivas, declaró a Bolívar dictador.
A menos de un mes de haberse declarado Bolívar dictador por aclamación general, su popularidad sufrió un giro de 180 grados. La gente a su paso guarda un silencio hostil. Muchos se dan vuelta al verlo. Lo acompaña en su paseo matinal el cónsul inglés.
Un letrero a carbón dice: ¡Abajo el Dictador!
Alguien grita: ¡Abajo Bolívar!
Libertador: ¡Cuán rápido cambia la voluntad de los pueblos cuando son manipulados! Cuán desgraciado me siento al hacer este papel de dictador que la salud de mi patria me obliga a asumir.
Manuela Sáenz: Mira que esta gente es bien malagradecida. Están furiosos contigo porque saliste de Santander, enviándolo de Embajador, cuando lo justo hubiese sido fusilarlo.
Un oficial venezolano comenta: Las cosas se están poniendo feas. Miren lo que dice aquel letrero. Santander es ahora la víctima y el Libertador, el ogro. (Después de darles la Libertad) Esta gente nos detesta. Dice que somos un ejército de ocupación. Por eso es que me convenzo más que Páez tiene razón: que cada quien coja por su lado. Me temo que en cualquier momento se produzca una insurrección general y nos pasen a los venezolanos a cuchillo. Esta mañana me enteré, escuchando tras de la puerta, que Santander es el jefe de una conspiración que acaba de descubrir el Libertador
Otro oficial venezolano: ¿Dio orden de arrestarlo?
Un oficial: No, el Libertador dijo que eso era muy peligroso que lo mejor era el exilio dorado Lo nombró Embajador en los Estados Unidos
Otro oficial: El Libertador piensa en todo, pero eso es como pretender matar a un tigre con una rosa.
Es la noche del 25 de septiembre de 1828. Bolívar, en su alcoba del Palacio de San Carlos en Bogotá, se encuentra recluido en su habitación preso de un terrible resfriado. En saco de dormir y gorra se ve inmensamente viejo y enfermo. Toma un brebaje y piensa en Manuela, a quien luego de la última trifulca ha enviado a buscar con su mayordomo José Palacios, a través de una esquela que, como siempre, dice: ¡ven, ven!
Ocho hombres corren hacia la puerta de la habitación de Bolívar. Manuela Sáenz, le grita ¡Corre, Simón! Vienen a matarte Salta a la calle por esa ventana.
Bolívar salta a la calle por el balcón. Los golpes contra la puerta arrecian. Manuela, en camisón de dormir, los espera con valentía. La puerta finalmente cede. Entra el militar venezolano Pedro Carujo, pistola en mano y en actitud amenazante: ¿Dónde está Bolívar?
Manuela: En el salón de conferencias.
Los conspiradores van hacia donde les señala Manuela y regresan indignados. Carujo la derriba de un puñetazo y la da una patada en la cabeza. Entra el legionario Fergusson, y Carujo lo asesina de un pistoletazo. Bolívar no está aquí. ¡Huyamos!
Los asesinos huyen por los corredores. Se oyen disparos por todas partes.
Bolívar, al huir del Palacio de San Carlos, se refugia bajo el puente de San Agustín. El agua helada le llega a la cintura. Grupos de gente armada pasan sobre su cabeza dando mueras a su nombre. Bolívar tirita de frío. Una descarga cerrada en el otro extremo hace huir a sus enemigos. Son tropas adictas que dan vivas al Libertador. Sale de su escondite, pide un caballo y, rodeado por las fuerzas leales, llega al Palacio de San Carlos.
La gente, al saber la noticia, inunda el Palacio de Gobierno para darle su apoyo al Libertador. Entre los primeros que llegan está el propio Santander:
Santander: (Uribe) Dios sea loado por haber metido su mano, salvando a su Excelencia de tan viles asesinos. Santander tendió su mano al Libertador y éste se la rechazó con evidente desprecio.
Manuela Sáenz, encolerizada grita: No seáis hipócrita, Santander. (Uribe) Todo esto es obra vuestra. Sois el jefe de la conspiración y de los asesinos.
Santander: (Uribe) Pero ¿qué dice usted? Yo soy el más leal servidor de su Excelencia. Y con su venia me retiro; no está en mí soportar tales ultrajes.
Bolívar acompañado de sus generales, se encierra en su despacho. El general Córdoba le comunica que entre los conspiradores está el francés Hormant. ¿Queréis verlo? Afuera lo tengo con el canalla de Pedro Carujo
Entran los dos prisioneros llevados a empellones por la guardia. Bolívar, melancólico, pregunta a Hormant: ¿Qué os he hecho, amigo Hormant, para que queráis destruirme?
Hormant: No es a vos a quien queremos destruir, sino el sistema de gobierno.
Perú de la Croix salta al cuello de Hormant e intenta estrangularlo. Bolívar da orden que se lleven al legionario traidor. Pedro Carujo se arrodilla: (suplicante) Perdonadme, Excelencia. Fui víctima de la intriga. Yo os diré el nombre de todos los conspiradores: Santander y el almirante Padilla son los jefes; Florencio González el marido de la Bernardina Ibáñez, (antigua amante de Bolívar) es el otro.
Bolívar acusa el impacto de la revelación. No tanto por Santander sino por Padilla, el héroe de la batalla naval de Maracaibo, su leal amigo y compañero desde los tiempos de Jamaica. El vencedor de los españoles en Cartagena. El segundo Almirante, a quien le otorgó el título. ¡Padilla! ¡Mi buen y leal amigo!
Urdaneta: ¿Y qué piensa hacer, Libertador?
Libertador: Renunciar Renunciar Sólo yo soy el culpable de tanto malestar No quiero saber más de este asunto Que pongan en libertad a los prisioneros que cesen los interrogatorios
El general Urdaneta le dice: No podéis hacer eso, Libertador. El perdón de los culpables y vuestra renuncia sería reconocer que vuestros enemigos tenían razón.
Un Consejo de guerra encuentra culpables a Santander y a Padilla. La sentencia es la pena de muerte.
Los ministros del gabinete interceden por Santander: Apelamos a vuestra magnanimidad para que conmutéis la terrible sentencia por destierro a perpetuidad. La paz pública así lo exige.
Libertador: ¿Por qué he de perdonar a Santander cuando no me pidieron lo mismo para con Piar, ni ustedes hicieron otro tanto con el negro Leonardo Infante, ni con Padilla? ¿Será por el hecho de que estos sean venezolanos?
Ministros: (Soberbios) Hace un año perdonasteis a Páez, que era vuestro compatriota y tan culpable como Santander.
Libertador: (Resignado) Sea todo por la paz de Colombia. Santander será expulsado de por vida del territorio nacional.
El General Urdaneta, le dice: El día que perdonaste a Páez condenasteis a muerte a la Gran Colombia; vuestra decisión sobre Santander es el final.
A Padilla y los otros culpables se les ahorca en la plaza Mayor.
Las noticias se van sucediendo una tras otra:
El general Antonio José de Sucre ha sido echado de Bolivia por una insurrección. Está gravemente herido. Los peruanos han invadido Colombia. Obando y López han traicionado a la Patria y se han sumado al invasor.
Al poco tiempo el general Sucre, le informa: El general José María Córdoba se ha levantado en armas contra Vuestra Excelencia y ha proclamado la separación del Ecuador de la Gran Colombia.
Libertador: (pesaroso) Los diadocos se reparten el imperio antes de que muera Alejandro. OLeary, salid de inmediato a enfrentar a Córdoba.
Urdaneta me dice que las cosas andan muy revueltas en Bogotá. Los partidarios de Santander aumentan día por día. Dice que ve como única solución que me corone rey de la Gran Colombia. Y que Páez es de la misma opinión. ¡Cuán ladino puede ser el llanero! ¡Por un lado me recomienda que me haga rey y por detrás murmura que eso es precisamente lo que yo quiero hacer.
Páez y Soublette acusaron al Libertador de quererse coronar rey y declararon la separación de Venezuela de la Gran Colombia. A iniciativa de ambos se lanzó un decreto prohibiéndole entrar a Venezuela.
Los neogranadinos se reunieron y declararon a su vez la separación de su país de Venezuela y eligieron por sucesor a personas afectas a Santander. Ecuador al poco tiempo declaró su autonomía. El 8 de mayo de 1830 salió de Bogotá hacia su último destino. Pudo decir con toda propiedad: He arado en el mar.
Durante el siglo XIX y buena parte del XX las naciones suramericanas han vivido en constante pugna. Además de las endémicas guerras civiles, las naciones llamadas hermanas han vivido permanentemente agrediéndose las unas a las otras. Ecuador ha sido víctima de la rapacidad de peruanos y colombianos. Chile y Perú han vivido en constante enfrentamiento. Uruguay declaró su independencia de la República Argentina. Bolivia perdió su salida al mar y declaró la guerra al Paraguay. Brasil, Uruguay y Argentina la agredieron y fueron tantos los hombres que murieron, que hubo que declarar legal la poligamia para repoblar ese pequeño país. Los problemas no han cesado. Siguen tan firmes como desde los primeros tiempos. Colombia le ha saqueado a Venezuela inmensos territorios. La Península de la Goajira, que tantos problemas nos están concitando contra la soberanía nacional.
¿Creen ustedes con toda sinceridad que puede hablarse de la Gran Nación Suramericana?
Cito al Libertador: ¿Qué jefe puede salir airoso en su avance si lugartenientes de la retaguardia conspiran contra él? Yo siempre he sido el hombre de las dificultades o, dicho de otra forma, como buen hispano, tengo un sentido trágico de la existencia. Y aunque sabía que con aquella estructura tarde o, temprano fracasaría en mi empresa, tomé el camino del sur.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Bolívar y Chávez Viven, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!