Toda revolución está en peligro desde el mismo momento en que comienza. Por supuesto, ninguna elite, clase dominante o grupo privilegiado va a permitir que le arrebaten el poder que ostenta y a través del cual domina a los demás en una sociedad determinada.
Así pasó con la Revolución Francesa, para pasar del feudalismo al capitalismo y con las revoluciones que generaron la transformación socialista en grandes naciones como la Revolución Rusa en 1.917, la China en 1.949 y la Cubana en 1.959, el ensayo Chileno en 1970 y la Revolución Sandinista en 1.979. Todas ellas han estado en peligro desde el mismo momento en que comenzaron e incluso desde antes, es decir, desde que las condiciones económicas y políticas presuponían su desarrollo.
Incluso, algunas han involucionado, como el caso de la Unión Soviética y todo el socialismo europeo, o el llamado “Socialismo Real”, que a partir de 1.989 con la caída del Muro de Berlín las repúblicas que las constituían pasaron a la órbita del capitalismo ahora con la ideología neoliberal. Adicionalmente tenemos el fracaso del modelo democrático chileno con el golpe de estado derechista en 1973 y los vaivenes del sandinismo cuando cae el gobierno nicaragüense en 1.990 y vuelve por sus fueros, ahora por la vía democrática de nuevo con Daniel Ortega en el 2.006. China se ha mantenido, pero presa del pragmatismo socio-económico que se debate entre el socialismo en el campo y el capitalismo urbano, con grandes empresas transnacionales que explotan a los trabajadores de esa gran nación.
Todos esos procesos han estado cargados de contradicciones, de divisiones internas, pero sobre todo, de ataques de las oligarquías internas y por supuesto, del imperialismo norteamericano, que consciente, muy consciente de sus intereses estratégicos, no ha dudado en apoyar cualquier acción contrarrevolucionaria, legal o ilegal, golpes de estado directos o suaves, acciones desestabilizadoras, guerras económicas, campañas ideológico-políticas, divisiones geográficas, limpiezas étnicas, genocidios, invasiones, magnicidios, es decir, el imperialismo desata contra las revoluciones populares todo el arsenal del que dispone y eso no puede ser una sorpresa, sino que debemos contar con que así sea.
Igualmente ha estado la Revolución Bolivariana, siempre con la espada de Damocles de su derrocamiento, de su derrota. Desde que Chávez irrumpió en la escena política venezolana el 4 de febrero de 1.989 y luego con su colosal triunfo, usando las armas legales de la burguesía, en 1.998, el llamado “proceso” ha estado sometido a enormes presiones internas y externas e incluso con fenómenos climáticos en contra como la tragedia de Vargas (15-12-1999) en plena celebración del referéndum por la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
La burguesía venezolana, aliada con el imperialismo norteamericano y la burguesía de otras naciones del mundo, ha diseñado y ejecutado múltiples acciones para tratar de liquidar el hermoso proyecto iniciado por Hugo Chávez. Lo han intentado igualmente de todas las maneras: golpes de estado, movilizaciones masivas sobre todo de las capas medias de la población, salidas electorales, referéndums revocatorios, paros criminales como el de PDVSA en 2.002, alzamientos militares, manipulaciones mediáticas, campañas de odio, racismo y supremacismo, artilugios jurídicos, movilizaciones estudiantiles y de jóvenes de la ultraderecha apoyada en modelos extranjeros (Ucrania, las revoluciones de colores), guarimbas terroristas, asesinatos selectivos, movilizaciones de universitarios, la llamada “sociedad civil”, intromisión del paramilitarismo, narcotráfico, guerra económica desatada contra la moneda venezolana, acaparamiento, escasez, de productos de primera necesidad y hasta no esenciales, pero importantes para sectores específicos de la población, especulación desatada, agregándole a ello la explotación mediática de problemas sociales propios de la sociedad capitalista como la violencia criminal, la corrupción, las “colas” para adquirir productos desaparecidos y, por supuesto, la apuesta mayor, la desaparición física del líder fundamental de la Revolución, en medio de la incertidumbre (asesinato por inoculación o muerte natural por cáncer).
A pesar de todo ello, el pueblo ha resistido, se ha defendido. En medio de las confusiones ha sabido tener el tino de apoyar el proceso revolucionario. Y lo ha demostrado reiteradas veces y en las peores circusntancias. Venezuela, con Chávez al frente y Maduro en el relevo, ha logrado crear un paraguas internacional de protección a la Revolución Bolivariana, demostrado en la alianza estratégica con los BRICS, la UNASUR, MERCOSUR, CELAC, PETROCARIBE y otras alianzas económicas determinantes que han permitido que, en medio de grandes presiones y crisis económicas se hayas podido sortear y salir airosos
Todo el esfuerzo educativo de Chávez y su CAPEP (Cátedra Permanente de Educación Popular) ha permitido que hasta ahora, la Revolución se mantenga. Es importante mantener la unión cívico-militar, y entender de verdad que, a pesar de las tendencias internas que pueda haber en el proceso, no podemos anteponer intereses individuales o grupales ante el interés general de preservar el proceso de transformaciones hacia una sociedad justa, equitativa y solidaria.
Ello deben tenerlo presente el Comando Político de la Revolución, el PSUV, El Gran Polo Patriótico, las organizaciones sociales revolucionarias, los articulistas de APORREA, Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y toda la institucionalidad revolucionaria. Siempre recordar que LA REVOLUCIÓN ESTÁ EN PELIGRO Y QUE LA DERECHA NO PERDONA.