La guerra económica

No somos vendedores de sistemas; sabemos por experiencia cómo es insensato discutir las distribuciones que hay que hacer en una sociedad futura, romperse la cabeza sobre ello y descuidar todos los medios para alcanzar el propósito… La tarea de nuestra generación es descubrir y depositar al pie de obra los materiales necesarios para la elevación del nuevo edificio; la tarea de las generaciones futuras será construir el edificio. No somos socialismo que debemos desde la paz perpetua, mientras por todas partes nuestros adversarios se preparan al combate…

En la sociedad política reinaba en un principio el régimen de la libre guerra individual, la venganza, el tomarse la justicia el ofendido por su mano y perseguir personalmente al ofensor.

Más tarde fue viéndose obligado el individuo a ceder su primitivo derecho de guerra al Estado o nación, y ya apenas quedan más restos importantes de la guerra privada que el bandolerismo y los llamados lances de honor. De las tropas mercenarias que levantaba un señor, se ha pasado a los ejércitos nacionales. Y las naciones, más fuertes que los más fuertes individuos, han hecho las guerras más destructoras y terribles.

Todos los progresos técnicos y mercantiles acrecientan la importancia de los grandes capitales y hacen cada vez más desesperada la vida de los pueblos. Para escapar a los efectos de una dura competencia, firman un armisticio tácito y se combinan entre sí. Todo el mundo sabe cómo van aumentando las sociedades anónimas por acciones y todo sistema de cooperación canibalística. Más la guerra vuelve a renacer más violenta, más dura, aunque acaso más callada, entre las grandes compañías. La lucha entre las gigantescas empresas es importante; la llevan a cabo sin consideración alguna entre sí ni hacia el público consumidor. Anuncios, adulteraciones, reducción de precios y de beneficios… miles medios. Saben bien que las crisis debilitan al fuerte, es verdad, pero como matan al débil, se encuentra aquél solo dueño del campo, pasada la tormenta, y tiene ocasión de reponerse con creces.

La terrible maquinaria de los armamentos nacionales y las incalculables consecuencias que hoy llevaría tras sí una guerra, hacen que aumente el sentimiento de responsabilidad de los directores de los destinos nacionales y que todo se vuelva predecir para muy pronto la gorda, que no acaba de llegar, afortunadamente, y "amagar y no dar". Una cosa parecida pasa con la guerra económica. Y así como a medida que dejan sentir los incalculables males de la salvaje paz armada (foco de todos los instintos atávicos y embrutecedores) se oyen voces, en un principio aislado y cada vez más concordado, a favor del desarme y del arbitraje internacional, se oyen también voces de desarme y arbitraje económico. Estos serían beneficiosos a la causa del socialismo que, en contra de lo que creen los que no lo conocen sino muy superficialmente, se desarrolla mejor a la sombra de la relativa paz económica que con la guerra.

"Los caminos que llevan al futuro pasan por la confirmación de una nueva mentalidad política de la clase dirigente, por la comprensión de las realidades del pueblo, por la compresión de la interdepencia, por la convicción de que en la construcción del socialismo debe participar el pueblo y no sólo una cúpula".

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tus sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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