Creo que no se ha entendido que estamos en una guerra, una maldita guerra, que ha ido escalando en intensidad y complejidad crecientes, y que amenaza la existencia misma de la nación. Hay gente que cree que es coba, que nos salvará la burocracia del partido, que nunca atacará el enemigo histórico, que podremos vivir eternamente haciendo elecciones y repartiendo cajitas clap cada 3 meses. Estoy preocupado. Ahora más que nunca.
Creo que Nicolás, en cierta forma, se encuentra en una cueva con un único inquilino. Imagino que aparecen por allí, de cuando en cuando, Diosdado o Padrino López, llevándole vaporosos informes sobre la destrucción de la economía y la pérdida de fe del pueblo en la revolución bolivariana. Claro, es mi imaginación, quizá acelerada por el espectáculo rococó que hoy presencié en mi Clap; donde se aplicó a rajatabla unos fulanos "lineamientos" del partido, no importa lo absurdo y contrarrevolucionarios que resultaren. Es alarmante la carencia de madurez y desconocimiento de la técnica política en los cuadros medios, e inclusive en la base del chavismo.
Mucha marcha, mucha reunión, muchas coordinaciones, sobredosis de consignas, pero nula reflexión conceptual y artrosis multiforme en la praxis del poder y del manejo del Estado, acogotan el espíritu combativo de nuestro pueblo; confundido en medio de esta dura confrontación, cuyo objetivo es destruir nuestra autoestima y confianza más profundas. El tareísmo y el perenne pescuezeo en cuanta actividad organice el chavismo, me lleva a la convicción que a nuestros cuadros se le está inoculando un peligroso neo burocratismo, que malbarata las preciosas fuerzas que tanto necesitamos para enfrentar la contrarrevolución continental. Inteligencia, preparación, reflexión, acción, estrategia (y engaño) son claves para triunfar en esta angustiante realidad que cada día nos asfixia.
Me preocupa el pueblo, ese pueblo arrecho, pero leal. Me preocupa (y me duele no sentir eso en mucho de mis camaradas) la impuntualidad, la falta de rigor, el pensar que la gente hay que llevarla siempre nariciada, que cualquier acción personal es siempre la peor idea, la desconfianza, el creer que un papelucho sustituye la palabra empeñada, que el pueblo es un eterno infante que hay que reprender y dirigir, a través de una supuesta vanguardia mágicamente esclarecida. Pamplinas.
El imperialismo no descansa. El enorme impulso que tuvo nuestro gobierno cuando se anunciaron las nuevas medidas económicas, se fueron desvaneciendo en las primeras semanas. El efectivo no "anclaje" del Bolívar Soberano al Petro, la aún no materialización del aumento de la gasolina, a fin de destruir la perversa bicicleta financiera que se instaló en la frontera; el incompleto y (aún) oscuro mecanismo de las cadenas de bloques, que es la génesis de nuestra criptomoneda bandera; el deshojar la margarita con los fulanos precios acordados, irrespetados apenas firmados estos; y la carencia de una política comunicacional envolvente y multidimensional, amenazan gravemente la credibilidad del pueblo en su gobierno. Esto es serio y hay que valorarlo en su enorme dimensión.
Quebrar el país, aniquilar nuestro espíritu de lucha, fracturar la cohesión social, evaporar la fe en nuestra dirigencia, pasa por cosas tan sencillas, básicas y cotidianas, como un Clap. Decía Liddell Hart que una nación normalmente pacífica, cuando se ve empujada al límite, se torna terriblemente agresiva y brutal, viéndose luego imposibilitada de detenerse, hasta no alcanzar su propia ruina. La gente tiene un límite.