Cada día que pasa está más vigente que nunca en el pueblo bolivariano el legado político e histórico del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez, líder máximo de este proceso que hemos venido construyendo en colectivo. Sin embargo, hablar de su legado va más allá de la simple predica cotidiana, del palabrerío o los discursos populistas de pintorescos personajes.
Quien considere ser chavista debe reivindicar a Chávez en cada segundo de su vida con la palabra certera y la acción concreta, dejando atrás falsos prejuicios politiqueros que el capitalismo nos impone mediante su aparataje mediático. El Comandante Chávez nos enseñó a ser humanistas, a velar por los derechos del pueblo en cualquier espacio y cualquier circunstancia, a asumir las injusticias como propias para superarlas mediante mecanismos de inclusión social. Reivindicarlo es aprender de su ejemplo y ponerlo practica de manera diaria, aplicando esos principios a lo interno del proceso revolucionario, asumiendo su accionar como tarea impostergable de imposible incumplimiento. No asumir el compromiso político que implica construir la Revolución mediante ese ejemplo inmortal del Comandante sería una traición directa, con merecimiento al destierro político.
Aquellos que con su falsa moral pretenden imponer criterios, son los mismos que bajo su conveniencia son capaces de sembrar la mentira, el engaño y el rencor, con el objetivo de escalar puestos dentro de la estructura del Estado. Reivindicar a Chávez es acabar con esos nefastos vicios, ya que el Comandante fue el primer enemigo de los viejos paradigmas de la política barata que en otrora nos impusieron. Es eliminar la corrupción, el amiguismo, las influencias, la deshonestidad, y todo aquello que atente contra la moralidad y la ética de nuestra Revolución.
Los chavistas debemos tener en cuenta en cada instante que, cumplir con la herencia política del Comandante es construir este proceso mediante la coherencia que exista entre lo que dice y lo que se hace, teniendo una armonía perfecta entre el verbo y la acción. Reivindicar a Chávez es mucho más que pintar su nombre en las paredes, es más que construir estatuas con su figura o repetir su nombre en discursos aprendidos. Reivindicarlo es la significancia que tiene el pleno ejercicio de la política como herramienta, aplicando siempre la moral y la ética a la que siempre nos condujo su intachable conducta patriota. No se trata de creerse dueños absolutos de su legado, y mucho menos de tener un aparato que mida el compromiso con las causas justas del pueblo. Se trata de asumir la lucha revolucionaria desde cada una de nuestras trincheras, con la convicción firme y plena de saber que vamos avanzando en la consolidación de un proyecto histórico que se vislumbra en el horizonte político de nuestro país.
En el contexto internacional, reivindicar a Chávez es consolidar los diferentes mecanismos de integración latinoamericana y caribeña, que nacieron bajo su visión de Patria Grande y su empeño constante de edificar un proceso de unión de nuestra América que definiera una nueva hegemonía orientada a las necesidades de nuestros pueblos, en contraposición a los intereses imperiales de aquellos que pretenden subyugarnos.
Reivindicar a Chávez significa ser profundamente tolerantes, y tener la capacidad de entender al otro, escuchando su punto de vista y respetando sus ideas, aún cuando éstas puedan estar erradas, expresando siempre nuestra verdad histórica en el marco del respeto. Es ser profundamente bolivariano, entendiendo la herencia heroica de nuestro Libertador, colocándolo en su justa dimensión histórica, más allá de viejas retóricas que los libros academicistas nos quisieron imponer. Es comprender la gesta emancipadora de nuestros antepasados, y la lucha libertaria de nuestros camaradas de la época puntofijista.
Reivindicar a Chávez significa ser altamente patriota, es amar y sentir a la Patria hasta en las vísceras como diría Augusto Mijares, es entonar su Himno con pasión, y a apreciar su inmensidad y hermosura, desde el páramo andino hasta la Caracas heroica, pasando por el majestuoso llano venezolano, sin dejar de lado nuestras grandiosas costas orientales.
Todo aquel que se considere revolucionario, debe actuar en consonancia con las políticas de inclusión social que Chávez siempre impulsó. Reivindicarlo es valorar a la mujer en su máxima expresión, entendiendo la grandeza que llevan en su esencia, en su belleza, en su pensamiento y en su corazón patriota, más allá de los estereotipos que nos vende la moda de turno. Es trabajar en pro de la inclusión de nuestros indígenas, nuestros ancianos, campesinos, obreros, y todos aquellos que fueron históricamente excluidos e invisibilizados y que Chávez visibilizó.
El legado de Chávez pasa inevitablemente por la correcta interpretación de nuestra realidad política. Reivindicarlo es propiciar el debate de altura, en el marco de la revisión, rectificación y reimpulso de nuestra Revolución. Es autocriticarnos como proceso revolucionario, dejando a un lado la complicidad de aquello que está mal hecho y profundizando en la praxis mediante la solución planteada. Es ser irreverentes en la discusión, y absolutamente leales en la acción.
Reivindicar a Chávez es atreverse a construir un mundo en el cual, la fuerza del bien pueda derrotar las fuerzas dominantes del mal, representadas por aquellos que pretenden subyugarnos. Es apreciar este hermoso sendero de humanidad que venimos construyendo en colectivo, sin intereses mezquinos e individuales. Es creer en su ejemplo, y entenderlo desde la acción revolucionaria poniendo en práctica su legado político, más allá de la predica.
Reivindicar a Chávez, significa aplicar la solidaridad, el patriotismo, el desinterés, la valentía, el amor, la justicia, la hermandad, el humanismo. Reivindicarlo en definitiva es hacer Revolución.
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