Socialismo del Siglo XXI. El peso de nuestros "trapos" humanos y culturales

Si al socialismo del Siglo XXI lo pensamos como una experiencia civilizatoria del porvenir, como el diseño y confección de unas relaciones sociales y modos de vida humanos inéditos, profundamente distanciados de aquel conjunto de sentidos, prácticas y valoraciones inherentes al capitalismo, luego hemos de concluir que tal tópica de vida ha de dejar atrás obligatoriamente un conjunto de "trapos" culturales que en sí mismos resultan molestosos para ejercitar tan emergente empresa societaria.

Grosso modo, pareciera que estamos auténticamente convencidos que, efectivamente, las trabas para generar la vida buena están localizadas exclusivamente en el "modelo" sociedad, de hombre o individuos que pudo formatear (de mil maneras) el capitalismo, todos henchidos de valencias negativas, untados de los "pies a la cabeza" por valoraciones exclusivamente egoístas, individualistas, autoritarias, despóticas, enajenantes, etc., entonces es posible pensar que efectivamente en el socialismo por venir la vida mala es totalmente superable, por cuanto .-siguiendo la máxima popular- "muerto el perro se acabó la rabia".

¿Y qué pasaría si haciendo un mayor esfuerzo comprensivo por lo que ha sido la historia de las vidas de las personas, familias, pueblos y culturas que ya estaban instaladas en la patria, mucho antes de haber visto nacer y florecer allí al malvado capitalismo, descubrimos que parte importante de las valencias "negativas" informadas arriba, campeaban tranquilamente tanto en la sociedad y culturas de los tiempos de Bolívar como, incluso, en los sentidos y prácticas culturas prehispánicas?

¿Nuestras etnias primigenias, y luego nuestro campesinado, estacionado ya sea en las figuras de la "Hacienda", la Encomienda, el "Hato", la "Mita", el "Conuco", el Palenque, el "Quilombo", los "Reinados Indígenas" etc., no vivenciaron y desarrollaron fuertemente(a lo interno y externo de si mismos, sentidos, prácticas y valoraciones coetáneas a eso que hoy moralmente llamamos sentidos, prácticas y valoraciones "malas"?

¿Acaso nuestras primera familias etno-tribales y esas otras que luego se fueron estructurando bajo el yugo hispánico, incluso las "cimarroneras", no alentaron a lo interno de sí relaciones sociales, conductas y comportamientos del tipo egoístas, despóticos, explotadoras del trabajo consanguíneo y de la crueldad?

¿Hasta qué punto eso que llamamos "maldad" es un infortunio moral totalmente potestativo del capitalismo y/o, en su defecto, a lo sumo propia de las sociedades/culturas divididas en clases?

¿Qué tanto informan de la figuras de la "maldad", el castigo y la crueldad las tradiciones festivas y recreativas acontecidas bajo lógicas societarias no hispánico-imperiales ni capitalistas?.

Esta clase de interrogantes (junto a otras que seguramente nuestro amigo lector habrá de levantar soberanamente) nos han de resultar sumamente provechosas al momento que estamos pensando al Socialismo del siglo XXI como gesta y apuesta que se declara capaz de inaugurar otras tramas de vida y sociedad revestidas por pura humanidad buena.

Dicho de otra manera: ¿Si el socialismo del siglo XXI declara ser el sacrificado viaje revolucionario por construir experiencias sociales y de socialidad nueva, conformes a la recuperación de una "auténtica" condición humana, cómo entonces pensar en la viabilidad, en la hechura real y no fantástica, de una clase de sociedad en la cual los hombres, mujeres, niños y niñas se exhiben, con total independencia, de la maldad y sus traducciones de egoísmo, envidia y crueldad?

¿Hasta qué punto dispositivos políticos, jurídicos y morales, tales como la educación, la conciencia, las leyes, los decretos o reglamentos resultan tecnologías del yo suficientes para extirpar ese diablo rojo que unos y otros, unas y otras, llevamos tan apegados a nuestra piel, voluntad y deseos?

Finalmente, ¿Dónde habita esa maldad que tanto nos impide ser "sujetos buenos" del tipo que estampan las literaturas de utopía?

¿Está la maldad e localizada fundamentalmente en ese "cochino" mundo conflictivo, problemático y desigual que yace externa y cotidianamente frente a nosotros (el capitalismo, las sociedades clasistas) o (también) ella es parte constitutiva –recordando a Nietzsche- de una condición humana, demasiado humana que quizás portamos veladamente unos y otros, unas y otras en cualquier tiempo y lugar?

¿Cómo obrar no autoritaria ni despóticamente, y sí de modos y maneras enteramente lúcidas, en el Socialismo del Siglo XXI con aquello cultural que está en los otros pero también, sobremanera, en nosotros? ¿Hay "ingenieros" para tal empresa? ¿Quién y dónde se producen?

¿Qué clase de gobierno y democracia serían aquellas necesarias para lidiar exitosamente con una condición humana que hace enteramente suyo, al extremo de disfrutarlo y convertirlo en pleno goce, asuntos, prácticas y sentidos enteramente vinculantes a la figura de la "maldad"?

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Docente-investigador universitario.

edbalaguera@gmail.com

 



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Edgar Balaguera

Antropólogo, Sociólogo, Magister en Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias para el Desarrollo. Docente.

 edbalaguera@gmail.com

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