Nadie ignora con cuánta frecuencia la gran tramoya de los hechos públicos han sido conducidos por individuos pasajeros, inmorales, avariciosos o enfermos de poder o de esos otros que, como los funámbulos en la cuerda floja, atraviesan la vida balanceándose entre la inmoralidad, la corrupción y el crimen. El espíritu no se cierne sobre las aguas y en todo desarrollo inmoral hay una larga historia de sucesos y de situaciones que van conformando la personalidad de quien la sufre. Pero la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como su propia posición social, les lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de clase; desean mejorar las condiciones materiales de los más privilegiados. Por eso, no cesan de apelar sin distinción, e incluso se dirigen con preferencia a la clase dominante.
En lugar de la actividad social ponen la actividad de sus propios intereses; en lugar de las condiciones históricas de la emancipación gradual del pueblo, imponen una organización de la sociedad inventada por ellos. La futura historia del pueblo se decide, según ellos, por medio de la fuerza y la ejecución práctica de sus planes represivos. Estos sujetos no tienen, ni tuvieron nunca, la menor idea de Patria, ni de República, ni de Libertad, ni de Conciencia Social. Sólo les interesa el pillaje. Repudian, pues, toda acción política, y sobre todo, toda acción revolucionaria, se proponen alcanzar su objetivo por medios arteros, intentando abrir camino con su propio evangelio valiéndose de la fuerza, por medio de experiencias en pequeña escala, que naturalmente, fracasan siempre.
Con el acto externo se pretende borrar la duda o la negación que debilita, A mayores dudas, mayor ruidosidad en la conducta opuesta. Es la típica reacción reactiva o negación por contrarios que señalan los analistas. Esa dualidad, nunca superada, los lleva a las posiciones radicales que terminan por destruirlos. Dualidad que al impedirle una identificación franca y profunda con el pueblo, favorece y explica su fracaso. De esta manera, pequeños dramas particulares cuya trascendencia no era prevista, se convierten en la mente de los resentidos capaces de proyección, en fuerzas tremendas por sus consecuencias.
Esta tendencia a detener el tiempo y a congelar lo estatuido, se acrecienta de abajo a arriba en los diversos estratos de la pirámide social. Y es comprensible que así lo sea: la historia de los pueblos progresa hacia la supresión o reducción de los privilegios. De ahí que no exista grupo más refractario al cambio que aquel que configura el vértice de la sociedad. Los grupos medios, y en especial dentro de un sistema opresor, no son sustancialmente diferentes. El trepar, abrirse paso, hacerse un nombre, descartarse hacia arriba, siempre es posible en los individuos que poseen agresividad y ambición. Posibilidad que se acrecienta en esta Venezuela, ayuna de valores en sus cuadros dirigentes. Esta es la historia de innumerables burócratas de nuestro tiempo.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!
¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!