Por lo de roedor parece un ratón, pero es una gaveta. Todo burócrata siempre tiene la suya. Es esa boca cuadrada y siempre abierta a donde van a parar todas las solicitudes que a diario le entregan.
A comienzos de la primera gestión gubernamental de nuestro, hoy, Comandante Eterno Hugo Chávez, en 1999 cuando el siglo de las debacles, pero también de las esperanzas llegaba a su final, el Presidente revolucionario firmó su primer decreto y lo dedicó a exigir una simplificación en los trámites administrativos. Cuando han pasado 15 años se sigue ensayando a vencer ese flagelo.
Es que el flagelo tiene raíz y es cultural. Los simplistas y, sobre todo, los enemigos de la Revolución Bolivariana correrán a decir, como lo dicen desde hace tiempo, "es culpa de Chávez" y ahora dirán "es culpa de Maduro". Pero no, es culpa de quienes no han entendido que esta revolución es cultural y que debe profundizarse hasta lograr un vuelco total en la manera de concebir al mundo y en sus valores.
Tampoco es que esto último que afirmamos se tenga que convertir en una razón para la desidia o para creer que hay tiempo todavía.
Observemos cómo el espíritu revolucionario y antiburocrático de nuestro Libertador del siglo XXI, desde el comienzo de su gestión gubernamental, expresa un férreo combate contra el burocratismo e intenta vencerlo mediante un decreto, del que espera ver prontos resultados. El asunto es que a una concepción del mundo que ha sido arraigada por la práctica de un capitalismo cada vez más salvaje, individualista y consumista le ha nacido adosada una manera burocratista de devorar ciudadanía, especialmente en los países del traspatio de las grandes transnacionales, donde la mano de obra es comprada y tratada como maquila.
En Venezuela, durante los años en los que la dictadura del capital fue administrada por los gobiernos del puntofijismo, se logró un alto grado de perfección en las tramperías de modo tal que, cuando el movimiento Bolivariano les vence en las elecciones de 1998 y luego con la victoria constituyente del siguiente año, resulta prácticamente imposible desmontar los mecanismos instalados en ministerios e instituciones de la administración pública.
Las gavetas roedoras de papeles, reclamos, solicitudes y tantas urgencias siguen 15 años después abiertas y, nuevas manos, con la misma inconsciencia o con el inquebrantable peso cultural del dominio capitalista, se comportan indolentes como si nada hubiese pasado, desde entonces hasta acá.
Infinidad de veces hemos insistido, entendiendo la angustia y el imperativo del Comandante Chávez por vencer todo burocratismo y a sus consecuencias expresadas por diversas formas de corrupción, en que, el primer paso de eficiencia, e incluso de eficacia, frente a las prácticas burocráticas, es eliminar radicalmente todas esas gavetas roedoras donde van a parar los reclamos del pueblo.
Cada solicitud, cada reclamo, cada urgencia, cada deuda social aún no saldada que se plantee, de la forma que sea, ante algún funcionario, que debería ser -si asume su tarea como revolucionario- un servidor público, debe ser atendida de inmediato. No se trata de responder a todo que sí. Se trata de escuchar al pueblo con respeto y atención, saber de sus necesidades, canalizar las soluciones. No correr al escritorio donde se rinde culto al antiparabolismo e indiferencia, abrir la gaveta roedora y colocar allí la solicitud planteada. Decir de inmediato qué hará la revolución para reducir o eliminar la aflicción del solicitante de respuestas. Era el deseo del Comandante Supremo Hugo Chávez y es un deber actual con su legado: ¡Vencer al burocratismo y a la corrupción! ¡O vencemos o vencemos!