Está en su epicentro una gigantesca conspiración para conmover los cimientos económicos del país.
El aspecto antagónico del pueblo es una sorda campanada con resonancias dramáticas ante la hoguera de la violencia. La parte más sensible del pueblo siente de cerca la amenaza mientras se busca en el arsenal de los rumores y de las apreciaciones infundadas, el material bélico para destruir la ya debilitada confianza financiera.
El capital extranjero, auxiliar caracterizado del nacional en el establecimiento de una balanza de pago coordinada y eficaz, se siente vulnerado, pues las colocaciones se repliegan atemorizadas por la inconsciencia de sorprendentes vaticinios.
La confianza que es una riqueza incalculable, sufre, actualmente, por una serie de infortunadas actuaciones. La politización ha conducido al pueblo a un estado de psicosis colectiva de extrema exaltación y próxima a un sentimiento medroso que, simultáneamente, obliga al agricultor que recibe el pago de su producción, a convertirlo en dólares, al empresario que obtiene un crédito para la terminación de la obra, y retira más del 50 por ciento de ese capital para constituir una hipotética reserva de divisas; al financista para incrementar la fuga de sus disponibilidades en la confusión del debate, y así, la representación más heterogénea de un Gobierno sorprendido que incurre en el error de convertir sus divisas, en instrumento de pago internacional sin tener un objetivo definido en el particular.
En verdad que la falta de coordinación de los organismos privados frente a una burocracia que trabaja sin ninguna planificación, contribuye a alentar el miedo que se entroniza y golpea la estabilidad financiera, económica, social y política, pero los efectos de cualquier confabulación los sufriría el pueblo en su cabal integridad.
Ese sería el primer impacto de la conspiración perpetrado contra la Nación. La economía del país dispone de recursos suficientes para pensarse en su máximo desarrollo; su problema es de carácter netamente político y su consecuencia es la falta de confianza. Con la "buena" voluntad de los que dirigen la finanza y lo estimulan con su acción "beneficiosa", se pueden conjurar esos brotes anárquicos (dolosos) que están encaminados a perjudicar al conjunto nacional.
Venezuela sigue contando, muy preferentemente, con la industria petrolera y con sus extraordinarias riquezas naturales. ¿Es que acaso peligra esa organización con la cual se mueve el transporte en el mundo? La renta que por ese respecto nutre el ingreso nacional de modo preponderante, ¿ha disminuido?
¿Pueden más los rumores que una realidad palpitante, viva y categórica que cuenta con poderosos recursos y necesita del sosiego del pueblo para trabajar y vivir en paz?
No se puede, pues, concebir que se esté cometiendo una acción insensata porque alguien puso a andar un rumor, una especie interesada, un fin inconfesable y, tampoco, porque de una interpretación apresurada a raíz de ese acontecimiento, se incurriese en nuevos errores.
El flanco quedó descubierto en el terreno de la confianza colectiva, pero puede ser cubierto con ponérseles presos a tantos funcionarios (ladrones). Así se recobrará ese sentimiento en el símbolo de la Nación, en un elevado sentir ciudadano y en la devoción que a ese respecto se profese, pues es fuga y repatriación de capitales, y ello corresponde con toda su responsabilidad, a la comprensiva y equilibrada actuación gubernamental.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!