Si se analiza el común denominador de las protestas que tienen lugar, tan heterogéneas, en todas ellas se enumera, como hemos dicho, la creciente desigualdad (económica, educativa, sanitaria, política, institucional, de oportunidades, de resultados…), pero también una movilidad social al alza cada vez menor y una movilidad a la baja muy extendida, el debilitamiento de la red de protección social y de la calidad de los servicios públicos y la creciente influencia de los ricos, del sector financiero y de las empresas, en la política de los intereses generales. Si bien las protestas en la calle o en las urnas no han aunado un mismo eslogan, todas ellas se han expresado, de diferente modo, en la misma dirección: la inquietud de las mayorías por su futuro económico, por las dificultades de acceder a las oportunidades en igualdad con las élites, y por la concentración de poder en manos de una minoría económica, financiera y política. Esto es, preocupación por la calidad del socialismo, e incluso por la propia democracia. En el extremo, la ira y la indignación es monocausal: una forma de progreso económico que, orientada a la creación de riqueza privada, es indiferente a la idea de bienestar colectivo, justicia social y protección ambiental.
El temor a perder el control de las circunstancias y rutinas de la vida cotidiana, por mediocre que ésta sea. Y quizá, y sobre todo, el miedo no sólo a que ya no podamos definir nuestras vidas, sino también a que aquellos a los que hemos concedido la autorizad para que nos gobiernen hayan perdido el control a favor de fuerzas que están más allá de nuestro alcance. La mayoría ha descubierto con temor creciente la repentina movilidad social descendente, la posibilidad más que cierta de que si cambias de clase social ello suponga bajar unos tramos en la escala del bienestar. De que uno puede sumirse en la pobreza a velocidad de vértigo, donde exista, se debilite y no proteja suficientemente para la profundidad y duración de la inflación, a la Gran Recesión.
Es la frustración de un pueblo muy bien informado a través de las redes sociales, que ofrece resistencia a la estafa organizada. Se recuerda el 2002 11-A y el 13 para lo positivo y lo negativo: los chavistas consiguieron al principio poner a la defensiva, haciéndolos a la fuerza más de cambio y transformación social. La Revolución un "verdadero socialismo" librado de la influencia directa del dinero, un poder derivado directamente, fuerte y estable; la disposición equitativa de la riqueza común; una vida digna para el pueblo libre, el hecho de compartir la responsabilidad económica entre todos, y no sólo una parte. "De la resistencia a la Revolución".
—Es inútil callar la verdad. Todos estamos mintiendo al hablar de regeneración, puesto que nadie piensa en serio en regenerarse a sí mismo. No pasa de ser un tópico de retórica que no nos sale del corazón, sino de la cabeza. ¡Regenerarnos! ¿Y de qué, si aun de nada nos hemos arrepentido?
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!