Y esta acusación –¿acusación?— de que se entremete la política en las luchas económicas entre el capital y el trabajo, esta ridícula acusación —¿acusación? han dicho algunos liberales inconcientes que han querido a ir en protesta contra la política del Gobierno. Que la protesta era política… ¡Naturalmente que lo era! Y debía serlo. El catolicismo es político; lo es y debe ser. Esos pobres liberales inconcientes sacan en seguida en estos casos el Cristo y el Evangelio no les cogieran ya bastante lejos a la Iglesia católica y al catolicismo. Y aún Cristo y el Evangelio son también políticos… ¡Pues no han de serlo!
Cuando las turbas judías quisieron proclamar Rey a Jesús después de aquello de los panes y los peces, el Cristo se apartó de ellas para evitarlo. Cuando los fariseos, para tentarle, le preguntaron si se debía o no pagar el tributo al César, tomo una moneda, les pregunto de quién era el cuño, y al decirle que del César, les contestó: "Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios." (Es decir, dar al pueblo o a la república lo que es de él o de ella, la moneda que acuña, el dinero, y lo demás, lo que no es dinero, dádselo a Dios, a quien no le hace falta plata.) Y cuando, por último, le crucificaron, pusiéronle sobre la cruz, en son de burla, lo de Rey de los Judíos. Pero nada de esto quiere decir que la obra de la redención cristiana no fuese una obra profunda y esencialmente política. Querer separar la religión de la política es una locura tan grande o mayor que la de la de querer separar la economía de la política. No ya el catolicismo, sino el cristianismo y toda religión, tienen que ser político.
Es torpeza, y torpeza insigne, la de querer trazar a la política un campo restringido. La política no es una especialidad; la política es una forma de concebir, plantear y resolver todo problema. La política es una envolvente de todo problema público. Hay política económica, política religiosas, política sanitaria, política cultural, las grandes cuestiones humanas en una democracia.
Puede sostenerse que fue la política lo que hizo la eterna grandeza de Atenas y de toda Grecia, y que la filosofía de platón, la lírica de Píndaro, la trágica de Esquilo, la historia de Tucídides, por no decir nada de la elocuencia de Demóstenes, se debió a la política. Las democracias griegas fueron, ante todo y sobre todo, escuelas de política, como lo fueron las repúblicas italianas. Donde el pueblo se desinteresa de la política, decaen ciencias, artes y hasta industrias.
Lo cual no quiere decir, claro está, que se deje absorber por entero de cierta agitación acabará por surgir doctrina.
Lo que sí ocurre es que en los períodos de intensa fiebre política parece como que las artes, las ciencias, la cultura, todo sufre un eclipse o un retardo. Los espíritus absortos en esas candentes luchas parecen desinteresarse de los demás problemas de la vida y la cultura. Pero éstas trabajan por dentro, y trabajan merced a la agitación política.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!