¿Cómo era en realidad el Comandante Chávez? Estamos bien enterados de sus actitudes y creencias. Conocemos su genio, la elevación sublime de su pensamiento, su talla descomunal de visionario, sus condiciones de estadista, sociólogo y político. Admiramos su desprendimiento, abnegación y sacrificio por el pueblo, su valor físico y moral, su fortaleza ante la adversidad, su férrea e inquebrantable voluntad. No se trata de presentar a un Chávez movido por oscuras pasiones, como hace la burguesía. Aspiramos presentarlo en su humanidad; desposeído de calumnias; en el justo término de lo objetivo; sin que interferencias afectivas, mitos y prejuicios deformen la realidad.
Chávez es ejemplarmente sincero en sus planteamientos ideológicos: no ahorra juicios por duros y enojosos que ellos sean. Por ser descarnadamente perspicaz acierta en sus predicciones por más que arrastre el destino de Casandra: Era genial en la fragua y en la verbalización de su juicio.
A éste Gigante el destino le convida una vez y otra a revivir en su sangre, como símbolo mágico, su momento de vida más henchido, el minuto para que nunca olvide (aquél 11A-2002) la sensación pavorosa del contraste entre el Todo y la Nada. En este minuto abrasador, la mirada de Chávez se remonta sobre todo lo que es detalle y dispersión, y vuela al infinito, y lo abraza en un ardoroso sentimiento de Humanidad.
En Chávez, el punto de ebullición de las sensaciones toca ya a lo sobrehumano. Su dicha es su tormento: siempre estado esencial comprimido como el fuego en el rayo; tan intenso, que en lo terrenal no podrían durar. Quien vive muriendo día tras día, entretejiendo la vida con la muerte, conoce un terror potente y elemental del que nada sabe la experiencia diaria de los demás; los cuerpos que jamás perdieron su contacto con la tierra ignoran lo que es el placer de flotar en el éter, como alma sin cuerpo. El concepto de la dicha del que vive tales momentos, equivale al éxtasis; su concepto del tormento, a la disolución en la nada.
Mí Comandante: La esperanza sigue aflorando y sigue con lucha revolucionaria, la misma de aquel día en que Tú partiste a reunirte con Bolívar, para formar la vanguardia de los pueblos de nuestra América, los que nunca tuvieron ni tendrán nada que perder, los que hacen la Historia y liberan pueblos, de la miseria, de la opresión y del saqueo imperialista. Tú batalla, el sacrificio, el ejemplo, ahora es más necesario que nunca. Queda sólo, Tú pueblo luchador, que no agacha la cabeza por una limosna corrupta, saqueada de su misma sangre. Éste pueblo heredero de Tu Legado que escucha tus Admoniciones. Esperando que vuelvas pronto de la misa. ¡Comandante!
Unos crean el tumulto; otros, la quietud. Chávez fija un momento de alto vivido con su pueblo. Hoy, la vida vuelve a levantar su estrépito, el tiempo corre veloz y agitado. Pero el amor, el idilio, es inmortal, porque es goce de vida, y retorna incesantemente, como el cielo azul después de la tormenta, como el eterno encanto de la vida por sobre todas las crisis y conmociones del alma.
¿Y, no están llenas de tristes reflexiones, la vida de nuestro Comandante, en que parece repetir con Don Quijote: “No sé qué conquisto a fuerza de mis trabajos?
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!