Aunque los caminos para la industrialización de los tigres asiáticos guardan diferencias significativas, para nosotros lo más pertinente son los elementos comunes que contribuyeron a los procesos de acumulación de capital y que no ocurrieron en América Latina. El primero es la ausencia de materias primas exportables e incluso de espacio: Hong Kong, Corea del Sur, Taiwan y Singapur se caracterizan por elevadas densidades de población, así que no tienen las opciones latinoamericanas de generar ingresos en base al extractivismo o la agricultura. Gobiernos despóticos y fanáticamente anti-comunistas, inquietados por la presencia en sus fronteras de sus enemigos ideológicos, lograron iniciar procesos de industrialización siguiendo el ejemplo japonés de fabricar y construir vastas cantidades de bienes exportables, de mala calidad pero a muy bajo costo, gracias a la abundancia de la mano de obra y a la transferencia de capital japonés. Estos países decidieron competir en el mercado internacional de la única forma que podían hacerlo, es decir con bajos precios.
Sin embargo, este esquema por si solo es insuficiente para garantizar la industrialización, dado que exactamente lo mismo ha sido ensayado en otros lugares sin pasar más allá de una economía de maquila. La diferencia es que el capital generado no se fugó como ocurrió y sigue ocurriendo en Latinoamérica, sino que se reinvirtieron, con el visto bueno norteamericano, en el mejoramiento de sus procesos de fabricación, lo que permitió incrementar la calidad de sus productos y moverse a nuevos nichos donde la calidad está primero que un bajo precio. Es de resaltar que el creciente comercio se da originalmente en la propia región alentado por Japón, interesado en incrementar su propio mercado por la vía de incrementar la capacidad de compra de sus vecinos.
La reinversión del capital y el ahorro interno fueron posibles gracias a políticas gubernamentales adaptables según el momento y que enviaron un mensaje claro a los capitalistas que sus inversiones serían protegidas. El intervencionismo del Estado fue la mejor garantía para que los capitales continúen reinvirtiéndose aún luego de sufrir la crisis de 1997. Pero el intervencionismo no se dirigió al establecimiento de controles, sino a la creación de condiciones financieras, comerciales, tributarias y de infraestructura que facilitasen la reinversión del capital y favorecieran el ahorro interno. No está de más decir que los asiáticos se mueren de la risa cuando les vienen con los cuentos del libre mercado.
Algunos se preguntarán si estas condiciones no son similares a las vividas en América Latina, después de todo aquí hemos sufrido dictaduras anticomunistas infames, montadas por EEUU con decenas de miles asesinados y desaparecidos, y las lecciones neoliberales de Friedmanianas de los Chicago Boys hicieron de las suyas en países como Chile. Sin embargo este último país, a pesar de toda la propaganda, sigue siendo una economía subdesarrollada, tan rentista como la venezolana, donde el cobre juega el mismo rol que nuestro petróleo, y al cual se le han añadido otros modestos ingresos primarios como el salmón, frutas, madera, papel y vino, pero nada de manufactura.
Obsérvese que no resultaron relevantes el hecho que en Taiwan se mantengan bajo control estatal a ciertas empresas consideradas estratégicas, mientras que en Singapur o Hong Kong las trasnacionales hacen lo que les da la gana y en Corea del Sur se prioriza al capital nacional. Lo relevante es el modelo de reinversión de ingresos producto de la exportación de bienes a bajísimo costo, mientras progresivamente se eleva la calidad de los mismos en un mercado fuertemente regionalizado, se adiestra la mano de obra y se generan condiciones para favorecer la mejora en la calidad de productos, a la par que se comienza a estimular el consumo interno. China ha seguido ese mismo camino, y gracias a sus dimensiones, ha podido dinamizar ese mismo proceso a los niveles que hemos visto en los últimos años. En el caso de los tigres menores, sus procesos de industrialización son más lentos, tal vez porque el aliciente para competir en el mercado internacional es menor que los tigres mayores, debido a su mayor disponibilidad de bienes primarios exportables. Este último caso es más parecido a nuestra situación.
En América Latina los procesos de industrialización se inspiraron en la llamada "sustitución de exportaciones" dirigida a construir industrias nacionales que pudieran fabricar productos que se importaban para satisfacer determinadas necesidades nacionales. El modelo implicó el mantenimiento de un sistema proteccionista, lo cual promovió empresas sin estímulos para la innovación, siempre a la zaga del desarrollo industrial de otros países, creándose una diferencia en precio-valor con los referentes internacionales, que sólo pudo mantenerse a costa de mas subsidios y medidas proteccionistas, a la par del encarecimiento de productos y servicios de mala calidad para la población. Esta industrialización frágil sin elementos retroalimentadores, solo podía producir una burguesía atada a los subsidios y a otros beneficios estatales a la par que amiga de proteger sus capitales trasladándolos a las metrópolis por desconfiar de sus propios países. La verdadera fuente de riqueza fue y sigue siendo las materias primas, de modo que ante las primeras de cambio, el sistema artificial se derrumbó, retrocediéndose en lo poco avanzado en material de desarrollo industrial y con ello el desmantelamiento y abandono de la infraestructura creada mediante la privatización de industrias básicas, telecomunicaciones y servicios públicos que se dieron en los años 80 y 90.
La industrialización asiática trajo un alivio a nuestras economías, porque la necesidad de mayores cantidades de materias primas, encarecieron su valor y nos favorecieron con un crecimiento en nuestros ingresos, lo que a su vez permitió mejorar la calidad de vida de sus habitantes, gracias a la presencia de gobiernos progresistas en América Latina. Es de notar que la crisis del 2008, tuvo poco efecto sobre nosotros justamente porque la misma no afectó de manera inmediata al crecimiento asiático y ha sido la decisión china de desacelerar las exportaciones y favorecer su consumo interno, lo que ha traído la reducción de los precios de nuestros commmodities y la actual crisis económica en nuestros países.
La revisión anterior permite extraer algunas claves para comprender la industrialización asiática:
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Existe una mayor probabilidad de iniciar procesos de industrialización en países necesitados o casi desesperados por generar ingresos y que no tienen recursos primarios para exportar. La necesidad tiene cara de hereje.
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La mano de obra barata y abundante es una condición común a casi todos los países no industrializados, a menos que generen una renta exorbitante a partir de materias primas, como el caso de los países petroleros del Golfo Pérsico. No puede por tanto considerarse a la mano de obra barata como un factor de industrialización per se. En América Latina y África y en otros países asiáticos existe mano de obra abundante y barata pero eso no implica que se originen procesos de industrialización.
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Lo que genera la industrialización es la competencia y antes que esta, la necesidad. Los tigres asiáticos decidieron competir en el mercado internacional para generar ingresos que no podían obtener por otra parte. La única manera que tenían para hacerlo era en base a precios, ya que originalmente no tenían ninguna capacidad competitiva. Sus esfuerzos se concentraron en producir los mismos productos de baja tecnología que se producen en EEUU, Canadá o Europa, sea con capital nacional copiando los productos o produciendo para empresas transnacionales, de allí la poca relevancia acerca del origen del capital inicial.
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La educación necesaria para estas industrias de productos de baja tecnología, no es muy exigente, basta con el entrenamiento en el propio puesto de trabajo y en mantener la disciplina laboral, con leyes favorables a los patronos. Pero recuérdese que esto es común también en otros países donde no se originaron procesos de industrialización.
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La industrialización alcanzada en base a precios es precaria, porque cualquiera puede hacer lo mismo, además a la menor señal de crisis el capital huye hacia regiones más seguras como ocurrió en 1997, la cual casi echa para atrás todo lo alcanzado. La clave estuvo en moverse con políticas públicas de largo plazo y adaptables según el momento, hacia la reinversión y el ahorro, y modificar gradualmente el perfil de sus exportaciones hacia productos que sí podían competir en calidad a nivel internacional. Esto implica la incorporación de tecnología en productos tradicionales, como televisores, lavadoras, computadoras, electrodomésticos, autos, etc. La ampliación del mercado obtenida en base a precios, les preparó el terreno para usar los canales para los nuevos productos. Es de recordar cuando hasta hace poco todo el mundo se refería a los productos asiáticos como baratijas, de manera similar a como en mi niñez tratábamos a los productos "made in Japan". Hoy día marcas como Kia, Hyundai, LG, Acer, Asus, Trend Micro, Genius, HTC, Samsung, Haier, Chery, Sanei o Huawei son bien reconocidas en todo el mundo.
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Aunque ya fue comentado es importante notar que la competencia internacional en la cual comenzaron a participar estos países era para atender las necesidades del mercado exterior no el nacional. Solo en etapas posteriores han comenzando a incrementar el consumo interno, es decir a atender las necesidades de sus propios pueblos.
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El desarrollo industrial ha ido paralelo al desarrollo de una importante infraestructura física, así como de servicios de todo tipo. El capital generado ha promovido además el acceso a la población a bienes y servicios como la salud y la educación.
Las claves señaladas así como las ya comentadas en otros artículos, aunque se dan dentro del marco del capitalismo, contienen elementos que son de utilidad para la construcción de la economía socialista y para prevenir repetir los errores cometidos en el pasado. De estas lecciones surgen algunos elementos para la construcción de nuestra heurística.
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Evitar el camino de la producción para la satisfacción de nuestras necesidades, porque conduce a repetir los errores de la sustitución de exportaciones.
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Hay que ser por tanto más creativo y explorar en cuáles áreas hemos podido desarrollar (o hay potencial para hacerlo) en calidad y cantidad suficiente productos o servicios para exportar, sin generar escasez interna de los mismos o ir en detrimento de nuestra calidad de vida.
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Impedir la exportación de nuestros productos de calidad pero que apenas bastan para el consumo interno. Generar ingresos de esta manera solo "descapitaliza" nuestra calidad de vida.
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La mano de obra barata no causa industrialización, solo miseria a los trabajadores.
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Desacralizar la inversión extranjera. Ella además de propiciar un debilitamiento de nuestra soberanía, huye como "golondrina" a la menor dificultad. Es un millón de veces preferible impulsar el ahorro y la inversión interna, aunque esto implique ritmos más lentos de crecimiento industrial.
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En todo caso que necesariamente deba acudirse a la inversión extranjera, buscar establecer relaciones de largo plazo que nos alejen de la zona euro-dólar, priorizar el financiamiento dentro de nuestra región y la transferencia tecnológica.
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Fijación de objetivos de la política a largo plazo pero estas últimas deben ser adaptables según el momento.
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Como los mejores controles son los que son parte de las propias las cadenas de producción y de distribución, hay que enfocarse en la creación de condiciones que permiten la transparencia y el ejercicio de contraloría social sobre la economía, más que descansar en controles exteriores por parte de funcionarios.
En próximos artículos continuaremos con los análisis y extrayendo las lecciones que nos permitan ir completando la construcción de nuestras estrategias para la industrialización del país en el marco de una sociedad socialista.