Pasa que le hemos endilgado a la muerte la discriminación de los valores, y por ello suponemos que hay personas a las que de tanto respetar, o querer no se van a morir nunca.
De ahí el estupor que nos ha embargado al conocer por obra de la Agencia de Información Nacional de Cuba, la noticia del fallecimiento de Eduardo Bernabé Ordaz, uno de los hombres con los cojones mejor puestos de la Revolución Cubana.
Bien puestos, recalco, porque hay que tenerlos para subirse a la Sierra Maestra a luchar por la vida para luego abandonar la gloria victoriosa del 1 ero de enero de 1959 y llegar con alharaca al local de lo que antes era escoria: la casa de los locos, el manicomio, el psiquiátrico, el nombre que usted le quiera poner para disfrazar lo que siempre fue la derrota moral de la medicina.
Escribo estas líneas en nombre de muchos venezolanos que jamás las van a escribir, o por ingratos, o por olvidadizos, o porque Chávez los tiene locos pero con otra locura.
Durante mi estancia laboral en Cuba, durante mi paso por Radio Rebelde, fui encargada, responsable, asistente, ayudante, madrina, apoderada, de muchos, pero de muchos venezolanos jóvenes quienes se encontraban en el psiquiátrico de Mazorra recuperándose de las heridas de las drogas, de la perversión sexual, de los maltratos familiares, de la llaga discriminatoria, en fin…
De todo ví y a todo puse atención además de solidaridad. Había en Mazorra un gran pabellón para los venezolanos, ojo, y eran tiempos de Carlos Andrés Pérez.
Nunca ha discriminado Cuba el signo social de una enfermedad. Y esa fue prueba.
Podría en este instante dar nombres de los padres de esos jóvenes atendidos en Mazorra por obra y gracia de ese cubano que ha muerto y enlutado al mundo de las sensibilidades, llámense médicas, militares o anónimas.
Podría darlos porque hoy forman parte de las hordas de los depredadores de la dignidad de los hombres. No recuerdan cómo fue restituida la dignidad de sus hijos mediante la terapia ocupacional que tanto impulsó el doctor Eduardo Bernabé Ordaz.
Por haberlo visto, por haber palpado mucha historia vivida de venezolanos curados gracias al desvelo médico colectivo de Ordaz es que me encargo del desagravio y el homenaje.
Ojalá el gobierno bolivariano investigue los mil casos de venezolanos en Mazorra… No solo se llevará sorpresas, sino que podrá enaltecer la dimensión de un hombre que hizo mucho por nosotros anónimamente, sólo por amor a la vida.
Descanse en paz el doctor Eduardo Ordaz, cojonudo de verdad.
Periodista.