El problema ontológico del profesor universitario es cuando por cualquier camino llega a la academia. La ruta expedita hacia la academia debe ser el plan de formación. Un docente universitario debe, antes que nada, tener vocación pedagógica, y a ello hay que sumarle habilidades y destrezas para la resolución de problemas en su área de conocimiento y en la realidad. Aquellos que llegan a la academia por caminos furtivos, son hoy los que la están dilapidando y son los creadores de tanta heterogeneidad y vacío, en el manejo de las metodologías y técnicas de indagación científica. Por ello se hace necesario delinear el perfil de un área de conocimiento a la cual no se puede llegar con títulos, sino con experiencia, formación e investigación comprobada.
En este sentido, hay profesores que se dedican únicamente a la docencia práctica y al trabajo de campo, ese docente no está apto para relacionarse con las metodologías; otros pasan la vida construyendo escenarios muy personales sobre cómo observan la realidad para ser refrendados en revistas arbitradas nacionales e internacionales, viven para eso, estos personajes tampoco pueden ser profesores de metodología porque carecen de visión integral de los problemas potenciales a desarrollar. Y otros, buscan en su academia repetir el conocimiento adquirido, eso los hace cómplices de un constante reflujo de aspectos acertados y aspectos malformados, es decir, se hace una mezcolanza entre aciertos y errores, y termina por llevar a senderos oscuros la formación en metodología de la investigación.
En razón de esta cruda realidad de la academia, a la cual hay que agregar la necesidad de docentes en metodología con la virtud de la humildad y desprendimiento de la egolatría, para ser referentes formadores a los cuales se pueda tener acceso y no esas catedrales intocables, cuya única verdad es que levitan en un espacio sideral desconocido; es importante definir características que vaya simplificando cual debería ser el perfil ideal de un profesor universitario para esta área de conocimiento y qué valores debería poseer para afrontar situaciones tan diversas y complejas, como lo es la formación en herramientas heurísticas de interpretación de la realidad y de indagación y búsqueda, en esa realidad, de los síntomas que la describen y explican.
En un primer plano, el docente universitario en el área de metodología de la investigación debe ser un profesional con más de cinco años de ejercicio de su profesión y unos ocho años en experiencia investigativa. Un recién graduado, por muy buen estudiante que haya sido, no tiene capacidad ontológica, axiológica ni epistemológica, para comprender la inmensa responsabilidad de conducir por el sendero de la investigación a futuros profesionales. Si se apura en el perfil, debería ser un profesional de trayectoria y de dominio del idioma y del discurso científico en todos los escenarios de su profesión.
En la literatura académica hay dos buenos textos que permiten orientar, de manera expedita, la construcción de un perfil adecuado, partiendo de la temporalidad descrita anteriormente, que defina al docente para el área de metodología de la investigación. El libro titulado "Metodología para la Elaboración de Perfiles Docentes", de mi autoría (1999); y el Trabajo de Grado titulado "Perfil del profesor de metodología de la investigación en educación superior", del amigo y maestro Fidias G. Arias (2008). Son una guía orientadora y delineadora de ese perfil del profesor de metodología de la investigación que vendría a capitalizar el talento humano.
En este sentido, tomando ideas de Fidias Arias, y buscando simplificar la delimitación de competencias, el potencial docente en metodología de la investigación ha de conocer los principios pedagógicos y didácticos, así como la planificación y evaluación educativa, facilitando los procesos de enseñanza-aprendizaje en su área y poseyendo claros principios éticos y morales. Dominar las etapas del proceso de investigación científica, teniendo experticia para la aplicación de los métodos y técnicas cuantitativas o cualitativas en el desarrollo de investigaciones. Y debe destacar su postura escéptica, curiosa, intuitiva, inconforme y metódica.
Es necesario que sea un profesional que posee una amplia cultura general y conozca sobre filosofía, ciencias y artes, desde donde promueva y participe en actividades extra cátedra y comunitarias, con espíritu solidario y colaborador. Es, y debería ser, sin duda alguna, un ser integral, que se destaque por su calidad humana y su incesante búsqueda de conocimiento.
En acepción de Arias, "…el perfil implica un conjunto de competencias: conocimientos, capacidades, habilidades, actitudes y valores que debe reunir un egresado para lograr un óptimo desempeño de su profesión…" En cuanto a la metodología para el diseño o construcción de un perfil profesional, Arias destaca dos dimensiones: la del deber ser que orienta la proyección de un perfil ideal; y la del ser que permite la definición del perfil real. "…La función del profesor como investigador es una exigencia necesaria. Sin competencias para investigar y para diagnosticar su labor facilitadora del aprendizaje, el profesor se convertiría en un reproductor que ejecuta una tarea mecánica. Estas exigencias lo obligan a asumir un rol profesional más comprometido con su doble función: docente e investigador".
Ahora bien, la actitud y aptitud, definen al profesor universitario de metodología de la investigación. Lamentablemente hay estudiantes que aceptan a estos profesores más por el miedo que irradian que por el conocimiento que inculcan; son estudiantes sumisos, masoquistas que se embelesen con docentes que les insulta y maltratan en su condición humana. Se da mucho el síndrome de "mujer" maltratada (u hombre maltratado), para un psicólogo amigo, se da el síndrome de Estocolmo, o el aferrarse al captor o dominador en una situación límite. Porque eso significa hacer una investigación, estar en una situación límite y es cuando el estudiante necesita que la academia le corresponda con docentes que les ayuden a construir su discurso científico, minimizando la ayuda externa, que es válida, pero que termina por inutilizar la capacidad creativa del estudiante.
Un aporte significativo a esta percepción la da Manuel Galán Amador, en su ensayo "Para la generación de riqueza y crecimiento de la cultura científica" (2007), en el que expresa que "el proceso enseñanza aprendizaje en la aplicación de la metodología de la investigación a un trabajo investigativo debe llevar al estudiante al saber hacer, saber pensar, saber actuar dentro de contextos diferentes. La orientación de la metodología científica a la investigación es fundamental el relacionar, el gestionar conocimientos vinculados a hechos de la actividad humana que interactúe para cumplir metas definidas por sus integrantes, basadas en nuevos conocimientos aplicando los pasos metodológicos de investigación, bajo lineamientos críticos, teóricos y filosóficos donde el ser interactúa con el conocimiento es importante tener en cuenta que cuando existe en el estudiante interés por aprender asumiendo una actitud reflexiva y crítica frente a los procesos de formación en metodología de la investigación ellos se convierten en agentes de cambio y transformadores de las prácticas de investigación. Por esta razón, se requiere de programas de actualización permanente que permitan la aplicación de nuevos métodos y técnicas que reivindiquen la formación en investigadores, promoviendo el desarrollo autónomo y propiciando ambientes de investigación científica para conocer y experimentar nuevas formas de conocimiento".
En una palabra, la acción del docente en el área de metodología de la investigación, ha de destacar sus roles de orientador y facilitador de situaciones de aprendizaje; una función primordial del docente ha de ser la de estimular y facilitar el aprendizaje significativo y congruente con las necesidades del estudiante en la construcción de sus experiencias científicas.