¡¡Con mi autocrítica no te metas!!

Dentro del proceso revolucionario, se dan situaciones por demás paradójicas: los que pregonan la (ahora) muy popular "autocrítica", no permiten la crítica más mínima a su "autocrítica". Consideran que "autocriticarse" es una especie de obligación religiosa, con la que expiaríamos unos "pecados" que necesariamente, suponen, todos tendríamos.

Manifestar claridad, confianza, aplomo, fe, dominio, serenidad y razón, se juzga como propio de una segura culpabilidad morbosa. Según los "autocríticos" debemos, por el contrario, andar ahora con la cabeza gacha, autoflagelarnos con fruición, mostrándonos pesimistas, circunspectos, mentales, profundos, preocupados, escépticos y asépticos. Como quien hace oración y penitencia. Como quien se avergüenza de algo.

Son buenos hombres y mujeres, pero están confundidos por la pérdida del padre (Chávez) quien todo se los resolvía, asumía la enorme responsabilidad del colectivo y tenía la última palabra en los asuntos más peliagudos. No saben ser libres. Les asusta asumir responsabilidades históricas. No porque sean genéticamente cobardes, si no más bien por un prurito a intentar conocer y transformar lo informe, amorfo y hediondo que es usualmente la vida real.

Se ven los "autocríticos" como miembros de un ejército que batalla, heroicamente, contra las fuerzas de la oscuridad, vestidos de refulgentes corazas, altos morriones y guerreras tachonadas de metálicas condecoraciones. Gustan de hablar de que no hay "espacios para la crítica", aun cuando viven en una critica permanente, sin intentar, verdaderamente, con seriedad, rigor científico, humildad intelectual, entender porqué el gobierno, nuestro gobierno, su gobierno, es tan refractario a ciertos cambios ¿Ahora se percatan de ello luego de 15 años?

Recuerdo cuando TODOS los medios de comunicación del gobierno del presidente Chávez, mi gobierno, me aplicó un blackout informativo en el 2010. Fui uno de los poquísimos chavistas que, a riesgo de ser tildado de ultra escuálido, se opuso públicamente a la Ley de Educación Universitaria (LEU). En esos días, entre otras cosas, escribí cuatro artículos. Aporrea, en el máximo del paroxismo y de la estupidez revolucionaria, se negó a publicar los dos últimos. Solo Ensartaos, fiel a su compromiso con los excluidos, mantuvo su palabra y sus principios. Al igual que el camarada Martín Guedez de la Radio Nacional (pudimos salir difícilmente al aire una noche de diciembre, a las 11pm, hablando de estas cosas, para ser minutos después literalmente silenciados con un "pase a prensa" !a esa hora!, a una cuestión sin mayor importancia en Aragua)

Cuando en los primeros días del 2011, en transmisión de radio y televisión, el Comandante Chávez vetó la ley (la única que corrió con esa suerte durante todos sus mandatos), aprobada por la Asamblea Nacional controlada totalmente por el Psuv, mi teléfono y correos electrónicos casi se incendian de tantas llamadas y entrevistas que querían hacerme !los mismos medios públicos que apenas 24 horas antes hablaban maravillas de la LEU! Bastó que el presidente Chávez dijera que esa ley tenía "muchas debilidades" para que inmediatamente todos, sin excepción, vieran ahora que sí, efectivamente, eso era un adefesio bien feo. Como el famoso cuento de H.C. Andersen El traje nuevo del emperador.

Sin embargo, no me puse a denostar del gobierno, exhalando frustración y ahogo. Eso no tenía (ni tiene) ninguna utilidad. Mas bien intenté estudiar las razones por las cuales los altos funcionarios que dirigían los medios de comunicación y las oficinas públicas del sector universitario no querían saber nada de críticas. Veía, con creciente preocupación, como se hacían loas a una ley absurda, inclusive desde colectivos universitarios duramente chavistas y que se preciaban de ser "críticos". Fue como poner sitio a una fortaleza. Y desde entonces comprendí (y aprendí) algunas máximas acerca del manejo del poder.

Para probar, una vez más, que hay demasiada subjetividad en el análisis de la realidad política, hace poco hice un pequeño experimento de sicología social: en un grupo de whatsapp, de puros universitarios camaradas, sin mediar palabras, coloqué estos dos párrafos:

a) No está en juego camaradas si se fue la luz o no se fue, que si llegó el agua o no llegó, que si a mi no me han dado mi casa, que yo no tengo empleo todavía, o que si yo estoy bravo con no sé quién. No. No nos estamos jugando esas cosas. Les repito camaradas nos estamos jugando la vida de la patria, el futuro de los niños y las niñas de toda Venezuela.

b) Puede haber gente que está inconforme por fallas en nuestro gobierno. Eso podrá ser cierto y asumo la autocrítica del gobierno revolucionario. Uno de los compromisos para el próximo período... es mayor eficiencia en la gestión de gobierno, tanto a nivel nacional como estadal y municipal.

Como es un grupo, al cual pertenezco, y que se precia de estar realizando una profunda "autocrítica", salieron inmediatamente algunos a criticar horriblemente (¡cuando no!) el contenido de las ideas que expresaban los dos párrafos anteriores: a) La revolución bolivariana no puede depender de si hay papel tualé o no para limpiarse el culo. b) Siempre habrá fallas en el manejo del Estado, pero la dirigencia está obligada a ser propositiva y no derrotista.

Cuando les informé que esas eran las palabras exactas del Comandante Chávez, pronunciadas durante el famoso mitin del día 28 de septiembre de 2012 en la ciudad de Maturín, donde habló, precisamente de la "autocrítica", enmudecieron repentinamente, haciéndose los locos. Ya saldrán con alguna excusa intelectualoide.

Los "autocríticos", ni con el pétalo de una rosa, coño.

juanvillegas.febres@gmail.com



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Juan Carlos Villegas


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