Desde el nacimiento de las trece colonias la conciencia del destino
manifiesto ha inspirado todas las acciones de los EE.UU., en su relación con
América Latina. Dominar, controlar, anexionarse el continente ha estado
siempre en la vocación primigenia del hoy poderoso imperio. Sigue siendo su
vocación vital. Si bien su influencia y su poder se manifiesta en todo el
planeta, en nuestra América esta huella significa la dolorosa realidad de
una independencia truncada. Hemos sido, a lo largo de estos dos siglos, su
patio trasero. Aquel espacio que incluso se descuida por saberlo
perfectamente controlado hasta su alma por sus operarios criollos.
Los acontecimientos protagonizados por nuestros pueblos en los
últimos años, especialmente desde la llegada de Hugo Chávez, ha sembrado de
inquietud el plácido patio trasero. De pronto, América Latina ha adquirido
enorme importancia. Las oligarquías nacionales clamaron estos años por una
atención del amo imperial que ahora tienen. El bombardeo mediático brutal
les ha devuelto la esperanza a los apátridas de todos los tiempos. El
término “deeply worried”, en boca de todos los altos funcionarios imperiales
muestra esta realidad. Hablan ahora de las decisiones equivocadas de
nuestros pueblos. Insisten en el error de nuestros pueblos al depositar su
confianza en líderes populistas.
Esto vale para toda nuestra América, pero es especialmente
preocupante en el caso de dos de nuestros países poseedores de recursos
energéticos. El pasto para sus caballos de hierro. Eso los aterroriza. ¿Se
imaginan lo patético de un Ferrari sin gasolina, o sus enormes centros
industriales sin energía?. De allí que el imperio esté nervioso, moviendo
todos sus recursos desestabilizadores sobre Venezuela y Bolivia. De pronto,
un país como Venezuela de tradición pacifista. Un país que no representa,
-militarmente- un peligro mayor que el que pueda representar una zancudo
para un elefante, se vuelve, por obra y gracia de esta campaña, en un
formidable peligro para la seguridad del imperio.
Más sorprendente aún resulta la causa objetiva de estos peligros. Los
objetivos del gobierno bolivariano, el supuesto grave peligro para la Meca
de la democracia, sí, aquella del gobierno del pueblo, para el pueblo y por
el pueblo, son: la alfabetización general de la población, la atención
sanitaria sin exclusiones, las oportunidades que brinda la democratización
del capital, el reparto de las tierras en manos de latifundistas, el
bienestar y la inclusión de todos y, para terminar, la erradicación de la
pobreza. Esos son los gravísimo peligros y la gran amenaza de Venezuela para
la seguridad de los EE.UU., y sus socios de la UE.
Claro, al final no se equivocan los sofisticados organismos de
inteligencia del Imperio. Hay que admitir que tienen razón: La Revolución
Bolivariana no es sólo peligrosa. ¿Que digo? ¡Es peligrosísima!. Estas
políticas revolucionarias son más peligrosas que miles de bombas nucleares
para la existencia de un régimen como el capitalista que tiene en su esencia
la concentración de las riquezas en pocas manos y la explotación de las
grandes mayorías del planeta: La conformación de un sistema esclavizador
global. Las mismas estructuras democráticas que por siglos les fueron tan
queridas y socorridas se vuelven ahora, como un boomerang contra su propio
sistema. Una población cada día más consciente puede, -y lo hace-
mantenerlos fuera del gobierno por las armas del voto. Son más, muchos más
que ellos, su voto vale igual que el de ellos y ejercen ese poder. Un pueblo
que se organiza en comunidades de base creando organizaciones que discute y
presenta sus propios proyectos es hoy… lo comprendemos… un peligro real para
el imperio de las transnacionales, para esa quintaesencia de la
concentración de poder.
¿Cuál es el miedo real?, ¿Sencillo!, que el ejemplo cunda, como
pareciera estar ocurriendo, que lo que hoy es Venezuela o Bolivia sean
mañana México, Nicaragua o Perú. Que al calor de este ejemplo los pueblos de
Argentina, Brasil, Uruguay o el mismo Chile decidan, por contagio,
empoderarse de su destino. Que la espada de Bolívar continúe recorriendo
América, uniendo, integrando y haciendo de estas tierras un lugar inhóspito
para sus pretensiones hegemónicas. Eso significa, sin duda, una grave
amenaza para esta plutocracia mundial. Por eso entre otras cosas vemos como
la Santa Alianza antipopular sigue añadiendo socios. Ya no es sólo EE.UU.,
sino que hoy se suman Inglaterra o Alemania y otros más.
En efecto, los esfuerzos de integracionistas de nuestros países son
cada vez mayores y amenazantes para el mercado global. Allí está el reciente
ejemplo de MERCOSUR en Mar del Plata y su resistencia heroica ante el
instrumento de consolidación global capitalista: El ALCA. Allí está el
reconocimiento, del referente cubano en materia tan querida como son la
educación y la salud en casi todos nuestros pueblos excluidos.
La batalla, especialmente en Venezuela, será dura, realmente dura,
pero el futuro de nuestros pueblos, si entre todos la ganamos, con los
objetivos fundamentales bien claros, sin distracciones y con claridad
estratégica es esperanzador como nunca lo había sido. Estamos a las puertas
de una verdadera liberación del colonialismo opresor y de la criminal
presencia de las transnacionales en nuestros pueblos. Podemos tomar las
riendas de nuestro destino y convertir nuestra Patria Grande en un modelo y
ejemplo de convivencia, inclusión y desarrollo no depredador. Tenemos para
ello que empeñarnos en reconocer colectivamente las verdaderas causas de la
opresión, sus responsables y con talento estratégico derrotarlas. Nuestro
destino, -el nuestro y el de toda nuestra América- está hoy, más que nunca
lo estuvo antes, en nuestras manos.
Podemos ser un ejemplo emulador para todos los pueblos oprimidos de
nuestra Patria Grande. Podemos derrotar las causas de la opresión, construir
formas nuevas de vida y formas de ser, solidarias, dignas, alejadas de la
competitividad capitalista y el consumismo brutal que amenaza gravemente la
existencia del planeta. Una vez más, luego de doscientos años el destino de
la América lo tenemos en las manos. Suena, así como una canto premonitor la
letra de nuestro himno: ¡Seguid el ejemplo que Caracas dio!
HUGO PARA TODOS Y TODOS PARA HUGO.
LA BARRICADA SÓLO TIENE DOS LADOS.