Alocuciones de la Liga de los Justos

"En una traducción del Manifiesto Comunista, de Wenceslao Roces (Madrid, 1932), se dan a conocer las primeras alocuciones del comité central de la Liga Comunista a sus afiliados publicadas en 1919 por el marxista alemán Ernesto Drahan en Neue Zeit. Estas alocuciones ofrecen elementos sumamente interesantes para el estudio y orientación de las posteriores actuaciones de la Liga Comunista y muy particularmente para el examen histórico de sus posiciones".

En aquella época existían en España diversos grupos de tendencias sociales avanzadas; publicábanse numerosos periódicos en los que se reflejan las inquietudes revolucionarias de esos grupos, todos ellos incluidos por ideas anarquistas y por las teorías del socialismo utópico.

Esa fue su principal y trascendental y resolución. La labor tenaz de los gigantes del socialismo había dado sus frutos. Con el Manifiesto Comunista aparece una nueva etapa del movimiento obrero. "En esta obra –decía Lenin- está trazada, con claridad y brillantez geniales, la nueva concepción del mundo: el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida social; la dialéctica, como la doctrina más completo y profunda; la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario históricouniversal del proletariado, creador de la sociedad nueva, de la sociedad nueva, de la sociedad comunista" (Marx-Engels-Marxismo, de Lenin).

Los elementos de la Liga eran los animadores de todo un proceso de organización. En el de septiembre de este mismo año, Engels celebra una nueva entrevista con Marx en París en la que queda sellada la amistad la amistad que habría de unir, para siempre, el pensamiento genial de los grandes forjadores del socialismo científico y revolucionario, de sus vidas consagradas, por entero, al proletariado.

La Organización del Trabajo, La Atracción, Democracia Pacífica, La Fraternidad, El Porvenir, La Reforma Económica, El Eco de la Juventud, La Asociación.

Queridos hermanos:

Si nos fijamos en la situación actual de Europa, y especialmente de Alemania, no podremos dudar un momento que las ideas sociales y comunistas consiguen los progresos más satisfactorios y que ningún partido puede encontrar eco si no hace más o menos hincapié en la transformación de la sociedad actual. Nuestra misión debe ser espolear el grandioso movimiento de nuestro tiempo y encauzarlo en la medida de nuestras fuerzas, pues sólo de ese modo lograremos formar un partido potente y dar la batalla victoriosamente a nuestros enemigos. Desgraciadamente, hasta hoy no ha ocurrido así; unidos en la aspiración de combatir el orden o, por mejor decir, el desorden actual, no lo estamos en cambio en cuanto al modo cómo hemos de combatirlo. Al principio creíase que nuestra actuación debía consistir en construir sistemas comunistas y sociales, pero pronto se vio que seguía un camino falso y, afortunadamente, hoy se va abandonando ya casi por completo esa manía sistemática; no obstante, nuestras fuerzas siguen desunidas, nuestras relaciones con el partido religioso y con la burguesía radical no se han puesto en claro todavía; aún es la hora en que no se ha levantado una sencilla profesión de fe comunista que pueda servir a todos de norma, y así nos encontramos con que en muchas localidades, en vez de ayudarnos eficazmente unos a otros, nos estorbamos recíprocamente, Pues bien, es necesario a todo trance poner remedio a este mal, y como ello no podría conseguirse por medio de cartas, convocamos un Congreso para el 1º de mayo de 1847. Todos… deben enviar a este Congreso un delegado; aquellas localidades donde sólo exista una comuna deben unirse con otras que estén en idénticas condiciones, para elegir entre las dos, de su seno, un representante. Os encarecemos la necesidad de no elegir más que a delegados que conozcan bien las orientaciones de su localidad y que puedan, por tanto, representarlas en sus intervenciones; los días que dure el congreso correrá de nuestra cuenta el alojamiento y la comida de los delegados. Este Congreso puede ser el precursor de un Congreso general comunista que se celebre en el año 1848 y al cual se invite, de un modo público, a los partidarios de la nueva doctrina en todos los continentes. Esperamos que para ese día habremos alcanzado la unidad y la fuerza necesarias para imprimir a todos los asuntos la debida orientación.

Ya tendréis noticias de que, no sólo en Alemania, sino también en Bélgica y otros países, el partido radical se separa públicamente del viejo y vacuo liberalismo, levantando bandera propia. La pequeña burguesía desplazada más y más, cada día que pasa, por la alta aristocracia del dinero, cada vez más pujante, ve acercarse a pasos agigantados su ruina; ella es la que forma principalmente ese partido, que no sólo no está reacio a una reforma social —en Alemania y en Francia las cosas no están todavía tan avanzadas—, sino que reconoce públicamente su necesidad. A nuestro juicio, las circunstancias actuales hacen deseable y necesaria una inteligencia del proletariado con ese partido. Creemos, por tanto, que demos procurar en todas partes entrar en relación con los radicales, aunque sin ceder en nada de nuestros principios; que debemos aspirar a demostrarles que no está ya lejos el día en que también ellos se verán empujados a las filas proletarias y que sólo por medio de una reforma social podrán esquivar su ruina. Si somos capaces de llevar adelante una inteligencia de la burguesía radical con el proletariado, pronto se abrirá una nueva era, tan grandiosa, que no tendrá paralelo en la historia. ¡Manos, pues, a la obra, hermanos!

Las esperanzas que ciertos comunistas ponían en los católicos alemanes y en los iluministas (del filoso Mendelsohn) no parecen realizarse. Nosotros jamás ciframos la menor ilusión en ello: querer apuntalar un edificio viejo y podrido es trabajo en balde. Procurad, pues, traer de nuevo al buen camino a cuantos hasta ahora encauzaron en ese sentido sus aspiraciones. No miremos demasiado al ayer y convenzámonos de que las formas del viejo mundo que cohíbe el espíritu del corazón humano no podrán ser trasplantadas al mundo nuevo; no, eso no es posible.

Queremos dirigir vuestra atención muy especialmente a los manejos del partido cristiano-germano-prusiano. Los secuaces de este partido del jesuitismo protestante son los oscurantistas de los tiempos presentes; incapaces de combatir con su espíritu y sus enseñanzas sin corazón las aspiraciones jóvenes y fuertes, pero resueltos a mantener a los pueblos a todo trance en la esclavitud, no saben más que gritar: ¡policía!, ¡policía! Y cuando no consiguen lo que desean, pretenden alcanzar sus fines tergiversando los principios sociales o sembrando recelos contra las personas que difunden estas doctrinas. Es menester arrancar a estos sujetos la careta detrás de la que se ocultan, para que el pueblo vea su verdadera faz y retroceda aterrado ante ello. Toda su aspiración se cifra ahora en reclutar partidarios entre el proletariado, en sembrar la discordia en nuestras filas, para, en caso de revolución, levantar un ejército popular, que como los vandeanos de 1792, declaren la guerra, en nombre de Dios y del Redentor, a las ideas de la justicia. Hay que salir al paso de esta maniobra, si no queremos que corran ríos de sangre. Más no creáis que la cosa es fácil, pues esas gentes cuentan con la protección de los gobiernos, de los curas, del dinero y de la policía; ya han fundado en Berlín, Hamburgo, Stuttgart, Basilea, París, Londres, etc., asociaciones cristianas de artesanos que mantienen entre sí constantes relaciones, envían a obreros de emisarios y, si necesario es, no tienen inconveniente en ponerse careta de comunistas para ganar adeptos; es necesario, pues, desenmascarar a esas gentes, sin pérdida de momento, en todos los periódicos que podamos. (Sigue una larga descripción de la situación en Londres y de los manejos de Bunsen, embajador prusiano en esta capital, para fundar asociaciones cristianas de artesanos que contrarréstenlas organizaciones de los comunistas.)

Los tiempos se hacen muy duros; necesitamos hombres enérgicos y no soñadores lunáticos que, en vez de protestar contra la miseria de la humanidad, no saben más que lamentarse como mujeres. Una palabra más, antes de terminar; guardaos de la motines, de las conspiraciones, de las compras y otras paparruchas por el estilo; nuestros enemigos utilizarán todos los medios para provocar motines en la calle, etc., a fin de estar así en situación de intervenir y, como ellos dicen, de restablecer el orden y realizar sus planes diabólicos. Una actitud tranquila y seria obliga a los tiranos a quitarse las máscaras –y ¡entonces llega la victoria o la muerte!

Como veis, hermanos, el trabajo no falta; ¡arriba, pues, quienquiera que seáis, poneos en pie! Que la justicia y la verdad sean vuestros gritos de guerra; hagamos frente sin miedo a los enemigos de la humanidad y estad seguros de que cuanto más dura sea la lucha más espléndida será la victoria. Seguros de que apoyaréis con todo celo y decisión nuestros deseos, os saludamos a todos fraternalmente.

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tus sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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