Para las nuevas generaciones de revolucionarios, seguro estoy, que el nombre de Celestino "El Mocho" Ledezma, un llanero atado a un botalón caraqueño en la década del sesenta, nada dice. Pero él fue, en la nuestra, como la "Guácara", mencionada en una conocida canción de Luis Mariano Rivera, aquella cuya presencia anunciaba la lluvia. "El Mocho", era anunciador de golpes, complots militares y desasosiegos en cuarteles. Su "autoridad" en eso de conocer las intimidades de la vida, estado y disposición del ejército frente al gobierno, llegó a ser tal que era como un oráculo por consultar ante cada circunstancia. Sólo que rara vez, como los "expertos de la hípica", se daban sus pronósticos. Hecha esta advertencia sigamos con nuestra crónica, que por su extensión he dividido en dos partes.
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Hay golpes de golpes. El más simple es aquel que el lenguaje coloquial venezolano expresa diciendo como redundantemente, sin serlo "¡coño, me di un coñazo!"
-"De los tres golpes, llevo dos". Solemos decir después haber almorzado. Sólo falta uno". Eso suelen decirlo quienes tienen dificultad para lograr esa hazaña o ansiada meta de todo los días, mientras se golpean suavemente la panza.
¡Lo que uno supo de eso!
Aunque el nacional, con satisfacción y alegría, también usa la expresión: "hoy me metí las tres papas completas". En este caso, pasar el día sin siquiera un golpe, es una tragedia o un golpe superlativo. ¡Vainas de la vida y el lenguaje!
Nuestro viejo amigo y compañero del MIR, Elías Eljuri, desde el INE, dijo varias veces que más del 95 % de los habitantes de este país, en la era de Chávez, para decirlo en viejo lenguaje coloquial, "metían tres veces diarias las patas bajo la mesa"; lo que significa que ese porcentaje gozó las tres papas completas o los tres golpes respectivos al día. ¡Claro! Lo de "meter las patas bajo la mesa", le he llamado "viejo" lenguaje coloquial, no sólo porque ya está en desuso, sino porque esa bella costumbre de comer sentado en la mesa y sobre todo en familia, se ha perdido. Hasta en eso nos han cambiado el imperialismo y el capitalismo, bajo la idea que progresamos, promotores de la comida chatarra, que no condiciona el comer en la mesa y menos juntar a la familia; sino que cada quien en la calle o en su casa, come lo que encuentre; lo mete dentro de lo que primero agarre a mano y engulle todo aquello, se harta de colesterol y grasa, sin meditar qué comió, si los demás comieron y menos sobre todo aquel ritual de comer en familia. ¡Viva el individualismo! ¡Viva la modernidad!
Lo que si quiero observar, que de un tiempo a esta parte, hasta el día que lo designaron para otro cargo, Elías nada ha vuelto a decir sobre aquello y el INE también ha estado muy encriptado. ¡Vaya usted a saber! No sé si hemos subido la cifra de "encontronazos" o comelonas. Uno pudiera hacer deducciones por las cifras que se manejan en el mercado, pero es mejor no pecar de imprudente.
Pero como estamos en lo de golpe, sigamos con el ritmo de lo que veníamos diciendo. Justamente, hablando de ritmo, golpe es una digamos como…..expresión musical muy extendida en Venezuela. Así hay "golpe tocuyano", del Estado Lara, "golpe aragüeño", "golpe de arpa llanero" y el "golpe oriental", este último se toca, baila y canta en toda la región oriental del país, sobre todo a lo largo de la costa.
-"Anoche hubo una rumba de golpe por los "laos" de Cochabamba", decían en Cumaná para referirse a esas peleas colectivas, muy comunes de fin semana, sobre todo entre familias tradicionalmente rivales por asuntos tan viejos que los vivos y participantes en aquellos brollos no recordaban los detalles, pero mantenían ardiendo el odio. En el zafarrancho del barrio la gente se caía a golpes, no de comida ni de temas musicales, sino a golpe limpio, golpe de esos que dejan moretones. De donde el ritmo musical se trueca en sampablera. Además la rumba, un ritmo musical se combina con otro, el golpe, para dar un resultado que, como dijese aquel personaje que hoy no quiero nombrar, no es "ni lo uno ni lo otro". ¡Qué de vainas con el lenguaje!
Quizás por esa violencia que implica disparar y hasta matarse entre contrincantes, como es violento el golpe que se da con algo contundente contra algo o alguien, a los movimientos militares que terminan llevándose en los cachos al gobierno, o tumbándolo, y el tumbar a alguien es violencia, le llaman "golpe de Estado". Es más, hay un lenguaje muy simbólico, del gusto de los letrados y juristas, que dice "ese acto fue por demás violento, pues violó la Carta Magna". Y resulta que el violar en cualquiera de sus expresiones es violencia. Golpe y violación, entonces son hijos de la violencia.
El discurso que denunció el presidente Maduro y oímos por los medios, es violencia pura, estruendosa y extremadamente abusiva. Es el típico lenguaje golpista de quien se cree por encima de la voluntad popular.
Los golpes del pasado, me refiero a los de Estado, eran diferentes a los de ahora. Antes los golpistas actuaban en el más absoluto secreto. Ahora uno sabe de antemano por donde viene por lo menos el intento de golpe, cuando se forman las guarimbas. Los golpistas de antes, casi siempre militares con muy pocos civiles, quienes se encargaban de elaborar los discursos, proclamas y ofertas que los primeros hacían y siempre terminaban en el cesto de basura, porque en fin de cuentas eran eso, no querían saber nada de gente en la calle ni de los civiles. Los sindicalistas adecos del año 1948, cuando oyeron los runrunes de golpe, amenazaron con sacar su gente a la calle; era justamente una manera adecuada –dije adecuada, no "adecada" – de parar el golpe contra Gallegos, por lo que ya dijimos. El alto mando adeco, liderado por Betancourt, mandó a parar aquello y los golpistas se sintieron a gusto y dieron el golpe. Los adecos, por años, se cayeron a golpes entre ellos, por no haber sido consecuentes con aquella amenaza que pudo haberlos salvado del golpe, por los menos por un tiempo. Por cierto, la Junta de gobierno que se formó para gobernar "transicionalmente" y "rescatar la institucionalidad perdida", el pueblo le llamó la 101; a la derecha e izquierda dos militares y en el medio un civil, el cero.
CONTINUARÁ