Los sindicatos y los asalariados

Los sindicatos débiles y divididos vacilan siempre en contraer compromisos. Para "hacer peso" ante el Estado y la clase patronal en una discusión compleja y grave en consecuencias, necesitarán varias docenas de expertos y varios centenares de asociados. Para lograr la disciplina requerida de la gran masa de los asalariados, tendrán que apoyarse en nutridos cuadros de mando capaces de defender los intereses de los trabajadores, pero también de comprender y de imponer la estrategia de conjunto. Semejante armazón requiere medios de formación muy superiores a aquellos de los que en la actualidad disponen nuestras organizaciones obreras.

La transformación de estas agrupaciones débiles y desunidas en organizaciones de masas dotadas de los recursos técnicos y financieros de la nueva era, necesitará tiempo y rebasará algo más que la sola fuerza del movimiento sindical. Exigirá la paciencia, habilidad y energía por parte de los Gobiernos decididos a emprender las verdaderas reformas de estructura: las que atañen al equilibrio de poderes en la sociedad. No se tratará ya de conceder a los trabajadores derechos ficticios, sino de ayudarles a forjar el instrumento de su participación en la realidad del poder, y de poner en tela de juicio los fines mismos de la expansión económica.

Los asalariados no tienen ninguna razón para someterse a una disciplina cualquiera de remuneración, si su nivel de vida—y, en términos más amplios, la condición, en que se les coloca—no resulta mejorado. Sólo la atracción del resultado final, expresado en términos concretos —viviendas disponibles, porvenir de los hijos, bagaje cultural, duración del trabajo, acceso a las diversiones—, puede decidirles a aceptar las reglas del nuevo juego.

Si la expansión es, con toda evidencia, la base de una posible justicia social, la justicia llega a ser, y esto es aún mucho más importante, condición del crecimiento continuado. Esta unificación de dos factores que nos habíamos acostumbrado a distinguir, e incluso a oponer (lo que se "daba" por afán de justicia se consideraba como "tomado" a la producción), debería ser la fuerza de un Gobierno de gestión.

El Comandante Chávez prometió transformar la sociedad venezolana y han estado aliados, desde que empezaron a existir, con los menos favorecidos. Siguen siendo los predilectos de millones de personas, mucho más de la mitad de los venezolanos, cuya vida puede verse transformada por un crecimiento más rápido y mejor orientado. A esta esperanza, que puede responder el nuevo Gobierno socialista de dos maneras:

1. Explotar el capital de confianza depositado en él por los asalariados para obtener una mayor expansión. Y negociando las ventajas que ello procura a todas las categorías sociales, conseguir un reparto diferente de los beneficios de la colectividad. En este caso, acepta hacer marchar la economía de producción. No resolverlos mediante la concentración y el contrato, fuera de las actitudes de huelga.

2. Explotar el capital de descontento, que igualmente es capaz de hacer fructificar; desinteresarse, en consecuencia, del problema de gestión, y renunciar a un ejercicio prolongado del poder. Estas tres posiciones están estrechamente ligadas entre sí.

Es igualmente imposible sembrar a un tiempo la revolución y el sentido de las responsabilidades; formar simultáneamente una milicia de agitadores y un ejército de administradores eficaces; negar las presiones económicas cuando se está en la oposición, y reconocerlas cuando se gobierna.

En la segunda hipótesis, que es la más cómoda, no está el socialismo enteramente reducido a la impotencia; puede arrancar concesiones a la burguesía al empuñar las riendas del mando. Y aprovechar, como ha venido haciendo, en estos tiempos que está gobernando para hacer aprobar leyes sociales. La burguesía tendrá que respetar estas reformas y "digerirlas" durante los años siguientes.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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