Cito a José Ingenieros: “Cada pueblo vive en continua evolución para perfeccionar su adaptación a un medio que incesantemente varía; las etapas venideras de ese proceso funcional, son concebidas por la creación de todos en forma de ideales. El pueblo, es idealista cuando concibe ese perfeccionamiento y pone su energía al servicio de su realización. No debemos maldecir la fatalidad para justificar nuestra incapacidad; antes debiéramos preguntarnos en secreta intimidad: ¿volcamos en cuanto hicimos toda nuestra energía? ¿Pensamos bien nuestras acciones, primero, y pusimos después, en hacerlas, la intensidad necesaria?”.
Los economistas otorgan, no por “izquierdismo”, sino por realismo, creciente importancia a los factores humanos de la expansión: calidad del jefe de empresa, aptitud de los trabajadores para la asimilación de las técnicas nuevas, adhesión de la colectividad a los objetivos, acuerdo de las partes sociales sobre las reglas del juego de producción. Estos datos, extraños a la pura mecánica, se integran en sus cálculos y ocupan ahora en ellos el primer lugar, incluso donde reina el “capitalismo” sin complejos. Se vuelven a ellos para buscar la razón de las desigualdades en la velocidad de crecimiento de los países técnicamente avanzados. Y es uno de ellos, donde se concentran las reflexiones de los elementos más destacados de la clase patronal, del sindicalismo y de la tecnocracia. Se trata del grado de integración de los asalariados en un orden basado, no ya en la estabilidad, sino en el crecimiento.
Por eso conviene repetir que en el curso de la vida social se seleccionan naturalmente; sobreviven los más adaptados, es decir, los coincidentes con el perfeccionamiento efectivo. Mientras la experiencia no da su fallo, todo ideal es respetable, aunque parezca absurdo. Y es útil, por su fuerza de contraste; si es falso, muere sólo, no daña. Todo ideal puede contener una parte de error o serlo totalmente: es una visión remota y, por lo tanto, expuesta a ser inexacta. Lo único malo es carecer de ideales y esclavizarse a las contingencias de la vida práctica inmediata, renunciando a la posibilidad de un futuro mejor contra un actual imperfecto.
¿Cómo puede tener Venezuela una personalidad económica? Si sólo considerásemos el problema en esta forma, habríamos elegido la forma peor. Equivaldría a no tomar en cuenta los elementos que van intervenir en los años venideros… Si queremos que Venezuela represente un papel sobresaliente entre los pueblos de nuestra América, no le bastará con el hecho, indispensable, de hallarse presente en los intercambios tecnológicos mundiales. Si queremos que Venezuela exista, la primera condición es que sea una potencia económica. Pero la segunda, es más difícil, es que tenga una idea personal, una ética, una política: aquí está nuestro principal retraso… La falta de un pensamiento original venezolano es todavía más evidente que la falta de personalidad tecnológica. Es esto lo que domina.
Venezuela hace guiños al Este y al Oeste, al Pasado y al Futuro. Mientras no sepa lo que quiere, no tiene la menor probabilidad de representar un papel en la fase de nuestra América. Ahora bien, esta mutación necesaria no se realizará espontáneamente. Se necesitarán hombres y mujeres de voluntad. Porque, en definitiva, lo decisivo no son los equipos, sino las estructuras político-económicas.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡SigamosSiempreJuntosConChávez!
¡Viviremos y Venceremos!