El artículo "Pacto de Punto Fijo, el ¡Puntofijismo!", escrito por Laureano Márquez, debe ser la publicación más absurda que se ha emitido en periódico alguno en el siglo XXI venezolano.
Desde hace ya varios años, Laureano con su humor de alcurnia, de esos que nunca nos hacen reír, viene degradando la profesión del periodismo. La risita bobolonga fácil y la lectura de corrido sin mayor reparo son el pan de cada día de las editoriales de este periódico, del que por cierto es dueño uno de los más acérrimos opositores al Pacto de Punto Fijo, Teodoro Petkoff, al que Laureano con la editorial del 8 de enero literalmente le escupió la cara, así como Miguel Enrique Otero, otro bobolongo, se la escupe a diario a la memoria de su padre.
El pacto de Punto Fijo, firmado realmente en Nueva York (Obviamente no era buena idea incluir esa ciudad) es la más grande cachetada dada al pueblo venezolano y a la República desde la Independencia. Las luchas de comienzos del siglo XX que por décadas mantuvieron los jóvenes venezolanos y las clases políticas efervescentes que vivieron períodos larguísimos de cárcel gomecista, con grilletes de 60 libras en cada pie y en hacinamientos en los que el garrote y el paludismo hacían el trabajo sucio, se vieron totalmente traicionadas ese día de 1958, cuando se firma la alianza entre Estados Unidos, AD, URD y COPEI —excluyendo al PCV, e iniciando así la traición—.
El Pacto, que en el papel garantizaba la "democracia", sirvió a Rómulo y a Caldera, bajo petición gringa, como muro de contención de las ideas progresistas y cercanas al pueblo, concentrando el poder en dos partidos y negando la participación de contendores "revoltosos" en las primeras elecciones postdictadura. Con la motivación de la Revolución Cubana en la misma cuadra, era casi cantada la victoria de la izquierda en Venezuela. El Pacto y la actitud camaleónica permiten a Rómulo ser presidente, y este, en el mismísimo discurso de toma de posesión se quita la careta y da la espalda a todos los partidos y militantes, incluso de Acción Democrática, que lidiaron por años contra la dictadura. Además, para no dejar duda de sus intenciones, ordenó el despido de más de 200 profesores universitarios sólo por su tendencia política, para evitar a toda costa las libertades políticas y de pensamiento distintas a las ordenadas desde el Imperio. El Pacto de Punto Fijo, nacía y se consumaba a partir del engaño y la traición, como una efectiva máquina represora de la libertad. Y empeoraría con los años.
Esto lo vivió en carne propia, entre muchos, el diputado Fabricio Ojeda, otrora líder de las luchas contra la dictadura, que con tan sólo 31 años decidió abandonar su cargo en el Congreso y tomar un fusil. En su carta de renuncia expresa que tomó la decisión "por la brutal represión del gobierno que amenaza con la muerte, la tortura y la cárcel a quienes se oponen a sus designios, obedece a la firme convicción de que la política de las camarillas que ejercen hoy el poder no muestran ningún ánimo para dar soluciones a la crisis política venezolana a través del diálogo y la senda electoral".
La segunda dosis letal del Pacto de Punto Fijo, comienza cuando el gobierno de Rómulo Betancourt desata una cruenta masacre contra el movimiento revolucionario y popular, violando los más elementales derechos humanos. Fabricio Ojeda es asesinado 4 días después de ser capturado en el año 1966. En los períodos de gobierno consecutivo del partido AD —Rómulo Betancourt y Raúl Leoni—, se evidencia una de las épocas de mayor represión y actos criminales de la historia de Venezuela. Las desapariciones, los "suicidios", los "ahogados" y las matanzas son la orden del día.
Todos los gobiernos de los siguientes 40 años gravitaron en torno al Pacto aquel, y molieron a bala al que tan siquiera pensara en asomar la posibilidad de quebrantar la democracia perfecta en la que dos personajes, literalmente, se adueñaron de todo el espectro político, convirtiendo una Venezuela Rural en vías de desarrollo en otra de 85% de pobreza. Logrando la inefable tarea de mudar al pueblo de los caseríos a las montañas, en miles de barriadas promocionadas y motivadas por la anarquía y desorden adecopeyano...
El Pacto, atravesó cualquier posibilidad de una verdadera democracia en el país. El pacto degeneró en 40 años de suspensiones de garantías, desapariciones, allanamientos a universidades que amenazaban tan solo con pensar diferente, entrega de la soberanía, masacres, engaños, robos, hambre. El pacto perfecto de Punto Fijo del que nos habla Laureano, dejo tantas cicatrices en el pueblo venezolano, que la dictadura militar de Pérez Jiménez le pareció a muchos un sueño, al lado de la pesadilla bipartidista.
La lucidez de la que habla Laureano, repleta de palabras bonitas, parece que solo se evidenció en Washington, que nunca se cansó de nombrar a la democracia fundadora de los desaparecidos por razones políticas como un modelo a seguir. 85 de cada 100 venezolanos, de los cuales 50 se morían de hambre en la IV República, y entre los cuales muchos seguramente se oponen a la Revolución Bolivariana, deben hoy sentir la patada en la cara de que aquellos adecos que los hicieron salir a matar por comida, hoy intenten limpiar esa cloaca que significó la Guanábana.
No importa cuántas palabras aderecen al puntofijismo, no importa cuán estúpido y manipulador sea decir que el pacto fue maravilloso porque estaba bien escrito, no importa cuántas veces aparezcan las palabras "inteligencia, cooperación, tregua política, ponderación comprensiva", al pueblo de Venezuela no podrá olvidar que la primera y verdadera oportunidad de democracia en el país fue pisoteada por Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, ni olvidará jamás todo lo que devino de aquella traición, de la que el pueblo se cansó en 1989 y por la cual murieron 7 mil personas en dos días. Si les costó 16 años ganar una cuota de poder, les costará mil vidas resetear nuestra memoria histórica y las historias de vida de todo un pueblo.
@moydavyd