Delincuencia y criminalidad

La participación que tiene en nuestra criminalidad contemporánea la herencia trágica de los primeros conquistadores y colonizadores españoles, del siglo XVI y de la primera mitad del XVII. Ellos, constituyeron por trescientos años las raíces humanas de la clase dirigente y de ese modo fundaron las normas, los arquetipos, las formas de relación y las escalas de valores de la vida venezolana. Ellos determinan de modo irreversible nuestro proceso histórico, nuestras virtudes y defectos, nuestro comportamiento y nuestra realidad. Ellos fueron la primera conciencia occidental de nuestra América y los forjadores de un mundo que despertó y creció entre sus manos. "Viajeros de Indias" son nuestros héroes, aunque se llamen libertadores, caudillos de montonera o tribunos de madrugadas trágicas.

No es necesario recurrir a estadísticas para afirmar que la delincuencia y la criminalidad en Venezuela es de la más elevada de nuestra América. La página roja de los medios de comunicación es insuficiente para dar noticias de los innumerables atropellos, crímenes monstruosos, corrupción en la administración pública y homicidios pasionales que a diario se suceden. El robo a mano armada, el cohecho, el sicariato, el secuestro, la estafa en pequeña y gran escala florecen en todos los ambientes. El problema de la toxicomanía ha alcanzado niveles insospechablemente altos. Se estima que entre un 15% o 25% de los adolescentes venezolanos han tenido contacto ocasional o regular con las drogas heroicas. El ocio, la vagancia, lo mismo que la prostitución en los niveles económicamente medios, son de una presencia aterradora. Los arrestos policiales en las personas menores de dieciocho años de un equivalente a más del 20%, lo que nos da una idea, aunque remota, de la gravedad del problema; las ciudades, de noche, parecen ciudades en estado de sitio; los campos, escenarios de guerra civil. Si en Venezuela se mantuviese el mismo parámetro en lo que respecta a denuncia de delitos, es indudable que el índice delictivo no sería, como lo es en la actualidad, sino probablemente el doble. Lo que más llama la atención es la evidente desproporción que existe entre las pretendidas afrentas y las dimensiones de su venganza, como son esos frecuentes homicidios del novio desdeñado o del empleado despedido.

A pesar de la suavidad de nuestros sistemas penales y de la manifiesta inhabilidad de la policía, las tasas de la población penal de Venezuela superan la de otros países. Si en otros países, delitos menores se acompañan casi siempre de la correspondiente denuncia ante las autoridades, en Venezuela, buena parte de las víctimas se abstienen de hacerlo; incluso en circunstancias graves, como es el caso de atracos a mano armada o de agresiones contra las personas. No obstante tan significativa sustracción, las estadísticas delictivas de Venezuela son de diez a veinte veces mayores que en otras entidades. Si el robo, la estafa y la agresión a mano armada suelen sustraerse de las estadísticas criminales, no sucede lo mismo con el homicidio y el suicidio. Es muy difícil que hechos de esta naturaleza puedan evadirse del conocimiento público y, por ende, de su expresión estadística.

Numerosos y variados factores han sido invocados para explicar nuestra elevada y creciente criminalidad; desde la tentadora y sobada explicación económico-social hasta los problemas psicológicos que determina en los hogares venezolanos la ausencia del padre. Se habla de analfabetismo, de éxodo rural, de ingesta de alcohol, de drogas, de la inmigración interna, la emigración de Colombiagranadina, de incremento violento de la población en las áreas urbanas, de transculturización, de la crisis ideológica que vive el mundo occidental, de la quiebra de los valores, del clima, de la raza, de la política de fronteras abiertas por donde entra todo tipo de delincuentes, de la ilegitimidad del sistema democrático y del código penal. Si analizamos con objetividad los pretendidos factores causales, nos vamos a encontrar con una serie de sorpresas, como lo es, por ejemplo, la influencia que en el aumento de la delincuencia han tenido la riqueza fácil, la alfabetización y el saneamiento.

Por todo lo expuesto, tenemos derecho a inferir que ninguna de las circunstancias ambientales invocadas hasta ahora es suficiente por sí sola, ni todas juntas, para explicar nuestra desmesurada tasa delictiva y de hechos sangrientos. El origen de tal sobrecarga tiene que derivar de la constitución biológica de los antepasados, por simple y frontal que parezca esta afirmación.

Los "Viajeros de Indias" no han muerto con la segunda mitad del siglo XVII; todavía agitan e irrumpen en los momentos cumbre de la historia contemporánea o en los instantes más lóbregos de la cotidianidad. El problema fundamental es que ellos escribieron las primeras páginas de la historia nuestra, y que la siguen escribiendo, aunque se revistan de nombres y de expresiones diferentes.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Patria Socialista o Muerte!

¡Venceremos!



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Manuel Taibo


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