Si la voz revolución (socialista) la asociamos a la puesta en escena de significativos procesos de cambio y transformaciones a lo interno de aquella sociedad donde ella busca cristalizar su lógica de sentido anti o postcapitalista, es de esperar que, en adelante, tantos las personas que la viven, las prácticas sociales que empujan, así como las instituciones que les bañan, hayan comenzado a mudar ostensiblemente su acostumbrado ropaje.
Si el socialismo se reclama y postula como un tiempo histórico que trasciende positivamente las tantas limitaciones económico-sociales, tecno-científicas, políticas y culturales impuestas por el capitalismo, cabe esperar en dicho experiencial la llegada de la "vida buena", con mucha calidad y prosperidad para la mayoría de las personas y los tantos ecosistemas que les nutren.
En ningún caso vamos a esperar o exigir que apenas el carro revolucionario "prenda sus motores e inicie su marcha", la sonata de las esperadas alteraciones sociales, económicas, culturales, políticas, tecnológicas y demás, se dejen apreciar visiblemente en todas sus magnitudes.
Como todo proceso social, sabemos que las transformaciones de signo anticapitalista, así como las de cualquier otro género, son de marcha lenta, cual desarrollo del robusto roble, no obstante, las personas que abonaron su voluntad y sus sueños por ella, tienen derecho en el decurso de la misma a comenzar a avizorar (al menos) importantes destellos de cambios sustantivos.
Si bien tenemos que tanto Chávez como las élites ideopolíticas que fermentaron la revolución bolivariana en Venezuela, procuraron darle a la misma un toque de distinción histórica, auto-calificándola como "Socialismo del siglo XXI", y que a la fecha tal sintagma no termina de mostrarnos su real significación teórico/práctica, también consideramos que la cantidad de años que dicho proceso y actores llevan estacionados en el gobierno nacional, copando por igual a mayoría de los gobiernos regionales y municipales, así como manejando a su total antojo cuantiosos recursos financieros y mineros, otorgan elementos mínimos, tales como para preguntarnos por la salud actual de la revolución bolivariana.
Conviene recordar que las literaturas avocadas a fundamentar e informar el Socialismo del Siglo XXI lo ilustran con aspectos puntuales benignos, del tipo: a. generación y desarrollo de modos de acumulación de la riqueza soportados en el trabajo reciproco, y no en la explotación humana, b. Desarrollo tecno-económico sustentable, c. Soberanía política, d. Privilegio por la democracia participativa y protagónica, e. Salvaguarda de los derechos humanos, la libertad, la Igualdad y la justicia para todos, f. Transparencia y eficiencia burocrática, g. Amplio clima de solidaridad social, entre otros.
Son precisamente esta suerte de "caras joyas" anheladas por el pueblo y los revolucionarios aquellas que en nada o casi nada, (que no es lo mismo, pero es igual) logramos distinguir en cualquiera de los tantos lugares y "no lugares" que hacen a nuestra atormentada patria presente.
Con estas apretadas notas no estamos desconociendo algunas aportaciones saludables para la república, especialmente para parte importante de su población, realizadas por la saga de los bolivarianos en funciones de gobierno, algunas de las cuales -incluso- pueden considerarse matices de un proceso revolucionario socialista, de cara al siglo XXI.
Sobre manera, en tiempos del expresidente Chávez se fueron haciendo vistosos en el país nutritivos adelantos en materia de vivienda, educación, salud, tercera edad, mortalidad infantil, desempleo, reparto de tierras, agricultura urbana, crecimiento económico, organización y participación popular, independencia anti-USA, entre otros, algunos de ellos continuados (en mucha menor medida) por el actual presidente Maduro, no obstante, hemos de indicar que tales programas y políticas estuvieron -siguen estando- fuertemente suspendidas en, cuando menos, un singular número de bisagras nada revolucionarias ni mucho menos socialistas.
La conversión del estado en gobierno, el uso indiscriminado de las bondades que nos ha otorgado la renta Petrolera, así como un calculado control político, hasta para elegir novias de pueblo, fueron -continúan siendo- la clase de anudamientos que, desde Chávez hasta Maduro (sin nada de quiebres ni zigzagueos) han podido estar imperar como lógica de poder dispuesta por los revolucionarios bolivarianos, de lo cual han podido seguirse, hasta hoy, planes y programas clientelares inconmensurables, casi que mensualmente, sin evaluación pública ni cumplimiento de nada.
El indiscutible anti-imperialismo practicado insistentemente por la revolución bolivariana ha sido exclusivamente anti-USA, de allí que los amores, los amarres con el indiscutible imperio chino haya sido intencionadamente "pasado por bola", en nombre de una estrategia extrapolítica que te da "pan ahora y luego te va amarrando, hasta asfixiarte", cual tragavenao llanera.
Al fondo de todo este experiencial de socialismo revolucionario luce, detrás de cámaras (a veces hasta sin escrúpulos de nada) un extenso concierto de corruptelas, corrupción y corruptos, capaz incluso de inocular con sus bolívares y petros tanto al cacaraqueado poder popular, a unos cuantos opositores desesperados como a cualquier cantidad de viejos y juveniles cuerpos, inicialmente cargados de animosidad y pulsión revolucionaria, cuando no, a enfermarlos de desesperanza y muerte espiritual, cual van luciendo en muchos lugares y "no lugares" del ahora.
El colofón que nos luce al final de esta ligera jornada escritural es justamente una pregunta piadosa hecha a nuestros gentiles lectores: ¿Será acaso que la revolución socialista, nada burocrática, totalitaria, corrupta e inepta, apenas si tiene chance de alojamiento y cumplido en los textos convencionales y en la mediática semanal?
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