Revisando los archivos de Tribuna Popular de 1978 encontramos viejas fotos de cuando desde Guárico denunciábamos junto a Miguel Rojas los atropellos contra campesinos que sin fórmula de juicio fueron a parar al Cuartel San Carlos acusados injustamente de guerrilleros o supuestos enlaces de operaciones subversivas. Tribuna era uno de los pocos medios que denunciaba públicamente las violaciones a los derechos humanos que se cometían en Venezuela con absoluta impunidad.
Luego en Seattle, estado de Washington en 1980, de estudiante, los vínculos con los hermanos chicanos nos colocaron en la línea de defensa de las luchas del pueblo salvadoreño y nos acercamos a los pocos medios que había como “The Voice” para hacer la denuncia a través de las noticias del Granma en ingles que traducíamos para los lectores de habla hispana en aquella lejana ciudad del noroeste norteamericano en el propio monstruo como lo evocó alguna vez José Martí.
El riesgo de perder la beca de la Mariscal de Ayacucho se acercó cuando un grupo de jóvenes del Partido Comunista de EEUU fueron cercados por la policía de Los Ángeles, California, para amedrentar a quienes fuimos invitados a participar en una convención que conjugó la alegría de los latinos con la rítmica afroamericana en medio de debates y acuerdos sobre como desde EEUU se organizaba el movimiento civil por los derechos civiles para protestar por la injerencia descarada en América Latina.
Eran los tiempos cuando intelectuales mexicanos como Lauro Flores jefe del Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Washington convocaba a los latinos que por allá residíamos, para hacer periodismo literario, escuchar a Silvio Rodríguez y compartir las añoranzas y noticias de América Latina y de Venezuela que era hundida por la oligarquía radicícola un “viernes negro”.
El retorno a la tierra patria a mediados de los 80 de nuevo nos convocaba a retomar el compromiso adquirido de hacer justicia y de nuevo fue Tribuna Popular y la revista Cantaclaro que dirigía Noel Sirit, la que me permitió desplegar los conocimientos aprendidos en el norte, ahora bajo la férrea disciplina prusiana que Pedro Machado imponía en los talleres de la imprenta roja para que “las cosas salieran bien” y que eran sobrellevadas por los hermanos Farias, Gelacio y Euro que como buenos maracuchos le daban un toque fresco de aroma cervecero al olor a tinta y plomo que se respiraba en la imprenta de San Juan.
Luego la década de los 90 y la insurrección militar nos consigue en Ondas Porteñas una madrugada portocruzana reportando vía radial lo que sucedía en Caracas, hasta que se hicieron las seis de la mañana y la desesperanza nos daba abrigo para desarroparnos en alegría el diciembre de 1998. Al periodista Luis Esteban Rojas y a mí , nos encomendaron la tarea de recoger los datos en un exit pool en el oeste del Oriente para reportar a Unión Radio antes de la declaración oficial del CNE. A las 4 pm Chávez iba ganando y el resultado de las encuestas en esa subregión del país era irreversible como lo fue en toda Venezuela.
Desde entonces hasta hoy nada de lo que soñamos a cambiado, solo que el estado ahora nos pide colocar la justicia por delante, distinto a antes de 1998, cuando el estado perseguía y maltrataba, sigue siendo un estado ineficaz e inapropiado para valorar al ser humano, pero la tarea sigue pendiente: la transformación de este modelo por uno mejor, superior, el socialista, para allá vamos.
Han pasado 39 años y seguimos en lo mismo peleando por la justicia, vemos la estela del pasado y nos satisface encontrar el arado húmedo, fértil y ver los frutos de la semilla brotando por todas partes, las mismas que han regado miles de mujeres y hombres compatriotas de distintas generaciones pero de sueños compartidos.
Nada de lo que soñamos hace tres décadas atrás ha cambiado y no cambiará hasta que otros tomen el testigo y continúen la senda como lo soñó Bolívar, Fidel y nuestro Chávez.
(*) Comisión por la Justicia y la Verdad
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