Oposición bruta, torpe, según Schemel. ¿Iconoclasta?

Para el Drae iconoclasta se refiere a quien "rechaza la merecida autoridad de normas, modelos y maestros". Entonces siendo así, la oposición que actúa como a lo loco, pudiera ser eso, iconoclasta.

Pero Oscar Schemel hablando con Vladimir Villegas, la calificó de bruta y torpe como nadie en lo que va de los últimos veinte años. Diría que el comportamiento de la oposición, en cuanto luce desacertada, pareciera parangonarse con una parte del universo izquierdista de unos años atrás, antes que Chávez hiciese su aparición.

La conducta o mejor actuación de esa oposición que pone la agenda, como la de "La salida", guarimbas y toda la parafernalia que eso comporta, pareciera ser la del muchachito malcriado empeñado en caerle mal a todo el mundo, incluso a quienes ansían lo contrario.

Para Schemel, tal como marchan las cosas, la oposición haría bien con no moverse, hasta "no hacer nada". Agrega el analista, lo suyo es la agenda electoral. Considera posible que salga gananciosa en las próximas elecciones parlamentarias, pese que en diciembre la aceptación de la gente entre chavismo y oposición, según las mediciones de Hinterlaces, estaba entre 36 y 18 % respectivamente.

¿Pero es valedero explicar el asunto diciendo que la oposición es bruta o torpe?

Entiendo que Schemel un hombre muy cuidadoso, habituado a trabajar con detalles, usó esa expresión por eso de darle licencia al lenguaje. Es decir, apelar a un lugar común para referirse a un proceder que por reiterado y contumaz, denuncia terquedad y el no querer, por alguna inteligente razón, entrar a analizar los detalles.

Pero si es conveniente despejar esa incógnita o mejor desechar esa explicación porque, si partimos de ella, pudiera conducir a quienes tienen que combatir o interpretar la conducta opositora a incurrir en errores.

No hay duda que en veces, del Departamento de Estado o del ámbito gringo donde suelen establecer a los opositores su línea, hay más de un loco y hasta guindado en viejos y fracasados procederes. La forma de lucha violenta que se ha impuesto en Venezuela, en los últimos años, como sustituta de la fracasada revolución de colores, pudo haber posicionado a algunos personajes, con la ayuda de la propaganda de medios de comunicación dentro y fuera del país, como líderes. Por algo hay quienes a alguno de ellos le han comparado con Nelson Mandela.

Por supuesto, los locos e iconoclastas, se hayan en cualquier lado y parece obvio que en la oposición hay más de uno que trata con su exacerbada conducta hacerse notar. Si el hambre y la necesidad se juntan pueden motivar serios conflictos. Si esos locos, brutos, torpes son alentados desde una potente "fuente de poder", incurren en las loqueras y torpezas que antes hemos visto y las repiten cuantas veces sea necesario.

Que una avasallante mayoría de venezolanos sea contraria a la violencia, torpezas y locuras, a quienes de estas han hecha formas de lucha, no les achicopala. Por eso pareciera tener razón Schemel. ¿Pero está la oposición ganada para repetir esos lamentables hechos que la han detenido y no le han permitido capitalizar las dificultades que confrontamos?

Pensemos, como los locos e iconoclastas, a finales de diciembre, a principios de enero, hablaron por las redes de un "paro nacional". Le puse en minúscula, porque es obvio que no merece otro tratamiento. Pero ahora hay algo singular; nadie se atrevió a dar la cara por ese llamado que tuvo y siempre tendrá un fin azaroso. ¡Lo que salga! Claro todo el mundo sabe de dónde procede ese llamado pero nadie se hizo responsable. Es obvio que los fracasos anteriores tuvieron mucho que ver con esa conducta y los intentos del aparato del Estado encargados de aplicar la justicia, al procesar a López y la Machado, pudieron haber obligado a algunos personajes a ser más cuidadosos.

Pero también es cierto, que sectores de la oposición, con nombre y apellido, esta vez de manera ambigua, dubitativa, sinuosa o guabinosa, como queramos decirle, se pronunciaron contrarios a la repetición de guarimbas, actos violentos y un paro, que seguramente tendría rasgo vanguardista y hasta patronal, como en el 2002, cuando igualmente la oposición salió con las tablas en la cabeza.

Esta conducta revela que la oposición no es tan bruta o torpe como podría creerse. Sucede realmente que sus contradicciones internas, aderezadas con los malos consejos de los gurús de la política imperial, le generan conflictos, expresiones e inhibiciones que se sintetizan en prácticas que en lugar de permitirle recoger el descontento generado por circunstancias primarias como las colas, desabastecimiento, la inflación y la anarquía en el intercambio de mercancías, los alejan más de la gente y les denuncia como colaboradores o estimuladores de ese estado de cosas.

Pero hay algo importante que analizar en la oposición. El deseo de mando por el mando mismo, de figurar en las primeras planas, ponerle la mano al coroto para el reconocido fin de embucharse, fortalecido por la ausencia de un liderazgo respetable en ese universo, empujan a muchos a figurar de alguna manera. A falta de tiempo, talento, dedicación para enhebrar una propuesta alternativa frente al chavismo, quienes se imaginan a sí mismos como los necesarios conductores, apelan al fácil recurso de la violencia contra un adversario al cual han estigmatizado en exceso y hecho odiar, para posicionarse como jefes de la oposición toda.

Pero al lado de esa conducta oportunista y hasta mesiánica, corre paralela la de una oposición que está consciente de la impertinencia que aquella encierra, pero duda quizás por las separaciones organizativas, la falta de consenso y confiabilidad que hay entre ellos y no se atreve a deslindarse. Eso hace aparecer a esta última como detrás de aquella; en la retaguardia asustadiza de los iconoclastas. No es descartable que la oposición arribe a la sindéresis, tomando en cuenta las circunstancias que abogan a su favor, por lo que desde el gobierno debe ponerse mayor énfasis en resolver las dificultades y no quedarse en el discurso que, por muy bonito que sea, no niega aquella frase contundente de Berthold Brecht, en la "Opera de los tres centavos", "lo primero es el comer". Lo que justifica que Schemel le atribuya, no sin razón, buenas posibilidades a la oposición para las próximas elecciones.

Claro, el oportunismo gringo que apuesta a lo que salga, genera mayores dificultades.

 



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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