—Los esclavizadores saben bien que mientras está el esclavo cantando a la Libertad se consuela de su esclavitud y no piensa en romper sus cadenas.
Sí, a todos nos debe importar de todo, y las luchas económicas son luchas políticas que a todos atañen. Un conflicto entre un patrono y sus obreros no es pleito privado, es un pleito público. Su solución repercute sobre la economía social toda.
Una de las razones, casi la única, que los patronos dan para no ceder a las demandas de sus obreros, a pesar de los buenos oficios de la oficina Legal del Trabajo y del Gobierno mismo, es que eso implicaría una humillación, y que los obreros son soliviantados por agitadores políticos a los que estiman gente extraña. Lo de la humillación no se entiende. La lucha entre el capital y el trabajo es una guerra, exactamente como la otra guerra, y el principio de "antes de morir que rendirse" puede resultar dañosísimo en una guerra, por muy heroica que nos parezca. El rendir una plaza no es humillación nunca.
¡Agitadores políticos! ¡Naturalmente! Son y deben ser agitadores políticos los que provoquen y dirijan las luchas entre el capital y el trabajo. Y sólo haciendo políticas estas luchas es como se las hace regulares, organizadas, legales, civilizadas, en fin. El socialismo es y debe ser política. Y la abstención del Estado en estas luchas es una vieja doctrina manchesteriana que apenas hay quien se atreva a propugnar hoy.
"¡Libertad de contratación!", claman. Y es como si uno dijese: "Que nos dejen libres, que nadie se entremeta; él tiene, como yo, sus brazos libres para luchar." Cierto, tiene libres sus brazos; pero tiene grillos en los pies.
Esa torpeza, y torpeza insigne, la de querer trazar a la política un campo restringido. La política no es una especialidad; la política es una forma de concebir, plantear y resolver todo problema. La política es una envolvente de todo problema público. Hay política económica, política religiosa, política sanitaria, política cultural, las grandes cuestiones humanas es una democracia.
Lo cual no quiere decir, claro está, que se deje absorber por entero de cierta agitación política sin contenido doctrinal. Y aun de esta agitación acabará por surgir doctrina.
Lo que sí ocurre es que en los períodos de intensa fiebre política parece como que las artes, las ciencias, la cultura, todo sufre un eclipse o un retardo. Los espíritus absortos en esas candentes luchas parecen desinteresarse de los demás problemas de la vida y la cultura. Pero éstas trabajan por dentro, y trabajan merced a la agitada política.
Porque no nos cansaremos de repetírnoslo —pues sabido es que si de algo pecamos es de machacones—: la política es uno de los mejores puntos de vista para encarar cualquier problema.
Con lo que tenemos que procurar acabar todos es con el sentimiento antisocial, o insocial por lo menos, que se esconde debajo de aquella frase de "el Gobierno nada me da." Todos los Gobiernos de todos los países dan y quitan mucho —con frecuencia quitan más que dan— a todos los pueblos por ellos gobernados. Y donde no hay una intensa vida política, la cultura es flotante, carece de raíces.
—John Maynard Keynes, que encabezaba la delegación británica, estaba convencido de que el mundo se había dado cuenta, por fin, del peligro político de dejar que el mercado se regulara por sí sólo. "Pocos lo creían posible", declaró Keynes en la clausura de la confederación, pero si aquellas instituciones se mantenían fieles a sus principios fundacionales, "la hermandad del hombre se habrá convertido en algo más que meras palabras".
—Mientras la tierra no sea de propiedad comunal; mientras haya quienes, adondequiera que vayan, tengan que pisar tierra ajena y no encuentren propia sino aquella que les tengan que dar de sepultura luego que hayan muerto; mientras tanto no se puede hablar de libertad y socialismo.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!