La actual situación económica venezolana está enfrentada a complejos problemas. Cierta contradicción en el circulante, ha puesto en marcha el signo de la desconfianza, mientras la discusión política como factor anárquico entra en juego para retardar, peligrosamente, en entendimiento entre el gobierno y la posición.
La unidad representaba una aspiración muy sentida para el restablecimiento de las finanzas públicas. La nominación presidencial se efectuó y se pensaba que la acción gubernamental se regiría por el criterio del candidato seleccionado por el electorado, secundado por quienes conocían la situación del país, la proximidad de una crisis financiera posible y el desconcierto que se esboza en el panorama revolucionario del país.
Hasta entonces la conciliación de los oficialistas y oposición están lejos por razones lógicas desde el punto de vista ideológico (socialista) y (capital). A ello se agrega que las fuerzas del sector independiente permanecían indiferentes, pero la recuperación de la libertad aglutinó en torno a un pensamiento común, (gringolandia) a todos los grupos para trabajar únicamente en pro de una estabilidad política y financiera.
Hace tres años vino un periodo de lucha, de combate abierto por la disputa del poder en los comicios electorales que culminó con la idea y el propósito de considerar el presente periodo constitucional como de transición.
La fórmula le dio carácter a la normalidad institucional, pero comenzaron las fricciones al adoptarse cocientes o porcentajes en la distribucción de las posiciones claves del gobierno, así como de los cargos públicos en general. Se acomplejó la administración y las cuestiones económicas se han planteado con resultados negativos. Constreñido así el organismo económico se ha visto aumentar el desconcierto con la perdida de la liquidez en las operaciones bancarias y financieras, y por tanto, en perjuicio de la actividad comercial e industrial, desarticulada su estabilidad en presencia de las acreencias que pesan sobre ella en esa espera indefinida en que no llega a cuajar la solución de esa angustiosa cuestión.
El dilema económico no tiene espera. El malestar es permanente, y las finanzas de un país giran en torno a las normas que rigen la producción, la circulación y el consumo de la riqueza con la organización del trabajo cuando el pueblo encuentra a su disposición los productos del bienestar y usa como agente preponderante el capital, en las formas determinantes e influyentes en el campo social y político que definen al pueblo.
La coordinación que falta, los errores en que se incurre en la creación de impuestos y de problemas de corrupción y robo de los funcionarios del Estado, abocan a desastrosas consecuencias ante la falta de insumos para la alimentación y otros artículos, tan necesarios para el consumo del pueblo.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!