Con el renacimiento –Magnaeclosión de este occidente que se lanza a la más increíble aventura del pensamiento y la acción- adviene una nueva idea que reforzará la tendencia a la diversidad. Se trata del principio de la razón de estado que va a hacer más radical y áspera la lucha entre las naciones. La tensión ahora se traduce en el choque entre los intentos de hegemonía continental de ciertas potencias –Estados Unidos, Europa- y la resistencia de otros pueblos al ordenamiento supra es tal que del siglo XIX hasta nuestros días y la oposición al predomino europeo, arrumbado. Es ahora cuando al calor de la lucha se produce esa crítica violenta al contrario, que se simplifica en principios elementales de la bondad de lo propio y la maldad de lo ajeno.
Los círculos vinculados al militarismo, a la carrera armamentista, están claramente acobardados. Ellos tratan con todas sus fuerzas de enfrentar la nueva situación historia hoy, como siempre, es apasionante; el espectáculo más bello realizado por los pueblos por cuanto representa el desplieguen en el tiempo de su lucha consigo mismo, con los demás y con la naturaleza preguntándose eternamente por su destino. Ellos quieren poner bajo su control el sentir de extensos sectores de la opinión pública mundial, sofocar sus anhelos de paz e impedir a los Gobiernos que ocupen una posición clara y precisa en este momento histórico y decisivo.
Y es de señalar que fue en estos horizontes de nuestra América donde se inició el proceso de la revolución con la independencia de Revolución Francesa para transferirse este espíritu al viejo continente en la Revolución de los Iguales y al retornar al Nuevo Continente para culminar en la independía de toda La América Hispanoamericana, cerrando de esta forma el ciclo de la Edad Moderna. A partir de este momento, con una gran variedad política de nacionalidades, comienza uno de los procesos más espectaculares de la época contemporánea. Las posibilidades del Continente Americano, aprovechadas por sucesivas generaciones de hombres y mujeres inquietados(as) en alianza con la tecnología, sitúan a esta parte del mundo en la vanguardia de la acción histórica, continuación por una parte, y reserva por otra parte de la civilización occidental, sin perder por ello cada país su personalidad y los rasgos de su origen que constituye la esencia de los problemas que se debaten hoy en nuestra América.
El viejo Continente ha originado el despertar de sus vecinos muchas veces, es cierto, con su egoísmo y ambición. Pero en el presente se ve cercado y parece que asistimos al "al rapto de Europa" llevado a cabo con sus mismas armas. Esta es la significación del presente en que nos encontramos y cuyas manifestaciones se nos presentan como el umbral de una nueva Edad.
Durante muchas décadas arde la Guerra por todos los campos, las "guerras civiles" que decían algunos teóricos que decían calandro muy hondo en el drama. Algunas veces, aquí o allá, suenan voces que llaman a la concordia, pero son apagadas por la incomprensión y la ambición del saqueo de las riquezas de otros pueblos.
Resultado de esta trágica situación que amenazaba destruir las esencias de nuestra América es una fórmala que se nos ofrece desde finales del siglo XIX hagamos de forma que, si no se puede desterrar la guerra, sea al menos evitada por una idea negativa, pesimistas, si se quiere, pero eminentemente pragmática: sólo se ataca al vecino cuando se está seguro de ser superior a él.
Precisamente cuando maduraba en el renacimiento e iniciaba su singladura de las hojas, frutos de su inquietud y su hambre de horizontes, fue el descubrimiento de América –el Nuevo Mundo, como dijeron los contemporáneos- que esperaba su hora, guardando en sueño una variedad de culturas autóctonas que asombran cuando se penetra en su contenido cultural. Se produce entonces –siglos XVI y XVII- uno de los fenómenos más interesantes y profundos de transculturación, de penetración de la visión del mundo, de las instituciones y de la realidad física y humana en última instancia del hombre europeo en su versión española y lusitana que lleva a las tierras vírgenes sus afanes, su cultura, sus deseos de riqueza, sus turbulencias reliosas para engendrar con el tiempo una forma nueva de ser histórico, la americanidad, suma y compendio de lo original y lo heredado. Los europeos durante centurias saquearon las riquezas de nuestro Continente, para cristalizar al fin en su propia personalidad y conciencia histórica en el siglo XIX. Y es de señalar que fue en estos horizontes americanos donde se inició el proceso de la Revolución Moderna.
Se iba el siglo XIX, pero no para sumirse en el olvido como algunos frívolos de la inteligencia hubieran deseado. Los temas que el siglo XIX nos había propuesto no encontraron respuesta sino en las guerras civiles, los debates políticos, en los programas y en realizaciones frustradas o incompletas, de manera que estaban aún en pie al entrar en el siglo XX. Pero como la Historia es implacable, eran violentamente atropellados de la burguesía, por los temas y problemas de nuestro tiempo de verdad. Y así vino el prohombre financiero cuando el señor de haciendas y casi de vidas estaba lejos de desaparecer. Y el socialismo se adueñó de las conciencias de unos, mientras otros pretendían la invulnerabilidad de estructuras caducas desde hacía siglos. Así entramos de la Venezuela tremenda y desgarrada de nuestro siglo XXI, con desgarraduras del anterior por haber faltado a la cita que en él nos dio la Historia.
¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!
¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!
¡Independencia y Patria Socialista!
¡Viviremos y Venceremos!