Alberto Federico Ravell es un sifrino a quien he adversado desde hace más de 30 años. Por esa época Marianella Salazar lo describía como “un adeco con cara de copeyano”; ya para entonces actuaba como palafrenero de Gustavo Cisneros cuando éste era apóstol favorito de CAP. En una ocasión Cisneros intentó arrear los votos de la Cámara de Radio para uno de sus secuaces, con Ravell como jefe de campaña. El dueño de Venevisión había realizado un negocio redondo al recibir fiadas las emisoras que estaban en poder de la CVF.
Por fortuna ocurrió que, ante la prepotencia de ambos (Cisneros y Ravell), quienes consideraban el triunfo inevitable por tener los grandes circuitos a su favor, los radiodifusores independientes y provincianos hicimos una coalición inesperada que les arrebató el triunfo por escasos votos.
En cuanto a Marcel Granier, lo traté poco en persona pues nunca alterné con tercios de bigotes engominados y ubicados entre el alto perraje. Tan solo sé que como gerente tiene una historia de quiebras y fracasos que pica y se extiende. Entre ellas figuran Mercalibros, El Diario de Caracas y otras empresas subsidiarias de RCTV, donde Granier tiene el cargo seguro por sus vínculos matrimoniales.
Su concuñado es Gustavo Cisneros, casado con la hermana de la esposa de Granier. Como suele suceder, el parentesco no amortigua la rivalidad comercial que existe entre ambos canales de televisión. Dicha inquina sólo se atemperó cuando cartelizaron sus empresas para competir deslealmente con otros canales, como ocurrió con Televén.
Bajo la presidencia de Luis Herrera Campins, Luis Vallenilla, de Cavendes, actuando como emisario de RCTV, le envió a LHC por mi intermedio un informe cuya conclusión afirmaba que el soborno y la corrupción de funcionarios públicos constituían la filosofía empresarial de la Organización Cisneros.
Desconozco si conserva las mismas mañas, pero ahora Gustavo Cisneros le sirve de anfitrión a papá Bush. Tal vez a ello se debe que sea socio de la Time-Warner y AOL-Latinoamérica.
En todo caso la eficiencia empresarial de los susodichos no pasa de ser un cuento pues sus éxitos se basan en tráfico de influencias, sobornos y subsidios.
Para mí fue evidente que se planeaba un golpe de Estado cuando en agosto o septiembre del 2001 vi a Gustavo Cisneros junto a Marcel Granier cuando acudieron con otros compinches a uno de los organismos ubicados en Washington. Sólo el temor a Chávez fue capaz de unir circunstancialmente a esos rivales enconados.
Ignoro si los integrantes de la Comisión de Ciencia, Tecnología y Medios de Comunicación de la Asamblea Nacional ensayaron sus roles antes de la interpelación de Granier y Ravell. Si lo hicieron, fallaron de miserablemente.
No entiendo cómo es que Earle Herrera, periodista de fuste, no preside o pertenece a dicha comisión, donde hubiera hecho un mejor papel que los diputados asustados que vimos por televisión. La jornada la salvó la intervención de Desireé Santos Amaral al responder uno de los sarcasmos de Ravell.
A mí me pareció que tanto Ravell como Granier estaban asustados y optaron por huir hacia adelante, con una agresividad que no era sino disimulo.
Lamentablemente los diputados que intentaron sacarle las patas del barro al Fiscal General, lo que hicieron fue hundirse con él en el lodazal.
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