La Mesa de la Unidad Democrática tiene un plan. No de gobierno, sí de desestabilización. Parte del mismo son sus shows para acusar a su país de violación de derechos humanos en la Organización de Naciones Unidas. También mienten para solicitar la aplicación de la Carta Democrática Interamericana en la Organización de Estados Americanos.
Otra parte es la descalificación, aun cuando ellos con ese adefesio que llaman Ley de Amnistía confiesan haber cometido crímenes de lesa humanidad que piden amnistiar y para ello hay quienes pagan por el preciado perdón.
Los diputados de la MUD nos repiten hasta la saciedad que en el chavismo hay corrupción pero no muestran pruebas. Hasta los mismos chavistas caen en su juego. Es como un chip que meten en la cabeza producto de un ataque sicológico bien montado.
A pesar de lo anterior, en unos cinco meses, desde la Asamblea Nacional, los que acusan a los oficialistas de este mal tienen ya su prontuario. A Juan Requesens se le agarró una conversación comprometedora sobre la negociación de un apartamento para su concubina en los Palos Grandes cuya modesta mensualidad alcanzaba los trescientos mil bolívares. Su sueldo es treinta mil en la AN.
Del mismo modo, a Freddy Guevara, jefe de la Comisión de Contraloría de la AN, quien carga un carro de marca Audi, hizo con su pareja un viaje, que tuvo una duración de veintiún días, donde gastaron 112 mil dólares. Y Julio Borges aparece en los Panamá Papers.
Estos son los parlamentarios opositores que hablan del control cambiario y de lo difícil que es conseguir dólares, pero pueden obtener cuántos quieran. ¿Será a través de una valija diplomática?
Lo mismo ocurre en Brasil: quienes han tratado de destituir a Dilma Rousseff inculpándola de corrupción justo son quienes han incurrido en ella. Todo engloba el mismo guión: descalificar al que estorba y quien descalifica es quien comete el delito.