Un balance devastador nos espera el año 2016. Más pobres, más desiguales, más precarios, menos protegidos, más desconfiados, menos socialistas. Éste es el devastador balance que queda después de la incapacidad del actual Gobierno de los últimos tres años. En estas circunstancias tan desfavorables, el pueblo venezolano ha tenido que hacer frente a una de las mutaciones más importantes de los últimos tres años. Más desiguales: la distancia social entre los más ricos y los pobres ha crecido exponencialmente en el seno del país. "Por qué menos desigualdad beneficia a todos" en el que se demuestra que las desigualdades entre ricos y pobres se han situado en su máximo nivel.
Menos protegidos: se han debilitado las prestaciones y los derechos adquiridos del Estado de Bienestar, al que se puede caracterizar como la mejor utopía factible del pueblo venezolano. En el mejor de los casos, el pueblo no estaba preparado para la crisis económica tan larga y profunda. En el peor, las políticas económicas aplicadas se han aprovechado para debilitarnos, al considerarlos demasiado generosos (desestimulaban a una parte del pueblo, que prefería estar protegido a ser activo) cedieron en el modelo social para que los asalariados no pusiesen sus ojos en el socialismo real; cuando éste desaparece, el modelo social –que algunos consideraban un freno al dinamismo capitalista—ya no es necesario.
Se pretende sustituir la universalidad por el "conservadurismo compasivo", consistente en cuidar sólo a los más pobres (con más limosnas) pero sin atender a criterios redistributivos. La elección a la que nos enfrentamos no es entre el capitalismo y el socialismo, o al final de la historia o el retorno de la historia, sino entre la política de cohesión social basada en unos propósitos colectivos y la erosión de la sociedad mediante la política del miedo.
Más desconfiados: la distancia entre la práctica teórica (los discursos) y la práctica política (los actos) se han hecho tan grande que la desafección del pueblo pasa por una fase aguda, muy difícil de paliar. Ni la devaluación salarial, ni las reformas laborales, ni las privatizaciones de los servicios sociales. Son aplicados a traición. El pueblo ha llegado a la conclusión de que vive en la mentira política permanente y, como corolario, ellos reaccionan instalándose en la sospecha y el cinismo, o confiando en representantes vírgenes, aunque les proporcionen respuestas simples para problemas muy complejos (el populismo). Para la burguesía (descreída) se hace cierta la irónica sentencia de Isaac D’Israli que encabeza el libro "La mentira os hará libres", el arte de gobernar al pueblo mediante el engaño. Han llegado a la conclusión de que los políticos de hoy apenas necesitan recurrir a la mentira: ¿para qué hacerlo si es posible engañar por otros medios? Entre ellos, el más eficaz es la construcción de la realidad a la medida de sus intereses.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Viviremos y Venceremos!