Los cambios revolucionarios que se producen en 2 de febrero de 1999 abren una etapa de actividad desbordante de las clases sociales y fuerzas políticas en presencia. Por momentos parece que Venezuela va a realizar una transformación para ponerse al ritmo de la Revolución socialista, para echar por la borda el lastre de tantos años de la 4° republicana y el puntofijismo, gobiernos ruinoso y mal concebido. Sin embargo, por causas que intentaremos ver, las estructuras arcaicas permanecen en pie tras los dieciséis años de Revolución Bolivariana con choques y conmociones. Desde ese momento, la burguesía renunciará a su "revolución democrática" para pactar con el imperialismo y las clases tradicionalmente dominantes en Venezuela.
El desarrollo de las fuerzas productoras siguió su proceso desigual, pero ininterrumpido, que ya hemos examinados en etapas anteriores. La política económica de los gobiernos de la época tampoco manifestaron ninguna inquietud ante las crecientes inversiones extranjeras; el liberalismo sancionaba esa orientación. Ese liberalismo estimulaba por un lado el proceso de capitalización y de formación de grandes empresas. Pero ese mismo liberalismo dejaba inerme al capital venezolano frente al extranjero más poderoso.
La revolución había derribado la dinastía y sus primeras sacudidas quebrantaron –sin demolerlo—el aparato estatal. Era el momento propicio para que la burguesía relevase en el Poder a la nobleza terrateniente, para destruir las posiciones económicas e ideológicas de la aristocracia, y de la Iglesia. La acción creciente de las masas populares en el estallido del 4F era signo de mayor participación popular en la vida política. Pero para que 4F fuese algo más que una sacudida telúrica se precisaban fuerzas capaces, orgánicas e ideológicamente, de dirigir una verdadera revolución. La cuestión clave del país seguía siendo la de la propiedad agraria y, en general, la estructura agraria semimedieval.
El gobierno de 4F no parecía tener demasiada consciencia de esa empresa histórica que se llama la revolución burguesa. Sólo adoptó dos medidas anticlericales. La temática de las Constituyentes había perdido su vigencia. Sus consignas de soberanía nacional, de libertad, etc., eran ya tan insuficientes que podían ser abrazadas por los moderadísimos, sin lastimar lo más mínimo los intereses de las castas privilegiadas: 2002 de abril es el cambio de signo del revolucionario venezolano.
No se puede decir que los gobiernos liberales de la época comprendiesen muy bien los problemas de la industria nacional. Las antiguas inversiones que repatriaban sus beneficios a los países de origen, así como el aumento considerable de la Deuda exterior, hicieron que la balanza de pagos fuera desfavorable. Los sucesivos gobiernos creían cerrar las brechas abiertas con el remedio momentáneo de nuevas inversiones y créditos exterior, medidas que, a la larga sino gravar más y más la economía y la Hacienda venezolana.
Obvio es decir que los fenómenos de desarrollo en modo cambiaron las bases de la economía. Por ello no es extraño oír que estos años fueron "malos para los negocios". Se entiende por "negocios" la especulación y el movimiento en Bolsa de títulos de la deuda, las transacciones de bienes inmuebles, etc. En efecto, las clases del antiguo régimen detentadoras de riqueza se mostraron reacias a toda actividad económica, afluyeron a cambiar los billetes contra el dólar (fenómeno éste que sólo tiene importancia a partir de 1974 y, por razones políticas, retiraron su confianza a los títulos del Estado. Sin embargo la preocupación del Gobierno fue muy otra. Su manifiesto disimulaba mal la preocupación de defender el carácter socialismo del régimen. Las medidas contra las milicias populares, cuya tradición democrática estaba tan arraigada, la total incomprensión de las reivindicaciones venezolanos.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!